Primer domingo de Adviento. El Papa: Espera atenta y vigilante para recibir al Señor
De Griselda Mutual
La espera vigilante y atenta fue el tema de la reflexión del Papa Francisco en el Primer domingo de Adviento, en que iniciamos a preparamos para el nacimiento de Cristo.
En este primer período del año litúrgico, tras regresar en la noche anterior de su Viaje Apostólico a Myanmar y Bangladés, el Romano Pontífice no faltó a la cita dominical para iniciar con todos los fieles el camino del Adviento en espera de Nuestro Salvador.
Meditando sobre el Evangelio del día en el que Jesús advierte y exhorta estar prevenidos para su llegada, «No sea -dice el Señor - que llegue de improviso y los encuentre dormidos», el Papa Francisco definió los requisitos que deben existir para que Dios irrumpa en nuestras vidas, y le restituya significado y valor con su presencia, a saber, ser personas “atentas y vigilantes”, tal como lo pide el mismísimo Jesús.
“La persona que está atenta – dijo - es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad”; mientras que la persona vigilante “es aquella que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el desánimo, la falta de esperanza, la decepción”.
A continuación, la alocución del Papa antes del rezo del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy comenzamos el camino de Adviento, que culminará en la Navidad. El Adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo. Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando conmemoraremos su venida histórica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y los muertos». Por eso debemos estar siempre prevenidos y esperar al Señor con la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos introduce precisamente en el sugestivo tema de la vigilia y de la espera.
En el Evangelio (Mc 13,33-37) Jesús exhorta a estar atentos y a velar, para estar listos para recibirlo en el momento del regreso. Nos dice: «Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo [...] para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo». (vv. 33-36).
La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino vive en modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás. Con esta actitud somos conscientes de las lágrimas y las necesidades del prójimo, y podemos captar también las capacidades y cualidades humanas y espirituales. La persona atenta se dirige luego también al mundo, tratando de contrarrestar la indiferencia y la crueldad en él, y alegrándose de los tesoros de belleza que también existen y que deben ser custodiados. Se trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobrezas de los individuos y de la sociedad, como para reconocer la riqueza escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor nos ha colocado.
La persona vigilante es aquella que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la decepción; y al mismo tiempo rechaza la solicitud de las tantas vanidades de las que desborda el mundo y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar. Es la experiencia dolorosa del pueblo de Israel, narrada por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar su pueblo, lejos de sus caminos (cf. 63.17), pero esto era el resultado de la infidelidad del mismo pueblo (cf. 64,4b). También nosotros nos encontramos a menudo en esta situación de infidelidad a la llamada del Señor: Él nos muestra el camino bueno, el camino de la fe, el camino del amor, pero nosotros buscamos la felicidad en otra parte.
Ser atentos y vigilantes son los presupuestos para no seguir "vagando alejados de los caminos del Señor", perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y ser vigilantes, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura. María Santísima, modelo de espera de Dios e ícono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por él.
Tras el rezo mariano, el Papa Francisco recordó en primer lugar su viaje apostólico a Myanmar y Bangladés, expresó su gratitud a quienes lo han acompañado con la oración, e invitó a todos a unirnos a él en acción de gracias al Señor:
Queridos hermanos y hermanas:
Esta noche he regresado del viaje apostólico a Myanmar y Bangladesh. Agradezco a todos los que me han acompañado con la oración, y los invito a unirse a mi acción de gracias al Señor, que me ha permitido encontrar a esas poblaciones, en particular las comunidades católicas, y a ser edificado por su testimonio. Está grabado en mí el recuerdo de tantos rostros extenuados por la vida, pero nobles y sonrientes. Los tengo a todos en mi corazón y en oración. Muchas gracias al pueblo de Myanmar y al pueblo de Bangladesh.
Asimismo el pontífice recordó en modo particular el pueblo de Honduras, que desde hace una semana está viviendo un momento de perplejidad política y de violencia, debido a las protestas tras los comicios presidenciales:
En mi oración que recuerdo en modo particular al pueblo de Honduras, para que pueda superar en modo pacífico el difícil momento de dificultad.
Finalmente, el saludo del Papa a los fieles y peregrinos, y grupos parroquiales, a los confirmandos, y como siempre, su pedido de oración:
Dirijo mi saludo a ustedes, romanos y peregrinos, aquí presentes. En particular, saludo a los fieles de Bratislava (Eslovaquia) y Ludwigshafen, en Alemania.
Saludo al grupo de Pregaziol (Treviso) y a los confirmandos de Mestrino (Padua); así como a la comunidad rumana que vive en Italia y que hoy celebra la fiesta nacional de Rumania.
Les deseo a todos un buen domingo y un buen camino de Adviento. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
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