La esperanza es un don de Dios. Domingo de la Misericordia
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Hoy, Domingo de la Divina Misericordia, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en el atrio de la basílica de San Pedro.
En el Jubileo de los presos, en el año extraordinario del Jubileo de la Misericordia, el Papa recordó que, en los momentos de tristeza, en el sufrimiento de la enfermedad, en la angustia de la persecución y en el dolor por la muerte de un ser querido, todo el mundo busca una palabra de consuelo. Sentimos una gran necesidad de que alguien esté cerca y sienta compasión de nosotros. Experimentamos lo que significa estar desorientados, confundidos, golpeados en lo más íntimo, como nunca nos hubiéramos imaginado.
Miramos a nuestro alrededor con ojos vacilantes, afirma el Papa, buscando encontrar a alguien que pueda realmente entender nuestro dolor. La mente se llena de preguntas, pero las respuestas no llegan. La razón por sí sola no es capaz de iluminar nuestro interior, de comprender el dolor que experimentamos y dar la respuesta que esperamos. En esos momentos es cuando más necesitamos las razones del corazón, las únicas que pueden ayudarnos a entender el misterio que envuelve nuestra soledad.
En el momento del desconcierto, de la conmoción y del llanto, brota en el corazón de Cristo la oración al Padre. La oración es la verdadera medicina para nuestro sufrimiento. También nosotros, en la oración, podemos sentir la presencia de Dios a nuestro lado. La ternura de su mirada nos consuela, la fuerza de su palabra nos sostiene, infundiendo esperanza.
En esta homilía el Papa Francisco recuerda que el poder del amor transforma el sufrimiento en la certeza de la victoria de Cristo, y de nuestra victoria con él, y en la esperanza de que un día estaremos juntos de nuevo y contemplaremos para siempre el rostro de la Trinidad Santísima, fuente eterna de la vida y del amor.
Se recuerda, que la fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer domingo después de Pascua y fue instituida oficialmente por San Juan Pablo II durante la canonización de Santa Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000.
El domingo de la Divina Misericordia nace de un pedido de Cristo a una religiosa polaca del siglo XX, santa Faustina. Es una fiesta para manifestar en el mundo su inmensa compasión por los Hombres: «Deseo que la fiesta de la Misericordia sea un recurso y un refugio para todas las almas y sobre todo para los pobres pecadores. En este día, las puertas de mi misericordia están abiertas, yo les daré un océano de gracias a las almas que se aproximarán a la fuente de mi misericordia» le dijo Jesús a santa Faustina.
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