Hace cuatro años el Papa Francisco visitaba Tierra Santa
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
En aquella ocasión el Papa Bergoglio realizaba un viaje con tres breves, pero intensas, etapas: a Amán en Jordania; a Belén en Palestina y a Jerusalén en Israel. Era asimismo la cuarta peregrinación a Tierra Santa de un Sumo Pontífice contemporáneo, a cincuenta años del histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca de Constantinopla Atenágoras I.
Y al igual que aquel, también éste se inscribía siguiendo la misma línea del diálogo interreligioso y ecuménico que continuaron después San Juan Pablo II y el Papa emérito Benedicto XVI en una región marcada por el conflicto árabe-israelí, además de tantas otras tensiones políticas, religiosas y sociales que seguimos viendo en nuestros días.
Esta segunda visita del Pontificado de Francisco fuera de Italia contó con gestos suyos que los medios internacionales y nacionales no dudaron en calificar como históricos. De hecho estuvo animada por tres propósitos:
Conmemorar el encuentro del Papa Pablo VI y del Patriarca Atenágoras, que definió un gesto profético en el arduo pero esperanzador camino hacia la unidad de los cristianos.
Animar el proceso de paz en Oriente Medio
Animar el proceso de paz en Oriente Medio, para lo cual alentó a todos a ser constructores de la paz, agradeciendo asimismo a las autoridades los esfuerzos que realizan en favor de los refugiados y su compromiso para apaciguar los conflictos.
Y confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, a quienes les expresó la gratitud de la Iglesia por su valiente presencia en Oriente Medio y su impagable testimonio de esperanza y caridad.
Pero dejemos que sea el mismo Papa quien nos resuma su actuación como Sucesor de Pedro en Tierra Santa. En efecto, dos días después de su regreso a Roma, el miércoles 28 de mayo del 2014, el Obispo de Roma se encontraba – en la Plaza de San Pedro – con miles de fieles y peregrinos de los cinco continentes que participaban en su audiencia semanal y con quienes compartía un balance de la misión realizada. Escuchemos:
Balance de Francisco
Como saben, fui como peregrino a Tierra Santa. Doy gracias a Dios y a cuantos lo han hecho posible. Esta peregrinación tenía tres propósitos: El primero, conmemorar el encuentro del Papa Pablo VI y del Patriarca Atenágoras, hace 50 años, un gesto profético en el arduo pero esperanzador camino hacia la unidad de los cristianos. Con tal motivo, junto al actual Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé, hemos rezado pidiendo al Buen Pastor la fuerza necesaria para proseguir con tesón hacia la plena comunión.
El segundo propósito ha sido animar el proceso de paz en Oriente Medio. He querido llevar a todos en el corazón, exhortándolos a ser artesanos de la paz y agradeciendo a las autoridades los esfuerzos en favor de los refugiados y su compromiso por apaciguar los conflictos. Además, he invitado a los presidentes de Israel y de Palestina a venir al Vaticano, para rezar juntos por la paz.
El tercer propósito ha sido confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresarles la gratitud de la Iglesia por su valiente presencia en Oriente Medio y su impagable testimonio de esperanza y caridad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a pedir al Señor por nuestros hermanos de Tierra Santa, por la paz en Oriente Medio y por la unidad de los cristianos. Muchas gracias.
También en sus saludos a los miles de peregrinos presentes en aquella audiencia semanal, el Pontífice hacía resonar su constante invitación a rezar y a trabajar por la paz en Tierra Santa y en todo Oriente Medio. Así pues alentaba a que la oración sostenga a todos en el camino hacia la unidad plena de la Iglesia.
Una gracia para toda la Iglesia
Y reiteraba que su Viaje Apostólico a Tierra Santa había sido una gracia para él y para toda la Iglesia, destacando que había podido alentar asimismo a tantas personas que sufren por conflictos, discriminaciones y a causa de su fe en Cristo. Por eso el Obispo de Roma exclamaba con el Salmo 133, dirigiéndose a los hermanos y hermanas de lengua árabe y en especial a los procedentes de Jordania y Tierra Santa: “¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!”. Además, el Papa agradecía la generosa y afectuosa acogida que le habían reservado, asegurándoles – una vez más – que los lleva siempre en su corazón y en sus oraciones, y que pide al Señor bienes abundantes, con prosperidad continua y paz duradera.
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