Papa a seminaristas de Agrigento: las habladurías son la plaga del presbiterio
Benedetta Capelli – Ciudad del Vaticano
Las reflexiones del Papa Francisco compartidas con los seminaristas de la archidiócesis de Agrigento provienen del corazón, además de las contenidas en el discurso entregado. Un diálogo espontáneo que comienza con una palabra clave: "misión". Esta es tal -recuerda el Papa- sólo si tiene "un horizonte apostólico", porque de lo contrario es caminar en "un laberinto". Para estar seguros", recomienda, "hay que compartir con el obispo la propia idea de Iglesia en salida. Él, en el nombre de Dios, dice: "Este es el camino".
El obispo es padre
Francisco recuerda que el obispo está llamado a ser un padre fecundo, a conocer bien a sus sacerdotes, sus límites y sus riquezas, no es "un director de un banco que da trabajo a los empleados", sino "un padre que prepara para la misión", que hace unidad a través del diálogo filial con los sacerdotes. "La Iglesia no es un organigrama", dice el Papa: "es la vida 'ordenada' en el Espíritu Santo".
La gracia del Espíritu
El Pontífice indicó tres líneas de acción: el diálogo con el obispo, la relación con el presbiterio y con el pueblo de Dios. Francisco recomienda la amistad entre hermanos que se quieren y advierte contra las habladurías. “Las habladurías, el chismorreo –dice - es la plaga del presbiterio. La invitación es hablar a la cara como se hace cuando se es un hombres maduros. El chismorreo, por otro lado, es “de cobardes”. Es importante confrontarse, discutir pero, en nombre de la consagración recibida, ser armoniosos y pedir al Espíritu Santo la gracia de serlo.
El clericalismo es una perversión
Deteniéndose en la relación con el pueblo de Dios, el Papa nos pide que no olvidar de dónde se proviene porque el riesgo es caer en el clericalismo. El sacerdote no debe olvidar que fue elegido por Dios de entre su gente. El clericalismo -dice- "es nuestra perversión más fea. El Señor los quiere pastores, pastores del pueblo, no clérigos de estado.
Espiritualidad para abrir el corazón
Por último Francisco invita a cultivar la vida espiritual, abriendo los corazones al padre que guía a los seminaristas en su camino. “Él – afirma – les enseñará a rezar", "cómo amar a la Virgen", porque "Ella está siempre cerca de la vocación de cada uno de ustedes". El padre espiritual "no es un inspector de conciencia, es alguien que, en nombre del obispo, los ayuda a crecer". La invitación fue también a dejarse formar como la arcilla por el alfarero porque "no es un capricho lo que piden los formadores". Sin embargo, se necesita la sinceridad, decir lo que no lo va, convertirse en hombres valientes confrontándose en un diálogo franco.
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