El Papa al pueblo gitano: adelante con dignidad, sin rencor
Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano
Han pasado más de cincuenta años desde que San Pablo VI dirigió estas palabras a los gitanos a Pomezia: “Ustedes en la Iglesia no están al margen, sin que en algunos aspectos están en el centro, están en el corazón”. Y hoy esas palabras resonaron en la reunión celebrada por el Santo Padre con casi quinientas de personas de estos pueblos en la Sala Regia.
El problema de la distancia entre mente y corazón
El Papa Bergoglio, después de escuchar algunos testimonios, dijo que el verdadero problema, antes de ser político y social, está ligado a una distancia:
Verdaderos ciudadanos de segunda clase
El adjetivo, la definición de algunas personas a través de estereotipos – explicó Francisco – “es una de las cosas que crea distancias entre la mente y el corazón”. Y subrayó que, efectivamente, “hay ciudadanos de segunda clase”:
Avanzar con dignidad
Dirigiéndose al pueblo gitano, el Pontífice recordó que “todos corremos siempre un peligro: la debilidad de dejar crecer el resentimiento”:
El camino de la fraternidad y la esperanza que no defrauda
Francisco condenó, pues, las vías del descarte, las construidas con adjetivos y parloteo. Y señaló un camino, el de la fraternidad, que hay que seguir a través de la esperanza “concreta en Dios verdadero”, que “nunca decepciona”. Y es una esperanza concreta – dijo el Papa al concluir – "una mujer que trae un niño al mundo". Sí, porque “ella siembra esperanza, es capaz de abrirse camino, de crear horizontes, de dar esperanza”.
El testimonio de un sacerdote rom
“Cada uno de nosotros – dijo el Padre Cristian Di Silvio, un gitano que se hizo sacerdote – es un don, cada uno de nosotros es riqueza, si tenemos a Jesucristo como modelo. “Mi historia – añadió – es una historia ordinaria, hecha extraordinaria por el hecho de que Dios me eligió de entre un pueblo que vive una condición cultural diferente de los estereotipos con los que estamos acostumbrados a relacionarnos. “Lo que hizo aún más extraordinaria mi historia vocacional – el Padre Di Silvio – fue comprender, a pesar de que me dijeron lo contrario, que no soy una persona diferente, sino que, como cada uno de los presentes en esta sala y no sólo, soy única e irrepetible”.
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