Nápoles: caminos hacia un Mediterráneo de convivencia pacífica y tolerante
Gabriella Ceraso - Nápoles
¿Cuáles son las mejores soluciones a las contradicciones y desafíos que caracterizan a la región mediterránea? Esta es la pregunta que es el leitmotiv de las conferencias del viernes por la mañana en la Conferencia de Nápoles que comenzó ayer jueves, y que concluirá con las palabras del Pontífice dedicadas a la teología más adecuada al contexto del Mediterráneo.
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El Papa en la Facultad de Teología de Nápoles. Decano: construir juntos una sociedad fraterna
Francisco llegó a Nápoles como conferenciante y ocupó su lugar en el gran escenario blanco que se encontraba en el patio de la Pontificia Facultad Teológica del Mediterráneo - PFTIM - teniendo a sus orillas precisamente el Mediterráneo, protagonista de la crónica de nuestro tiempo y de la historia y cultura de esta ciudad. Ayer, jueves, los desafíos, hoy, viernes, las soluciones posibles: ayer la Conferencia trató sobre las migraciones, las confrontaciones culturales, las religiones, los muros, las guerras; hoy es el momento de responder con los "lugares de diálogo": el arte, el discernimiento, el conocimiento histórico, el respeto interreligioso y una teología renovada. Pino Di Luccio, decano de la sección de San Luis de la Facultad que organiza el evento, hay siete conferenciantes que precederán el discurso del Papa.
El arte, un lugar de encuentro
El arte como bien común que no discrimina y que tiene como objetivo contarlo al hombre mismo. Las obras de arte no conocen prejuicios de clase ni de raza; en el arte, como dijo el Papa, "no hay descartes", su verdad precede a cualquier división. El profesor Giorgio Agnisola, crítico de arte y escritor, habla de ello y presenta el arte como un verdadero punto de partida para hablar del diálogo en el Mediterráneo. Pero el arte es también el lugar de encuentro de los "buscadores de sentido" de hoy como de ayer. El jesuita Jean Paul Hernández, profesor de Teología Dogmática en la sede de Posillipo, habla de ello.
"El arte sacro en el Mediterráneo es un lugar cada vez más frecuentado por millones de turistas, por personas que vienen a visitar nuestros monumentos, y se convierte en un lugar de diálogo entre diferentes culturas y diferentes religiones por dos razones: la primera es porque el arte trabaja con imágenes primordiales, con arquetipos que pertenecen a todas las religiones. Decir lo divino, decir el misterio del hombre y su relación con el más allá, con trascendencia, todas las religiones utilizan la misma gramática y luego tocan cada cultura muy profundamente.
La segunda razón es que, en este momento, en nuestra civilización, en nuestro tiempo, estos monumentos llenos de significado, son cada vez más buscados por millones y millones de turistas que de alguna manera se colocan allí, en diálogo con los otros viajeros que son los migrantes. Y así sucede algo extraordinario en nuestras iglesias: el encuentro entre migrantes y turistas en busca de sentido.
El arte, dice Hernández, es por tanto un "lugar privilegiado para el diálogo interreligioso", "es un lugar de encuentro, es un "lenguaje común que nos hace comprender más allá de la pertenencia, algo que sale del corazón de cada hombre y de cada mujer".
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