El Papa a obispos orientales católicos: sean artesanos del diálogo
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
El Papa recibió a los obispos orientales católicos en Europa, que se reúnen como cada año, y en esta ocasión en Roma. Es un encuentro organizado por las conferencias episcopales del continente, y muestra, como les dijo el Papa, la riqueza ritual de la Iglesia Católica en Europa, que no se limita a la tradición latina. Entre ellos, se encuentran representantes de diversas Iglesias de tradición bizantina, venidos de Ucrania, pero también de Oriente Medio, de India y otras regiones, que han recibido acogida en países europeos. Al respecto el Papa les dijo que como afirma el Concilio Vaticano II, “La variedad no afecta a la unidad de la Iglesia, sino que además la manifiesta”, porque la unidad cristiana no es uniforme y la verdad cristiana no es monocorde sino sinfónica.
Artesanos del diálogo
Ante las desigualdades y divisiones que amenazan la paz, el Santo Padre les dijo que están llamados a ser artesanos del diálogo, promotores de la reconciliación, constructores pacientes de una civilización del encuentro, que preserva los tiempos de la incivilidad de la confrontación. “Mientras que muchos son absorbidos por la espiral de violencia, por el círculo vicioso de demandas y las continuas acusaciones mutuas, el Señor nos quiere sembradores del Evangelio del amor”.
El Pontífice les pidió que se comprometan a “sanar las heridas del pasado, a superar prejuicios y divisiones, a dar esperanza a todos caminando al lado de los hermanos y las hermanas no católicos”. A este respecto, el Papa recordó varios momentos importantes que ha pasado con hermanos de otras confesiones, como lo fue la oración por la paz en Tierra Santa en los Jardines del Vaticano, la reunión con los refugiados en la isla de Lesbos y el diálogo por la paz en el Medio Oriente en Bari.
Un camino de oración-humildad-caridad
El camino, que se nos muestra desde arriba está hecho de oración, humildad y caridad. Caminando juntos, dijo, haciendo algo juntos por los demás y por nuestro hogar común, redescubrimos, en el corazón de nuestra catolicidad, el antiguo significado atribuido a la sede romana, llamado a "presidir la caridad de toda la Iglesia".
También recordó su viaje apostólico en Rumania, donde presidió la beatificación de siete obispos mártires de la Iglesia greco-católica. Fueron un ejemplo del patrimonio de fe de ese país. La comunión católica dijo, hace parte de vuestra identidad particular y contribuye en realizarla plenamente protegiéndola de la tentación de encerrarse en sí misma y caer en particularismos nacionales o étnicos excluyentes.
“Vivir al máximo con sus tradiciones eclesiales los lleva a recurrir a las mismas fuentes de espiritualidad, liturgia y teología de las Iglesias ortodoxas”. Al respecto, Francisco les recordó que también en el campo académico es posible promover programas comunes de estudio e intercambios culturales, involucrando sobre todo a los jóvenes sacerdotes para que se capaciten con una mente abierta. El Papa pidió sobre todo que se ayuden unos a otros a vivir la caridad hacia todos. No conoce territorios y jurisdicciones canónicas.
Caminar juntos contra las divisiones
“Cuando nos inclinamos juntos sobre el hermano que sufre, cuando nos acercamos a los que sufren la soledad y la pobreza, cuando nos enfocamos en los marginados, como los niños que no ven la luz, los jóvenes privados de esperanza, las familias tentadas a desintegrarse, ancianos enfermos o descartados, ya caminamos juntos en una organización benéfica que cura las divisiones”.
Entonces nos preparamos para vivir juntos en el único Cielo al que estamos llamados. Allí, el Señor no nos pedirá una cuenta de cuáles y cuántos territorios han permanecido bajo nuestra jurisdicción, ni de cómo hemos contribuido al desarrollo de nuestras identidades nacionales, dijo el Papa, nos preguntará cuánto hemos podido amar a nuestro prójimo, a cada vecino, y anunciar el Evangelio de salvación a aquellos que hemos conocido en los caminos de la vida.
El Pontífice reiteró que es solo amando que se encuentra la alegría y se extiende la esperanza. Es al amar que las realidades secundarias a las que todavía estamos unidos pasan a un segundo plano, y las únicas que permanecen para siempre están en primer plano: Dios y el prójimo.
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