Nadie es condenado en esta tierra a estar separado para siempre de Dios
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
En su homilía de la Santa Misa celebrada con motivo de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán el Obispo de Roma ofreció idealmente tres versículos de la Palabra de Dios para que los fieles de su diócesis puedan hacerlos objeto de meditación y oración.
El primero, dirigido a toda la comunidad diocesana corresponde a un versículo del Salmo Responsorial: "Un río y sus canales regocijan a la ciudad de Dios". Sí, porque como afirmó el Santo Padre, “los cristianos que viven en esta ciudad son como el río que brota del templo: llevan una Palabra de vida y de esperanza capaz de fecundar los desiertos de los corazones, como el torrente descrito en la visión de Ezequiel”.
Percibir la presencia y la acción de Dios en la ciudad
El Papa invitó a la feligresía a encontrar a los demás, entrar en diálogo con ellos y escucharlos con humildad, gratuidad y pobreza de corazón:
Jesucristo como único fundamento
A los presbíteros, el Santo Padre les dedicó un versículo de la Primera Carta a los Corintios: "Nadie puede poner un fundamento diverso del que ya existe, que es Jesucristo". Y les dijo que “ésta es su tarea, el corazón de su ministerio: ayudar a la comunidad a estar siempre a los pies del Señor para escuchar su Palabra; mantenerla alejada de toda mundanidad, de los malos compromisos; custodiar el fundamento y la raíz santa del edificio espiritual; defenderla de los lobos rapaces, de quien querría hacer que se desvíe del camino del Evangelio”.
La alegría de la intimidad con el Señor como recompensa
Y les dijo que desde que es Obispo de Roma pudo conocer más de cerca a muchos de ellos de quienes admira su fe y su amor por el Señor, la cercanía a las personas y la generosidad en el cuidado de los pobres. A lo que añadió: Conocen los barrios de la ciudad como ningún otro y custodian en su corazón los rostros, las sonrisas y las lágrimas de tanta gente. Han dejado de lado los contrastes ideológicos y los protagonismos personales para dar cabida a lo que Dios les pide. El realismo de quien tiene los pies en la tierra y sabe “cómo van las cosas de este mundo” no les ha impedido volar alto con el Señor y soñar en grande.
Por último a los miembros de los equipos pastorales, presentes en esta celebración para recibir un mandato especial de su Obispo, el Papa Francisco les dejó un versículo del Evangelio en el que Jesús se comporta de manera divinamente provocativa. “Para poder sacudir – dijo – la torpeza de los hombres e inducirlos a cambios radicales, a veces Dios opta por actuar de manera fuerte, para romper una situación”.
El Obispo de Roma explicó el episodio evangélico en el que Jesús derriba las mesas de cambio de moneda y expulsa a los animales afirmando que “esta purificación del santuario era necesaria para que Israel redescubriera su vocación: ser una luz para todos los pueblos, un pequeño pueblo elegido para servir a la salvación que Dios quiere dar a todos”.
Y fue precisamente éste el versículo que Francisco quiso entregarles a los equipos pastorales, a quienes se “les ha confiado la tarea de ayudar a sus comunidades y a los agentes de la pastoral para llegar a todos los habitantes de la ciudad, individuando caminos nuevos para encontrar a los que están lejos de la fe y de la Iglesia”. A la vez que destacó que para realizar este servicio deben llevar consigo la certeza de que “no hay corazón humano en el que Cristo no quiera y no pueda renacer”.
“De manera a menudo misteriosa pero real – dijo Francisco – el Señor abre en los corazones, nuevos resquicios, deseos de verdad, de bondad y de belleza, que dan cabida a la evangelización”. Por esta razón, “no hay que dejarse bloquear, sino custodiar la convicción de que a Dios le bastan tres días para resucitar a su Hijo en el corazón del hombre”. Y concluyó con el deseo de que el Señor les conceda experimentar todo lo bueno de la acción evangelizadora a fin de que – dijo – “crezcamos en la fe en el Misterio Pascual y seamos asociados a su ‘celo’ por nuestra casa. ¡Buen camino!”.
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