Alegría en la comunidad de Qaraqosh por la llegada del Papa
Marina Tomarro - Ciudad del Vaticano
Un encuentro largamente esperado y soñado, sin perder nunca la esperanza incluso cuando parecía casi imposible que pudiera ocurrir. Hoy esa esperanza se ha hecho realidad. Con este espíritu de gran alegría, la comunidad de Qaraqosh se prepara para acoger la llegada del Papa Francisco.
El Pontífice se reunirá con ella en la Catedral de la Inmaculada Concepción, restaurada el año pasado después de que fuera vandalizada, profanada e incendiada por milicias del autodenominado Estado Islámico en agosto de 2014. Parte del campanario derribado, las estatuas decapitadas, la iglesia incendiada, el mobiliario, los registros y los libros sagrados arrojados a la hoguera en el patio y el coro utilizado como campo de tiro.
Hoy se ha erigido una nueva estatua de la Virgen en el campanario restaurado, se han limpiado las paredes y las columnas de mármol ennegrecidas por el hollín, y se ha colocado en el altar una imagen de dos metros de la Virgen de la Inmaculada Concepción.
Una gran expectativa llena de esperanza
Patrizia Cannizzano, de la Comunidad de las Hermanas Franciscanas Misioneras, explicó: "Nos preparamos para este encuentro tan deseado reuniendo a las familias todos los días y enseñándoles el mensaje que el Papa trae a esta tierra atormentada y tan amada por Dios. Los niños también prepararon canciones y bailes para celebrar su llegada. Para este pueblo la presencia del Papa es muy importante, porque es una redención de los muchos sufrimientos y persecuciones sufridas precisamente a causa de la fe, y su presencia puede fortalecer, reconciliar y dar esperanza a un pueblo que varias veces ha tenido que dejarlo todo y marcharse. Deseo que todas las familias de Qaraqosh experimenten esta gran alegría. Esta gente quiere mucho al Pontífice y ha hecho todo lo posible para acogerlo de la mejor manera".
Una fe que va más allá de las dificultades
La comunidad de los religiosos franciscanos está perfectamente integrada en la vida cotidiana de este lugar, y es un punto de referencia seguro para muchas familias que viven en situaciones sociales y económicas no siempre fáciles. "Somos una pequeña realidad de monjas que viven en medio de esta comunidad" - cuenta Sor Patrizia. "Estas personas han sufrido profundamente por culpa de Isis, lo han perdido todo, no sólo sus casas", explica, "lo que nos llama la atención de ellos es su profunda fe en Dios, su capacidad de levantarse a pesar de las durísimas pruebas que han tenido que afrontar. Nuestra presencia no quiere ser sólo de consuelo, sino de acogida y apoyo desde todos los puntos de vista, tanto moral como espiritual y económico".
A menudo, los más débiles han pagado las peores consecuencias, como los niños, a los que con demasiada frecuencia se les ha negado una infancia tranquila. "Tenemos una escuela -continúa la monja- en la que acogemos a más de ciento cincuenta niños. Les garantizamos un entorno protegido, una educación y al menos una comida caliente al día, para mantener también a sus familias. Y luego ayudamos a las mujeres a aprender pequeños oficios, como los cursos de costura que imparte una de nuestras hermanas, para animarlas a tener un poco de tranquilidad. Aquí todo el mundo nos quiere mucho... nos corresponden en la medida de lo posible. Por ejemplo, nunca hemos comprado pan, las familias nos lo regalan, y a través de ese obsequio es una forma de decirnos que nos sienten parte viva de su comunidad".
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