Entre los nuevos Venerables la mamá María Cristina Mocellin
Benedetta Capelli – Ciudad del Vaticano
Tres figuras marcadas por la entrega al amor de Dios, la confianza en su misericordia y la esperanza en su perdón. Estos son los rasgos que caracterizan a los nuevos Venerables Siervos de Dios. Tras la audiencia de hoy con el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Papa Francisco autorizó al Dicasterio a promulgar los Decretos relativos a las virtudes heroicas de Enrichetta Beltrame Quattrocchi, el hermano Plácido Cortese y María Cristina Cella Mocellin.
"Riccardo, un don para nosotros”
La historia de una madre que recuerda la de Gianna Beretta Molla y la más actual de Chiara Corbella Petrillo. Es la corta pero fructífera vida de María Cristina Cella Mocellin, nacida el 18 de agosto de 1969 en Cinisello Balsamo, en la provincia de Milán. Creció en la parroquia, y durante sus años de escuela secundaria comenzó su camino de discernimiento vocacional en la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora de Don Bosco. Cuando conoció a Carlos a los 16 años, cambió su perspectiva y sintió que estaba llamada al matrimonio. Dos años después de que le descubrieran un sarcoma en la pierna izquierda, los tratamientos y las terapias no le impidieron terminar el instituto y casarse en 1991. La pareja tuvo dos hijos, pero en cuanto María Cristina descubrió que estaba embarazada de su tercer hijo, la enfermedad reapareció.
Decidió continuar con el embarazo, sometiéndose a un tratamiento que no pusiera en riesgo la vida de su hijo. En una carta le cuenta a Ricardo, su tercer hijo, esos momentos:
María Cristina murió a los 26 años, segura del amor del Padre, fiel a Él en sus planes.
Una familia amada por Dios
Nueve años después de su muerte en Roma, la Iglesia reconoce las virtudes heroicas de Enrica Beltrame Quattrocchi, la última hija del Beato Luigi Beltrame Quattrocchi y María Corsini, fallecida a los 98 años. Una familia que vivió un camino de santidad, demostrando, dijo Juan Pablo II que los beatificó en 2001, que "es posible, es hermoso, es extraordinariamente fecundo y es fundamental para el bien de la familia, de la Iglesia y de la sociedad".
Enrica tenía la intención de seguir los pasos de sus hermanos: Don Tarcisio, Sor Cecilia y Don Paolino, pero su destino era otro, su vocación era acompañar a sus ancianos padres. Se implicó en el voluntariado, en las Damas de San Vicente con las que acudía a las zonas más difíciles de la capital, en la Acción Católica junto a su madre, y se dedicó a la enseñanza. A partir de 1976 fue Superintendente del Ministerio de Patrimonio Cultural y Medioambiental. Su vida estuvo marcada por varias enfermedades, dificultades económicas, pero sobre todo por la oración y la participación diaria en la misa. En sus últimos años se dedicó a ayudar a parejas en crisis. El amor a Dios era su razón de vivir.
El hombre de la caridad y de la palabra
El rasgo más destacado del fraile menor Plácido Cortese era su capacidad de entrega total. Paciente, sencillo, dispuesto a asumir situaciones difíciles como las que caracterizaron los últimos años de su vida. Nacido el 7 de marzo de 1907 en Cres (actualmente Croacia), se hizo sacerdote en 1930, sirvió en la basílica de San Antonio de Padua y unos años más tarde se convirtió en director de la revista "Il Messaggero di Sant'Antonio".
Durante la Segunda Guerra Mundial, en nombre del Nuncio Apostólico en Italia, Monseñor Francesco Borgongini Duca, asistió a los internados croatas y eslovenos en los campos de concentración italianos, especialmente en Chiesanuova, cerca de Padua. Tras el armisticio de 1943, trabajó incansablemente para facilitar la huida de antiguos prisioneros aliados, pero también de personas perseguidas por los nazis, incluidos los judíos. Esta voluntad fue interpretada por los alemanes como actividad política y lo llevó a la muerte. El 8 de octubre de 1944, mediante una estratagema, fue atraído fuera de la Basílica de San Antonio, que se encontraba en una zona extraterritorial, y fue llevado al cuartel de las SS a Trieste, donde murió tras las duras torturas sufridas.
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