Volar alto es ser pacificadores, sirviendo a la paz en el cielo y la tierra
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco recibió en audiencia a la Fuerza Aérea Italiana, en ocasión de la conclusión hoy del Jubileo Lauretano en Loreto. A ellos, como “miembros del Ejército del Aire”, el Papa les recordó que estamos hechos para volar espiritualmente, porque somos hijos de un “Padre que nos dice: "Sean santos, porque yo soy santo". Que es como decir: ¡vuela alto!”, por tanto, les pidió que no sigan su egoísmo, que los lleva a encerrarse a sí mismos; al contrario, se deben abrir a Dios y a los demás, dando lugar, dijo el Pontífice, a la gratuidad, al servicio, a la magnanimidad, y sus vidas tomarán vuelo. Dando cabida a estos valores en el desempeño diario de sus funciones, y en sus vidas personales, existirá una unidad entre lo que son, afirmó Francisco, y lo que hacen.
Aprender de María la humildad
Para ustedes, agregó el Papa, "volar alto" significa ser pacificadores, servir a la paz tanto en el aire como en tierra, en casa y en el extranjero, en zonas de conflicto. Luego Francisco señaló que la Santa Casa de Loreto nos recuerda que, estemos donde estemos, tenemos un hogar que guarda nuestras raíces cristianas; y tenemos una Madre que vela por nosotros. El hogar, dijo, es la Iglesia y la Madre es María. De ella aprendemos sobre todo la humildad, que es el camino que lleva al Cielo.
El Jubileo nos recuerda que somos peregrinos
Se está celebrando también el centenario de la proclamación de Nuestra Señora de Loreto como "Patrona de todos los aeronautas", decreto instituído por benedicto XV en 1920. Por último, el Santo Padre dijo que cada Jubileo, según la antigua tradición bíblica, nos recuerda que "somos peregrinos en este mundo: que no somos "dueños" de la tierra, y menos aún del cielo, sino que estamos encargados de cultivar y conservar este "jardín" en el que Dios nos ha colocado". Este jubileo, afirmó Francisco, nos ha recordado que Dios también creó los cielos para nosotros:
"Contemplar el cielo nos abre a espacios ilimitados; nos hace sentirnos pequeños y al mismo tiempo "pensados", "recordados" por Aquel que creó el universo (cf. Salmo 8), una realidad que no deja de asombrarnos mientras la descubrimos con instrumentos de observación cada vez más potentes".
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