Francisco: hoy más que nunca las familias están probadas y heridas
Michele Raviart - Ciudad del Vaticano
"¿Cómo pueden las familias cristianas hoy, en la alegría y las fatigas del amor conyugal, filial y fraterno, dar testimonio de la buena noticia del Evangelio de Jesucristo?" El Papa Francisco formuló esta pregunta, dirigiéndose a los participantes en el congreso internacional de Teología Moral que se celebra actualmente en la Pontificia Universidad Gregoriana y que tiene lugar en el año dedicado al estudio y mayor comprensión de la exhortación apostólica Amoris Laetitia.
La familia como primer lugar de fe
Una de las respuestas a este interrogante, para el Papa, está en la teología moral, que puede recurrir a "la rica espiritualidad que germina en la familia", que es la unidad de la que se compone en gran medida el Pueblo de Dios y que es "el primer lugar en el que se vive la fe en Jesucristo y el amor mutuo".
En ella, los cónyuges y los hijos están llamados a cooperar en la vivencia del misterio de Cristo, a través de la oración y el amor practicados en la concreción del cotidiano y de las situaciones, en el cuidado mutuo capaz de acompañar para que nadie sea excluido y abandonado.
Una nueva creatividad en la teología moral
La familia, en efecto, "desempeña hoy un papel decisivo en los caminos de la conversión pastoral de nuestras comunidades y de la transformación misionera de la Iglesia", y para ello es necesaria una "nueva creatividad" y un estudio académico a nivel teológico, con reflexiones sobre la relación entre el matrimonio y la familia, entre los sacramentos, los ritos litúrgicos y las prácticas pastorales, "entre las grandes cuestiones antropológicas y los interrogantes morales ligados a la alianza conyugal". Una necesidad de diálogo y de escucha del Pueblo de Dios para superar una idea abstracta de la verdad y descubrir "cuánta riqueza de bien hay en las familias de todo el mundo".
Las dificultades de las familias actuales
Sin embargo, subraya el Papa, la vida familiar "está hoy más probada que nunca":
Muchas familias sufren la falta de trabajo, de una vivienda digna o de una tierra donde vivir en paz, en una época de grandes y rápidos cambios. Estas dificultades se extienden a la vida familiar, generando problemas relacionales. Hay muchas "situaciones difíciles y familias heridas". La posibilidad misma de formar una familia hoy en día es a menudo ardua, y los jóvenes tienen muchas dificultades para casarse y tener hijos.
Una relación virtuosa entre la reflexión y la práctica
Cambios epocales que provocan a la teología moral " a asumir los desafíos de nuestro tiempo", hablando un lenguaje comprensible para los interlocutores. "Entre la teología y la acción pastoral -recuerda el Papa- debe establecerse, una y otra vez, una circularidad virtuosa. La praxis pastoral no puede deducirse de principios teológicos abstractos, al igual que la reflexión teológica no puede limitarse a reiterar la práctica". La teología moral, además, no puede reducirse a la casuística. Esto, recuerda el Papa, sería "volver atrás". Por miedo, falta de ingenio y coraje esto haría 'tanto daño a la Iglesia'. Los teólogos y los cristianos, en efecto, deben "volver a las raíces", pero para "dar un paso adelante", para inspirarse, y no para anular el "riesgo cristiano de llevar la fe" y de "hacer el camino con Jesucristo".
La conciencia y el bien
En el centro del compromiso pastoral y teológico, recuerda además el Papa, debe estar "el reconocimiento de la relación inseparable entre la conciencia y el bien, "a pesar de los dramas y afanes de la vida".
La moral evangélica está alejada tanto del moralismo, que hace de la observancia literal de las normas la garantía de la propia justicia ante Dios, como del idealismo, que, en nombre de un bien ideal, desanima y aleja del bien posible.
La alegría del amor
Por eso es necesario repensar las categorías de la teología moral en su vínculo recíproco y "ayudar a las familias a redescubrir el sentido del amor". La invitación a los teólogos de la moral es que continúen su trabajo con fidelidad creativa al Evangelio y a la experiencia viva de los creyentes para que "la alegría del amor, que encuentra en la familia un testimonio ejemplar, se convierta en el signo eficaz de la alegría de Dios que es misericordia y de la alegría de los que reciben esta misericordia como don".
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