El Papa: el Obispo, un hombre del Evangelio y con la mirada en los descartados
PAPA FRANCISCO
Me siento feliz de poder presentar el hermoso libro “Pastori dentro. Chiesa, società, persona” (Pastores dentro. Iglesia, sociedad, persona) del cardenal Angelo Bagnasco, que recoge los Pronunciamientos de su segundo mandato en la presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), centrándose, con puntualidad, en algunos temas como la educación, la familia, la gran pobreza y la política, con la intención de reconducirlos a su principio original, es decir, el anuncio de Jesús. Frente a la mutación antropológica en curso, que no sólo concierne al contexto europeo, sino también, de manera más general, al mundo entero, el camino es y sigue siendo la educación en la fe para redescubrir una idea precisa de la persona a partir del misterio de Cristo.
Recorrer estas páginas no es sólo un homenaje a la historia, sino que, por el contrario, es una ayuda para la relectura de hoy, que ve cómo los numerosos temas recordados están dramáticamente vivos. Todo dentro de la mirada de quien es Pastor. En efecto, el Pastor es aquel que debe servir en primer lugar a sus hermanos en el Señor, sabiendo que su vida no le pertenece porque se la ha entregado a Dios, Padre amoroso, generoso y misericordioso. El Pastor debe mostrar la misericordia divina para que la verdad brille como el bien de todos: la verdad, en efecto, libera y la misericordia cura.
El pastor debe anunciar la Palabra de Dios y encarnarla en la vida de la Iglesia y del individuo. El camino de hacer propio el Evangelio lleva a la alegría del corazón, a la alegría de profundizar en el misterio de Dios como el gran "sí" a la vida. En este anuncio, y en el camino que sigue, se encuentra la verdadera alegría de los pastores que -como ya he dicho en otro lugar- llevan "el olor de las ovejas": pastores que viven en medio de su rebaño y son pescadores de hombres. En una palabra, Pastores dentro, como sugiere felizmente el título de este volumen: es decir, dentro de la vida de las personas, de las comunidades, del país, dentro de la mirada de los heridos y de los excluidos, de los que no dejan de ver el futuro que hay que vivir con otros y para otros. En otras palabras: ¡dentro de un pueblo, dentro de la Iglesia!
El cardenal Bagnasco ha conseguido demostrar -y es fácil leerlo en estas páginas- que la Iglesia es un organismo vivo y que respira, y no esa organización burocrática a la que algunos quisieran reducirla a veces. Ciertamente, vivimos en un tiempo agitado, pero también en un tiempo de alegría que nunca falta, porque brota del Evangelio. Los pastores, "puestos para pastorear la Iglesia de Dios" (Hch 20,28), son partícipes de la misión del Buen Pastor. Pero, ¿cómo vivir el ministerio? Me parece que estas páginas ayudan a responder a esta pregunta y que dicen a todos los pastores: a sus ojos nadie permanece invisible o marginal. Salgan al encuentro de cada persona con la preocupación y la compasión del padre misericordioso, con un espíritu fuerte y generoso. Estar dispuesto a percibir lo bueno y lo malo de los demás como propio, capaz de ofrecer la misma vida con gratuidad y ternura. Que ésta sea su vocación, porque, como escribe Santa Teresa del Niño Jesús, "sólo el amor hace actuar a los miembros de la Iglesia: si el amor se extinguiera, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los mártires se negarían a derramar su sangre...".
Sin embargo, la lectura de este volumen se recomienda no sólo a los Obispos y a sus colaboradores, sino también a los laicos de las comunidades cristianas y a los que se sienten "alejados", para descubrir reflexiones que pueden estimular el pensamiento y ayudarnos a vivir nuestro tiempo. En este sentido, agradezco al cardenal Angelo Bagnasco su ministerio humilde y compartido, no exento de sacrificios personales, en un momento de no fácil transición. Le agradezco las palabras tiernas y fuertes que ha pronunciado durante sus años como Presidente. Y también le agradezco su lealtad y su tenaz cercanía al caminar a mi lado, mirando hacia adelante para servir a la Iglesia italiana y al país.
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