El Papa a organización sindical: Sean la voz de los pobres y de los precarios
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
¿Por qué una mujer debe ganar menos que un hombre? ¿Por qué los trabajos más desgastantes siguen estando tan poco protegidos?
Por una parte, la denuncia: el “capolarato”, la explotación, los turnos sumamente exigentes, el desempleo, los conflictos internos, la tragedia de las muertes blancas y las "distorsiones del trabajo" como la disparidad salarial entre hombres y mujeres, la precariedad juvenil y la "cultura del despido". Y, por otra, las propuestas y el estímulo para transformar los entornos laborales en lugares de fraternidad, donde formar a las personas y educarlas tiene esa paz de la que el mundo actual está "sediento". Es una reflexión global pero, al mismo tiempo, una instantánea dramática del mundo del trabajo, el largo discurso del Papa a la Confederación General Italiana del Trabajo, CGIL.
Saludo del secretario general Landini
El Pontífice recibió en el Aula Pablo VI a unos cinco mil de los cinco millones de inscriptos en la histórica organización sindical italiana, fundada a finales del siglo XIX. A ellos el Papa les dio las gracias por lo que han hecho, hacen y harán por los más pobres, los emigrantes, las personas frágiles y discapacitadas, y los desocupados, a quienes dijo:
Sus palabras fueron precedidas de una amplia intervención del secretario general, Maurizio Landini, quien tocó todos los puntos neurálgicos del trabajo actual y reiteró el compromiso conjunto de los organismos laicos y de las asociaciones católicas.
"Queremos ser un sindicato de la calle para afirmar los derechos de la persona en los lugares de trabajo y en el territorio, y nos mueve, ante todo, la voluntad común de ser constructores de Paz y poner fin a una guerra, provocada por la grave invasión rusa, de la que la primera víctima es el pueblo ucraniano", afirmó Landini. "¡Ese muchacho es bueno!", comentó el Papa espontáneamente.
A continuación, desgranó su discurso hablando de las luces y sombras de ese ámbito esencial para la vida humana que es el trabajo, que "permite a la persona realizarse, vivir la fraternidad, cultivar la amistad social y mejorar el mundo".
La dignidad humana pisoteada
Varias veces Francisco fue interrumpido por los aplausos, sobre todo cuando, en forma de pregunta, "señala" lo que él llama las "distorsiones" del trabajo, fruto de la "cultura del despilfarro" que "se ha colado en los pliegues de las relaciones económicas e invadido incluso el mundo del trabajo".
“Esto ocurre, por ejemplo, cuando la dignidad humana es pisoteada por la discriminación de género. ¿Por qué una mujer debe ganar menos que un hombre? ¿Por qué hay que echar a una mujer por no pagar la baja de maternidad? Lo vemos en la precariedad juvenil: ¿por qué la gente tiene que retrasar sus opciones vitales a causa de la precariedad crónica? O de nuevo en la cultura del despido; ¿y por qué los empleos más exigentes siguen estando tan poco protegidos?”.
“Demasiadas personas – señaló el Papa – sufren por falta de trabajo o por un trabajo no digno: sus rostros merecen la escucha y el compromiso sindical".
Invertir en las personas
E, efecto, el trabajo construye la sociedad, afirmó Francisco. La propia democracia no es una "tejido" que se "teje en la mesa de algún palacio, sino con laboriosidad creativa en las fábricas, en los talleres, en las granjas, en la empresas comerciales, artesanales, en las obras, en las administraciones públicas, en las escuelas, en las oficinas". Es decir, nace "desde abajo". Entre las tareas del sindicato está, por tanto, la de "educar en el sentido del trabajo": una preocupación formativa que es "la sal de una economía sana, capaz de hacer del mundo un lugar mejor".
Demasiadas muertes
Con los sindicalistas de la CGIL, el Papa compartió, pues, sus preocupaciones. El primero fue el de la seguridad de los trabajadores.
"La idolatría del dinero tiende a pisotear todo y a todos y no aprecia las diferencias", dijo Francisco. "Sólo una sabia alianza puede prevenir esos ‘accidentes’ que son tragedias para familias y comunidades".
Formas violentas de explotación
Una segunda preocupación del Obispo de Roma es la explotación de las personas, "como si fueran máquinas de rendimiento". Hay "formas violentas", denunció, como "el caporalato y la esclavitud de los jornaleros en la agricultura o en las obras y otros lugares de trabajo, la coacción a los trabajadores para que hagan turnos exhaustivos, el juego a la baja en los contratos, el desprecio de la maternidad, el conflicto entre trabajo y familia".
¡Cuántas contradicciones y cuántas guerras entre pobres se producen en torno al trabajo! En los últimos años han aumentado los llamados "trabajadores pobres": personas que, a pesar de tener un empleo, no pueden mantener a sus familias ni darles esperanzas de futuro.
La voz de los sin voz
El sindicato, por tanto, "está llamado a ser la voz de los sin voz", señaló el Papa. "Ustedes deben hacer ruido para dar voz a los que no la tienen", añadió de paso, recomendando en particular "prestar atención a los jóvenes, que a menudo se ven obligados a firmar contratos precarios, inadecuados y esclavizantes".
Jóvenes y menos jovenes "insatisfechos”
Otro problema, que ha crecido con los años de la pandemia de Covid, es el de las personas que renuncian a su trabajo. "Jóvenes y menos jóvenes están descontentos con su profesión, el clima laboral, las formas contractuales, y prefieren dimitir. Buscan otras oportunidades", señaló el Papa Francisco.
"Este fenómeno no habla de desvinculación, sino de la necesidad de humanizar el trabajo". También en este caso, el sindicato puede realizar "una labor preventiva, dirigida a la calidad del trabajo y a acompañar a las personas hacia una recolocación más adaptada a sus talentos".
Centinelas del mundo laboral
De ahí el llamamiento del Santo Padre a ser "centinelas del mundo del trabajo, generando alianzas y no oposiciones estériles".
La gente tiene sed de paz, especialmente en este momento histórico, y la contribución de todos es crucial. Educar para la paz incluso en el lugar de trabajo, a menudo marcado por el conflicto, puede convertirse en un signo de esperanza para todos. También para las generaciones futuras, concluyó Francisco.
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