Francisco: El grito del planeta maltratado es inseparable de la humanidad sufriente
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
Significativo e interesante: así describe el Papa Francisco el método de la VIII Conferencia de Roma sobre diálogos del Mediterráneo, una iniciativa anual de alto nivel promovida por el Ministerio italiano de Asuntos Exteriores y para la Cooperación Internacional y el Instituto Italiano de Estudios Políticos Internacional. Lo escribe en un mensaje enviado a los participantes en la actividad (hacer clic aquí para leer), efectuada del 1º al 3 de diciembre en la Ciudad Eterna.
El Papa destaca el compromiso de esta propuesta “con el diálogo, la confrontación, la reflexión común y la búsqueda de soluciones o incluso con la simple coordinación de enfoques hacia lo que son -y no pueden dejar de ser- los intereses comunes de los pueblos que, en la diversidad de sus respectivas culturas, se enfrentan al mare Nostrum”. “Un mar que, prosigue el Pontífice, en su historia como medium terrarum, tiene una vocación de progreso, de desarrollo y de cultura que desgraciadamente parece haberse perdido en el pasado reciente y que es necesario recuperar plenamente y con convicción”.
Encrucijadas, problemas y oportunidades
"El Mediterráneo, de hecho, puntualiza el Obispo de Roma, tiene el gran potencial de conectar tres continentes: una conexión que históricamente, también a través de la migración, ha sido muy fructífera. África, Asia y Europa la bordean, pero con demasiada frecuencia olvidamos que las líneas que delimitan son también las que conectan, y que la ambivalencia del término "frontera" puede aludir también a un fin común: el cum-finis". Este es, según Francisco, un aspecto "del que eran conscientes las civilizaciones que nos precedieron y de las que el Mediterráneo fue cuna".
El Sucesor de Pedro lamenta tener que constatar que este mismo mar, en la actualidad, "lucha por ser vivido como un lugar de encuentro, de intercambio, de compartir y de colaboración". "Pero, al mismo tiempo, es precisamente en esta encrucijada de la humanidad donde nos esperan tantas oportunidades. Por tanto, debemos retomar la cultura del encuentro de la que tanto nos hemos beneficiado, y no sólo en el pasado. Así podremos reconstruir el sentido de la fraternidad, desarrollando no sólo relaciones económicas más justas, sino también relaciones más humanas, incluso con los inmigrantes".
Para Bergoglio, "esta Conferencia tiene el mérito de relanzar la centralidad del Mediterráneo, a través de la discusión de una agenda particularmente rica en temas, que van desde las cuestiones geopolíticas y de seguridad, hasta la protección de las libertades fundamentales del individuo, pasando por el desafío de las migraciones y la crisis climática y medioambiental".
La migración es esencial para el bien de esta zona
Francisco explica que "la importancia y la variedad de los temas que se someten a su consideración exigen una reflexión fundamental. Esta variedad es ya en sí misma significativa de cómo las cuestiones ético-sociales no pueden separarse de las múltiples situaciones de crisis geopolítica y también de las propias cuestiones medioambientales. La idea de abordar las cuestiones individuales de forma sectorial, por separado y al margen de las demás es, en este sentido, un pensamiento equivocado. De hecho, conlleva el riesgo de llegar a soluciones parciales y defectuosas, que no sólo no resuelven los problemas sino que los cronifican".
Se refiere, en especial, a "la incapacidad de encontrar soluciones comunes a la movilidad humana en la región, que sigue provocando pérdidas de vidas inaceptables y casi siempre evitables, especialmente en el Mediterráneo. La migración es esencial para el bienestar de esta zona y no puede detenerse. Por tanto, a todas las partes les interesa encontrar una solución inclusiva y beneficiosa para todos que garantice tanto la dignidad humana como la prosperidad compartida".
El Papa reivindica la importancia de considerar toda la situación desde una perspectiva global
"La interconexión de las cuestiones exige que se examinen conjuntamente, en una visión coordinada lo más amplia posible, como ya se ha puesto de manifiesto de forma abrumadora durante la crisis pandémica, otra clara confirmación de que nadie se salva solo", afirma el Pontífice argentino.
"Esta globalización de los problemas se vuelve a plantear hoy a propósito del dramático conflicto bélico en curso dentro de Europa, entre Rusia y Ucrania, del que, además de los daños incalculables de toda guerra en términos de víctimas, tanto civiles como militares, se derivan la crisis energética, la crisis financiera, la crisis humanitaria de tantos inocentes obligados a abandonar sus hogares y a perder sus bienes más preciados y, finalmente, la crisis alimentaria, que afecta a un número creciente de personas en todo el mundo, especialmente en los países más pobres. De hecho, el conflicto ucraniano está teniendo enormes repercusiones en los países del norte de África, que dependen en un 80% del grano procedente de Ucrania o Rusia".
"Esta crisis, apunta el Pastor de la Iglesia universal, nos insta a considerar toda la situación desde una perspectiva global, al igual que los efectos son globales". "Así, añade, al igual que no se puede pensar en abordar la crisis energética aislada de la crisis política, no se puede al mismo tiempo resolver la crisis alimentaria aislada de la persistencia de los conflictos, o la crisis climática sin tener en cuenta el problema de las migraciones, o el alivio de las economías más frágiles, o la protección de las libertades fundamentales. Tampoco podemos considerar la inmensidad del sufrimiento humano sin tener en cuenta la crisis social, en la que, por un beneficio económico o político, se disminuye el valor de la persona humana y se pisotean los derechos humanos".
"Todos debemos ser cada vez más conscientes de que el grito de nuestro maltratado planeta es inseparable del grito de la humanidad sufriente", se lee en el texto pontificio. "A este respecto, sostiene, resuenan con la actualidad las palabras de San Pablo en su Carta a los Romanos, de hace unos dos mil años, en la que presenta el destino común de la humanidad y de la creación, que -dice el Apóstol- alimenta la esperanza de que también ella será liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios, por la que toda la creación gime y sufre dolores de parto hasta ahora" (cf. 8,21-22).
"Este no es solo un objetivo ultramundano, sino también el horizonte del compromiso de los hombres y mujeres de buena voluntad", dice Francisco. "¡Que sea también el horizonte de sus diálogos!", augura Francisco, quien, con el deseo de "un trabajo tranquilo y fructífero", asegura sus oraciones e invoca la bendición de Dios sobre todos los participantes.
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