El Papa a misioneros: La humanidad herida necesita la Buena Noticia de la Paz
Michele Raviart - Ciudad del Vaticano
"Quiero expresar mi cercanía en Cristo a todos los misioneros y las misioneras del mundo, en particular a aquellos que atraviesan un momento difícil. El Señor resucitado, queridos hermanos y hermanas, está siempre con ustedes y ve su generosidad y sus sacrificios por la misión de evangelización en lugares lejanos". Así se dirige el Papa Francisco a los misioneros del mundo en su mensaje para la 97ª Jornada Mundial de las Misiones, que se celebrará el próximo 22 de octubre con el tema: Corazones fervientes, pies en camino (cf. Lc 24,13-35)
Una reflexión que parte del encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús Resucitado narrado en el Evangelio de Lucas y que les invita a tener "corazones que arden", "ojos abiertos" y "pies en camino". “Hoy como entonces-escribe el Papa-, el Señor resucitado es cercano a sus discípulos misioneros y camina con ellos, especialmente cuando se sienten perdidos, desanimados, amedrentados ante el misterio de la iniquidad que los rodea y los quiere sofocar”.
Un corazón frío no puede encender los corazones de los demás
Después de haber escuchado a los dos discípulos en el camino de Emaús, Jesús "les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él" y esto encendió sus corazones. Jesús, efectivamente, subraya el Papa, "es la Palabra viviente, la única que puede abrasar, iluminar y trasformar el corazón".
El conocimiento de la Escritura es importante para la vida del cristiano, y todavía más para el anuncio de Cristo y de su Evangelio. De lo contrario, ¿qué trasmitiríamos a los demás sino nuestras propias ideas y proyectos? Y un corazón frío, ¿sería capaz de encender el corazón de los demás?
Dejémonos entonces acompañar siempre por el Señor resucitado que nos explica el sentido de las Escrituras. Dejemos que Él encienda nuestro corazón, nos ilumine y nos trasforme, de modo que podamos anunciar al mundo su misterio de salvación con la fuerza y la sabiduría que vienen de su Espíritu.
Partir el pan es la acción misionera por excelencia
Al anochecer, Jesús cenó con los discípulos y, alrededor de la mesa, tomó pan, lo bendijo y lo partió. Esto les abrió los ojos y le reconocieron como el Mesías justo cuando desaparecía de su vista.
“Cristo que parte el pan - reitera el Papa- se convierte ahora en el Pan partido”, “ha entrado dentro de los corazones de los discípulos para encenderlos todavía más, impulsándolos a retomar el camino sin demora, para comunicar a todos la experiencia única del encuentro con el Resucitado”.
A este respecto, es necesario recordar que un simple partir el pan material con los hambrientos en el nombre de Cristo es ya un acto cristiano misionero. Con mayor razón, partir el Pan eucarístico, que es Cristo mismo, es la acción misionera por excelencia, porque la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia.
Una unión que se realiza a través de la oración diaria, en particular en la adoración. Cultivando con amor esta comunión con Cristo, sugiere además Francisco, el discípulo “puede convertirse en un místico en acción”.
Testigos de la vida que nunca muere
Tras reconocer a Jesús, los discípulos partieron sin demora hacia Jerusalén para compartir con los demás la alegría del encuentro con el Señor. La imagen de los “pies que se ponen en camino” recuerda la validez perenne de la missio ad gentes para evangelizar a toda persona y a todo pueblo hasta los confines de la tierra.
No es posible encontrar verdaderamente a Jesús resucitado sin sentirse impulsados por el deseo de comunicarlo a todos. Por lo tanto, el primer y principal recurso de la misión lo constituyen aquellos que han reconocido a Cristo resucitado, en las Escrituras y en la Eucaristía, que llevan su fuego en el corazón y su luz en la mirada. Ellos pueden testimoniar la vida que no muere más, incluso en las situaciones más difíciles y en los momentos más oscuros.
El objetivo sinodal de una cooperación misionera más estrecha
“Hoy más que nunca – subraya el Papa - la humanidad, herida por tantas injusticias, divisiones y guerras, necesita la Buena Noticia de la paz y de la salvación en Cristo”, y por ello “La conversión misionera sigue siendo el objetivo principal que debemos proponernos como individuos y como comunidades, porque «la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia”.
Todos pueden contribuir a este movimiento misionero con la oración y la acción, con la ofrenda de dinero y de sacrificios, y con el propio testimonio. Las Obras Misioneras Pontificias son el instrumento privilegiado para favorecer esta cooperación misionera en el ámbito espiritual y material. Por esto la colecta de donaciones de la Jornada Mundial de las Misiones está dedicada a la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.
Una urgencia de la acción misionera de la Iglesia que implica una cooperación misionera cada vez más estrecha de todos sus miembros a todos los niveles y que, concluye Francisco, "es un objetivo esencial del itinerario sinodal que la Iglesia está recorriendo".
Tal itinerario no es de ningún modo un replegarse de la Iglesia sobre sí misma, ni un proceso de sondeo popular para decidir, como se haría en un parlamento, qué es lo que hay que creer y practicar y qué no, según las preferencias humanas. Es más bien un ponerse en camino, como los discípulos de Emaús, escuchando al Señor resucitado que siempre sale a nuestro encuentro para explicarnos el sentido de la Escrituras y partir para nosotros el Pan, y así poder llevar adelante, con la fuerza del Espíritu Santo, su misión en el mundo.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí