El Papa a Magistrados del Vaticano: sean conciencia de la paz en el mundo
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Esta mañana el Papa Francisco ha recibido en audiencia a los Magistrados del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano, entre los que han estado presentes también varios representantes de los más altos tribunales del Estado italiano. El objetivo de este encuentro ha sido el de “contribuir a favorecer el conocimiento y el diálogo entre personas comprometidas en el mundo de las instituciones y, en particular, de la justicia”.
Francisco les recuerda que el tiempo transcurrido desde su último encuentro ha estado desgraciadamente marcado por graves e imprevistos acontecimientos, que han provocado profundas laceraciones: “Tras la terrible prueba de la pandemia, con su pesada secuela de luto y crisis, esperábamos una pronta recuperación, alimentada y sostenida por un amplio espíritu de solidaridad. Esperábamos y nos esforzábamos por dejar a un lado el egoísmo y el afán de lucro para intentar empezar de nuevo juntos, a escala nacional y supranacional, demostrando sentido de la responsabilidad y capacidad de colaboración” explica el Papa, subrayando que, gracias a Dios, “en muchas partes del planeta y en muchas iniciativas, esta esperanza y este deseo han encontrado una realización concreta, con creyentes y no creyentes trabajando codo con codo”.
Los cristianos estamos llamados a ser la conciencia de la paz en el mundo
Y continúa – “desgraciadamente, justo cuando se avanzaba en este camino de recuperación gradual, el estallido del conflicto en Ucrania y su trágica evolución volvieron a sumir al mundo entero en una profunda crisis, agravada por los múltiples brotes de guerra que siguen estallando también en otras naciones”. El Pontífice asegura ante los Magistrados que, ante estos escenarios, “crece en nosotros el anhelo de paz y justicia. Refuerza en nuestra conciencia, hasta hacerse imperativa, la necesidad de dar testimonio para ayudar a construir la paz y la justicia” y les recuerda las palabras que pronunció durante su reciente viaje a la República Democrática del Congo: "en un mundo desalentado por la violencia y la guerra, los cristianos hacen como Jesús. Él, casi con insistencia, repetía a los discípulos: ¡Paz, paz a vosotros! (cf. Jn 20,19.21); y nosotros estamos llamados a hacer nuestro y decir al mundo este anuncio profético e inesperado del Señor, un anuncio de paz. [...] Sí, los cristianos, enviados por Cristo, estamos llamados por definición a ser la conciencia de la paz en el mundo".
Todo compromiso con la paz implica y exige un compromiso con la justicia
“La paz sin justicia no es verdadera paz, no tiene fundamento sólido ni posibilidad de futuro. Y la justicia no es una abstracción ni una utopía”. Francisco explica que, en la Biblia, la justicia “es el cumplimiento honesto y fiel de todo deber para con Dios, es hacer su voluntad”. “No es sólo el fruto de un conjunto de normas que hay que aplicar con pericia técnica – dice – sino que es la virtud por la que damos a cada uno lo suyo, indispensable para el buen funcionamiento de todas las esferas de la vida común y para que todos lleven una vida serena. Una virtud que debe cultivarse mediante un compromiso de conversión personal y ejercitarse junto con las otras virtudes cardinales de la prudencia, la fortaleza y la templanza”. Es por ello – subraya el Papa – que “esta virtud se confía de manera eminente a la responsabilidad de quienes se dedican al ámbito judicial, para hacer posible el restablecimiento de la paz violada entre los distintos sujetos de la comunidad en litigio entre sí y dentro de la comunidad”.
Evitar el riesgo de "confundir el dedo con la luna"
El Santo Padre también ha expuesto como operan los Tribunales del Estado de la Ciudad del Vaticano, que desempeñan un valioso papel en beneficio de la Santa Sede cuando se trata de resolver litigios civiles o penales. “Se trata de litigios que, por su propia naturaleza, quedan fuera de la jurisdicción de los Tribunales de la Santa Sede y de los tribunales canónicos, y que deben juzgarse sobre la base de un complejo entramado de fuentes canónicas y civiles, como el previsto por el sistema vaticano, cuya aplicación requiere conocimientos específicos”. En este sentido, asegura que, en los últimos años, estas disputas legales y los juicios relacionados con ellas “han aumentado”, al igual que, en no pocos casos, “la gravedad de las conductas que salen a la luz, especialmente en el ámbito de la gestión patrimonial y financiera”.
“Aquí hay que ser claros y evitar el riesgo de "confundir el dedo con la luna": el problema no son los pleitos, sino los hechos y conductas que los originan y los hacen dolorosamente necesarios” explica el Papa. En efecto – continúa – “tales comportamientos por parte de los miembros de la Iglesia perjudican gravemente su eficacia para reflejar la luz divina”. Pero la “gracias a Dios” porque, sin embargo, "no disminuyen ni el deseo profundo de esta luz ni la disponibilidad de la Iglesia para acogerla y compartirla [...] porque los discípulos de Cristo están "llamados a ser la luz del mundo" y así es como la Iglesia “refleja el amor salvífico de Cristo, que es la Luz del mundo".
Misericordia y justicia no son alternativas, sino que caminan juntas
Por último, el Papa recuerda a los Magistrados que la Iglesia "cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, con palabras y obras, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente" y les invita a, con esta actitud de misericordia y cercanía, “mirar a los hermanos y hermanas, especialmente cuando se encuentran en dificultades, cuando cometen errores, cuando están sometidos a la prueba del juicio”. Una prueba – señala – “que a veces es necesaria, cuando se trata de constatar conductas que empañan el rostro de la Iglesia y suscitan escándalo en la comunidad de los fieles”.
Para ello, Francisco les pide realizar un “discernimiento riguroso”, que "impida el desarrollo de una moral fría de escritorio en el tratamiento de las cuestiones más delicadas"; así como el “recurso prudente al canon de equidad”, que puede ayudar a encontrar el necesario equilibrio entre justicia y misericordia. Pues – concluye – “la misericordia no es la suspensión de la justicia, sino su cumplimiento”.
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