Francisco envía un caluroso saludo al pueblo chino
Patricia Ynestroza - Ulán Bator
"Estos dos hermanos obispos, el emérito de Hong Kong y el actual obispo de Hong Kong: quisiera aprovechar su presencia para enviar un caluroso saludo al noble pueblo chino. A todo el pueblo le deseo lo mejor, y que vaya siempre adelante, que progrese siempre. Y pido a los católicos chinos que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos. A todos. Un jesuita y un salesiano... Gracias".
Con estas palabras, el Papa sorprendió al mundo al final de la misa en el Steppe Arena, al llamar a su lado a ambos obispos, el emérito, Mons. John Tong Hon y el actual, Stephen Chow. 200 peregrinos chinos han acudido a Mongolia en los últimos días para recibir al Papa: "Sus palabras refuerzan la unidad". Han llegado como han podido, en tren, avión y coche desde China Continental, Macao y Taiwán. Después de sus palabras, que como un susurro, fueron un gran grito por ese pueblo, el Steppe Arena fue sacudido por un coro de "¡Viva el Papa!".
El próximo 30 de septiembre, entre los nuevos cardenales, Stephen Chow será el tercer cardenal de Hong Kong. Uno de los raros casos de tres cardenales que siguen viviendo en una misma diócesis.
Dos mil personas presentes
La misa se llevó a cabo en el Steppe Arena, un ultramoderno palacio de hielo, el primero de este tipo en el país, donde desde hace dos años se realizan competiciones de disciplinas invernales y más. Dos mil personas estaban presentes, los cantos fueron característicos del folklor mongol.
En su homilía, Francisco recordó que el amor es el único que sacia la sed, la sed interior. El amor gratuito de Dios por el hombre y el que el hombre, con igual gratuidad, sabe dar a los demás por Dios. Luego dijo que ni el éxito, ni el poder, o las cosas materiales son suficientes para saciar el interior de nuestra nuestra vida, se trata de una mentalidad mundana, que no conduce a nada bueno y, de hecho, nos deja más secos que antes, afirmó.
Gracias al pueblo mongol
Después de las palabras del cardenal Marengo, Francisco agradeció al pueblo mongol. Le animó a avanzar con mansedumbre y sin miedo y a crecer juntos en fraternidad. Sigan adelante, dijo, sintiendo la cercanía y el aliento de toda la Iglesia, y sobre todo la mirada tierna del Señor, que no olvida a nadie y mira con amor a cada uno de sus hijos.
Tuvo palabras de agradecimiento para los obispos, religiosos y autoridades que hicieron posible este viaje, a los peregrinos que se dieron cita en este viaje apostólico, venidos de otras partes del continente asiático. Se dirigió a los hermanos y hermanas de otras confesiones cristianas y religiones, que sigan creciendo juntos en la hermandad, como semillas de paz en un mundo “tristemente asolado por demasiadas guerras y conflictos".
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