La hermana del padre Hamel saluda al Papa con un don de paz y el testimonio del perdón
Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
He llevado al Papa un dibujo con la paloma y el olivo, símbolo de la paz, y las palabras de una balada que recitaba con su hermano en los momentos difíciles: "Que la paloma venga, con su rama de olivo, a nuestros corazones y en este mundo donde la paz aún está por alcanzarse". Roselyne Hamel, hermana del padre Jacques, el sacerdote que fue decapitado en 2016, a la edad de 85 años, en Francia, en la parroquia de Saint-Etienne-du-Rouvray, en la diócesis de Rouen, por dos jóvenes terroristas de origen magrebí, fue recibida esta mañana por el Papa Francisco.
Tres encuentros en siete años
No es el primer encuentro con el Pontífice, que en septiembre de 2018 quiso celebrar una Misa en Santa Marta en memoria del sacerdote -cuyo proceso de beatificación está en curso – junto con su familia y un grupo de 80 peregrinos de Ruan. El encuentro de hoy, que ha tenido lugar en el Aula Pablo VI, antes de la audiencia general del miércoles, ha sido el tercer encuentro entre el Papa y Roselyne, que también ha querido entregar en manos del Pontífice una imagen de su hermano con un fondo claro que pone el rostro de este hombre, considerado por todos como un santo en vida, se asemeja en algunos rasgos al Cura de Ars, San Juan María Vianney. Roselyne también guardó una homilía del padre Jacques que encontró en un cajón: se la entregó al Papa y le aseguró que rezaría a su pariente, el futuro beato, por su salud, afectada por una bronquitis.
Reconciliación con la madre de uno de los asesinos
Roselyne se encuentra actualmente en Roma para presentar la sexta edición del Premio de Periodismo Padre Jaques Hamel dedicado al diálogo interreligioso, prevista para enero en Lourdes, este año abierto a candidaturas de periodistas de todo el mundo. Este reconocimiento es una forma de perpetuar la memoria de su hermano y también promover el diálogo y la reconciliación. Lo que ella misma llevó a cabo por primera vez cuando conoció a la madre de Adel Kermiche, uno de los asesinos de su hermano sacerdote con poco más de dieciocho años, iniciando un camino de curación mutua. Una experiencia profunda que Roselyne Hamel quiso compartir ante el micrófono de Jean-Charles Putzolu.
“Conocer a la señora Kermiche era el camino que buscaba para darle sentido a mi vida, después de haber sufrido tanta violencia”, afirma. “Jacques no sólo está muerto, sino que murió con toda esta maldad humana. Entonces, cuando fui a ver a la señora Kermiche, lo primero que me dijo, por supuesto, fue que era su hijo quien actuaba de esa manera. Ella pidió perdón. Quería encontrarse con nosotros para pedir perdón y tratar de comprender. Inmediatamente compartimos este sufrimiento que tenía un significado diferente. Pero me pregunté '¿quién puede sufrir más que yo?'. Es cierto que esta madre, que crio a sus hijos como yo, trae consigo un sufrimiento doloroso. Nos dijo: 'Entienden, mi hijo, la carne de mi carne; tuve que llamar a la policía para perseguirlo y meterlo en prisión porque ya no podía soportarlo. Y cuando descubrí cómo vivía en prisión, al lado de un adulto radicalizado, lo hemos sacado de ahí, pagamos abogados. ¿Para qué? Que mate a un religioso'”. Esta madre, continúa Roselyne, “lleva constantemente este manto de culpa, además del dolor de haber perdido a su hijo. Y nos dijo: 'Miren, utedes cristianos, vengan inmediatamente a visitarme. Pero mi comunidad me ha abandonado".
El encuentro con las hermanas de uno de los cómplices
Roselyne Hamel también explica que durante el juicio logró acercarse a cuatro hermanas de otro preso, acusado de cómplice del asesinato. “Durante un receso del juicio, fui a recibirlos a los bancos donde se sentaba el público, y cuando me vieron llegar, tenían una expresión de miedo en sus caras y enseguida les dije: '¡No tengan miedo! No tengan miedo de mí. He venido para expresarte mi compasión por el dolor que está experimentando tu hermano menor. Me estrecharon la mano. Me lo agradecieron. Sentimos algo de paz". El último día del juicio, las cuatro hermanas esperaron a Roselyne en las puertas del tribunal para contarle más sobre su hermano. “Ni ellos ni su madre habían podido cuidarlo desde que era muy pequeño. Hablamos mucho tiempo y, antes de irnos, los abracé y les dije que su hermanito ahora llevaría una carga pesada. 'Esten lo más presente posible, vayan a verlo porque los va a necesitar mucho'".
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