Francisco pide transmitir la fe a cada uno en su propia lengua materna
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
El Santo Padre dirige su saludo a los hermanos Obispos, a los Ministros Provinciales, a todos los Hermanos Menores, así como a las autoridades civiles locales y a los fieles que se reúnen con júbilo para conmemorar, del 24 al 27 de mayo, los 500 años de presencia franciscana en México.
En un mensaje, Francisco recuerda que "al llegar a esas tierras desconocidas, aquellos hermanos menores —a los que posteriormente siguieron una multitud de intrépidos misioneros de todas las familias religiosas— llevaban el corazón y la vida henchidos de la “alegría del Evangelio”. "Tenían la certeza, añade, de saberse portadores de una esperanza que no defrauda, sino que es fuente de un gozo cuya bondad es difusiva de sí. Por ello buscaron poner en práctica la exhortación que san Pablo hace en la carta a los romanos: alegrarse con los que están alegres y llorar con los que lloran".
El Papa puntualiza que "por amor al Evangelio, a fin de poder participar también ellos de sus bienes, siguieron el ejemplo del apóstol de 'hacerse todo para todos' y ganarlos así para Dios". "Pero la Buena Noticia que este puñado de frailes comenzó a difundir hace cinco siglos, prosiguió, es un proceso dinámico que no conoce ni término ni frontera".
El Pontífice subraya que hoy, al igual que en el pasado, "en su servicio misionero se esfuerzan por poner en práctica los consejos evangélicos". También desea "que esa disposición siga atrayendo a todos por medio de una actitud humilde y obediente, de manera que el apelativo “motolinía” —que significa “pobre” en lengua náhuatl—, con el que una vez fueron reconocidos por los naturales del lugar, los impulse a oponer el diálogo y la escucha a la altivez tan enquistada actualmente en las relaciones humanas; que por el anuncio de la potencia de la cruz y la alegría que de ella emana, ayuden a todos a cargar las suyas; y que el amor desinteresado y pleno de Dios por todos los hombres, impulse el ejercicio de vuestra caridad para ir en pos de los que aún no conocen a Cristo, los alejados, los pobres y necesitados".
El Sucesor de Pedro encomienda a los franciscanos a la Santísima Virgen de Guadalupe, a la que describe como "modelo excepcional de evangelización": "Que ella acompañe sus pasos e interceda por ustedes con amor de madre, para que sean constructores de una Iglesia sinodal, discípula y misionera, que sepa inculturar la fe trasmitiéndola a cada uno en su propia lengua materna". Asimismo, los anima a vivir estos días con agradecimiento y esperanza, eleva sus súplicas a Dios para que los bendiga abundantemente y, como es habitual, les pide que no se olviden de rezar por él.
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