El Papa a consagrados de Brasil: Hay que cultivar la vocación para que dé fruto
Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano
Es una carta llena de afecto la que Francisco dirigió a los participantes en el Congreso de Vida Religiosa Consagrada sobre el tema "CRB 70 años: memoria agradecida, mística, profecía y esperanza", promovido por la Conferencia de Religiosos de Brasil para conmemorar su 70 aniversario. «Agradecido por el inmenso don de la vocación a la vida consagrada que, en sus más diversos carismas, enriquece la comunión eclesial y contribuye grandemente a la misión de la Iglesia en todo el mundo», el Papa subraya que en muchos lugares «el primer anuncio del Evangelio» es el de «los consagrados y consagradas, que asumen con gran compromiso y con la entrega de su vida» la invitación de Jesús a llegar a todos los continentes para anunciar la Buena Noticia a toda criatura. Y recuerda «que el don de la vocación debe ser custodiado y cultivado cada día, para que produzca buenos frutos».
Permanecer en el amor de Cristo
Francisco se inspiró en el lema elegido para el Congreso -la recomendación de Jesús a los apóstoles durante la Última Cena de permanecer en su amor- para explicar que es necesario un «diálogo constante con Jesús en la oración cotidiana y la fidelidad a los votos» para «vivir bien la llamada divina». En este sentido, el Pontífice recuerda lo que dijo en la XXIV Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el 1 de febrero de 2020, reiterando que «la vida consagrada, si permanece firme en el amor del Señor, ve la belleza. Ve que la pobreza no es un esfuerzo titánico, sino una libertad superior, que nos da a Dios y a los demás como las verdaderas riquezas. Ve que la castidad no es esterilidad austera, sino el camino para amar sin poseer. Ve que la obediencia no es disciplina, sino victoria sobre nuestra anarquía al estilo de Jesús».
Mirar al futuro con esperanza
El deseo del Papa es que el encuentro organizado por la Conferencia de Religiosos de Brasil sea para todos los consagrados y consagradas «un momento para recordar el pasado con gratitud» y «vivir el presente sostenidos por la mística de los carismas específicos de cada familia religiosa y proféticamente comprometidos con el anuncio del Evangelio», para poder mirar al futuro con esperanza.
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