El Papa: estudiar la historia con la memoria del pasado para construir un futuro fraterno
Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano
La historia de la Iglesia debe ser amada y estudiada como una madre, «tal como es». Esta historia, a menudo impulsada por «nombres problemáticos», debe contarse sin olvidos, omisiones ni simplificaciones, para no ceder a las influencias de «ideologías de distintos colores» capaces de aniquilar «todo lo que se diferente». El Papa Francisco ha publicado hoy, 21 de noviembre, una carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia para ayudar a los sacerdotes a «interpretar mejor la realidad social», especialmente con vistas a la formación de nuevos sacerdotes y agentes de pastoral. La esperanza del Pontífice es que, a través de este estudio -porque es estudio y no «parloteo» o «resúmenes de Internet»-, podamos llegar a «opciones valientes y fuertes» que, alimentadas por «la investigación, el conocimiento y el compartir», respondan a los «estribillos paralizantes del consumismo cultural».
Cultivar el vínculo con las generaciones anteriores
Sin dejar de reconocer la atención que los sacerdotes dedican al estudio de la historia de la Iglesia, Francisco comenzó pidiendo que se cultive en los jóvenes estudiantes de teología «una real sensibilidad histórica». Es decir, una «clara familiaridad con la dimensión histórica propia del ser humano».
Nadie puede saber verdaderamente quién es y qué pretende ser mañana sin nutrir el vínculo que lo une con las generaciones que lo preceden.
Responsabilidad ética, compartir y solidaridad
El estudio, en la visión del Papa, mantiene encendida «la llama de la conciencia colectiva», desprendiéndose de las memorias individuales ligadas «al propio interés o a las propias emociones, sin un verdadero nexo con la comunidad humana y eclesial en la que estamos viviendo».
Es así como se logra entablar una relación con la realidad que llama a la responsabilidad ética, al compartir, a la solidaridad.
La Iglesia, una madre que hay que amar tal como es
Francisco cita a un teólogo francés que decía que el estudio de la historia «nos protege del monofisismo eclesiológico», es decir, de una « de una concepción demasiado angelical de la Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas».
Y a la Iglesia, como a una madre, hay que amarla tal como es; si no, no la amamos en absoluto, o amamos sólo un fantasma de nuestra imaginación.
Esta Iglesia que, también en sus momentos más oscuros, se reconoce a sí misma y es capaz de comprender las manchas y las heridas del mundo en el que vive.
Ideologías que destruyen a quien es diferente
La exhortación apostólica postsinodal Christus vivit ya contenía una invitación a desconfiar de quienes proponen «ignorar» el pasado y no recojer «la experiencia de los mayores».
Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones.
El peligro de las memorias ad hoc
Para comprender la realidad – señala el Papa - es necesario encuadrarla en la diacronía, allí donde la tendencia predominante es apoyarse en lecturas de los fenómenos que los equiparan en la sincronía, es decir, en una especie de presente sin pasado. Tal perspectiva, señala el Papa, es urgente para contrarrestar el « la supresión del pasado y de la historia o de los relatos históricos ‘tendenciosos’».
Entonces todo se vuelve aún peor si pensamos en historias cuidadosa y secretamente prefabricadas que sirven para construir relatos ad hoc, relatos de identidad y relatos de exclusión.
El juicio confiado exclusivamente a las redes sociales
Sin embargo, el estudio de la realidad, pasada o presente, no debe ceder a «simplificaciones ingenuas y peligrosas». Si el juicio sobre «momentos horrendos» y «personas muy oscuras» se delega a través de «los medios de comunicación, las redes sociales o solo por interés político, siempre estaremos expuestos al ímpetu irracional de la ira o la emoción ».
Al final, como se dice, «una cosa fuera de contexto sirve sólo de pretexto».
La historia de la Iglesia, entre verdad y nombres «problemáticos»
Francisco menciona la genealogía de Jesús, narrada en el Evangelio de Mateo, que «se basa en la historia verdadera, en la que hay presentes algunos nombres, por así decirlo, problemáticos ». Del mismo modo, la Iglesia no ignora que, entre sus miembros, tanto clérigos como laicos, ha habido quienes no fueron «fieles al Espíritu de Dios».
Dejando a un lado el juicio de la historia sobre estas deficiencias, debemos, sin embargo, tener conciencia de ellas y combatirlas con máxima energía para que no dañen a la difusión del Evangelio.
Recordar para avanzar
El Papa insta a no «invitar al olvidar». Acontecimientos como la Shoah, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y tantas otras plagas «que nos avergüenzan de ser humanos». Recuerdos que hay que rememorar «sin cansarnos ni anestesiarnos. […] Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante».
¡No, por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa
Pasión e compromiso en el estudio
El estudio de la historia de la Iglesia, prosigue el Papa, no debe limitarse a un «enfoque meramente cronológico» o a un «un reduccionismo generalizado» incapaz de dialogar «con la realidad viva». Francisco subraya también la importancia de educar a los estudiantes en la correcta investigación de las fuentes, para convertir el aprendizaje en «pasión y compromiso». Es necesario dar testimonio de quienes «no han podido hacer oír su voz» a lo largo de la historia. Entre ellos, el Papa invita a sacar a la luz las experiencias del martirio.
Precisamente donde la Iglesia no ha triunfado a los ojos del mundo es cuando ha alcanzado su mayor belleza.
La «gran tarea»
«Estamos hablando de estudio, no de parloteo, de lecturas superficiales, del “cortar y pegar” de resúmenes de Internet », concluye Francisco. Es necesario «hacerse preguntas» dirigidas a encontrar «el sentido de la vida» si «ser anestesiado banalidad».
Esta es vuestra gran tarea: responder a los estribillos paralizantes del consumismo cultural con opciones dinámicas y fuertes, con la investigación, el conocimiento y el compartir.
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