El Papa: Una Iglesia de puertas abiertas a las mujeres y las familias heridas
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
Un estilo sinodal para afrontar los desafíos a los que están llamadas las familias, mostrando su fecundidad, su fraternidad en el seguimiento del Evangelio. Este es uno de los conceptos fuertes que el Papa Francisco expresó en su audiencia a la Comunidad Académica del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia. Recordando el documento final del Sínodo sobre la Sinodalidad, el Pontífice destacó la importancia del matrimonio y la familia para la vida de los pueblos, «la Iglesia siempre -explicó- los ha cuidado, apoyado y evangelizado.
Desgraciadamente, hay países en los que los poderes públicos no respetan la dignidad y la libertad a las que todo ser humano tiene un derecho inalienable como hijo de Dios. A menudo, las limitaciones y las imposiciones pesan especialmente sobre las mujeres, forzándolas a posiciones de subordinación, y esto es muy malo.
Las mujeres, añade Francisco, estaban entre los discípulos de Jesús, en el plan de salvación «no hay discriminación entre hombres y mujeres» porque ambos pertenecen a Cristo.
El vino bueno
«El sacramento del Matrimonio», explica el Papa, “es como el vino bueno que se sirve en las bodas de Caná”. La familia, por tanto, como «morada abierta y acogedora», al estilo de las primeras comunidades cristianas, donde «ninguna limitación económica o social» impedía vivir siguiendo a Jesús. «Entrar en la Iglesia -añade- significa siempre inaugurar una nueva fraternidad, fundada en el Bautismo, que abraza al extranjero e incluso al enemigo». Una Iglesia que no cierra la puerta a los que luchan en la fe, sino que también les acompaña llevando el peso de su dolor. «Todos», reitera el Papa, “son un poco la vocación de la Iglesia, madre de todos”.
La «lógica de la integración pastoral es la clave del acompañamiento pastoral» a quienes «cohabitan aplazando indefinidamente su compromiso matrimonial» y a los divorciados y vueltos a casar. «Están bautizados, son hermanos y hermanas, el Espíritu Santo derrama carisma en ellos para el bien de todos": su presencia en la Iglesia testimonia su deseo de perseverar en la fe, a pesar de las heridas de experiencias dolorosas.
Sin exclusión
Es la caridad, subraya el Papa, la clave para mantener unida la familia fundada en el matrimonio.
La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y de enseñar a amar», la capacidad de amar y de enseñar a amar; por mucho que una familia esté herida, “siempre puede crecer desde el amor”. En las familias, las heridas se curan con amor.
Construir armonías
Hay desafíos para la familia que tienen su raíz en la ruptura entre Iglesia y cultura, «el drama de nuestra época» lo llamaba Juan Pablo II. Por eso, partiendo de las indicaciones del último Sínodo, es necesario «un compromiso para superar los distanciamientos o conflictos culturales, construyendo armonías y comprensiones entre los pueblos». Este es el punto de partida para la cooperación y el desarrollo de «una comprensión crítica de las actitudes de las diferentes sociedades y culturas hacia el matrimonio y la familia». Por ello, la invitación es a dialogar «con estudiosos e instituciones culturales, incluso de enfoques diferentes, como ya ocurre con la Universidad de Roma Tre y el Instituto Nacional del Cáncer».
Piedras vivas
Francisco espera que el Instituto Juan Pablo II ayude a los cónyuges y a las familias en su misión.
Ayudándoles a ser piedras vivas de la Iglesia y testigos de fidelidad, de servicio, de apertura a la vida, de acogida. ¡Caminemos juntos en el seguimiento de Cristo! Este estilo sinodal corresponde a los grandes desafíos de hoy, ante los cuales las familias son signo de fecundidad y de fraternidad fundada en el Evangelio.
Una sinodalidad que es ante todo escucha de la Palabra de Dios, pero también «escucha de las voces de los demás, porque Dios habla a todos».
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