Monseñor Viganò: "El Papa invita a promover un periodismo de Paz"
Massimiliano Menichetti – Ciudad del Vaticano
Monseñor Viganò, éste es el segundo Mensaje del Santo Padre desde que es “operativa” la Secretaría para la Comunicación. Lo que une ambos textos es el horizonte bíblico, que ya trae a la memoria el título: “No temas, que yo estoy contigo” (Is 43,5), del 2017 y “La verdad os hará libres”, del 2018.
No es una elección casual. En efecto, todo el mensaje, incluso en sus notas de actualidad, gira en torno a una fuerte raíz bíblica, al igual que el del año pasado. El Santo Padre, desde el principio del texto, recuerda los episodios de Caín y Abel y de la Torre de Babel (Gn 4,1-16; 11,1-9), precisamente para explicar que cuando el hombre, “sigue su propio egoísmo orgulloso, también puede hacer un mal uso de la facultad de comunicar”. ¿Cómo no recordar, al respecto, la Carta a los Hebreos? “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas, en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos” (Hb,1,1-2).
Toda la historia de la salvación, es decir de la alianza renovada continuamente por Dios fiel con el pueblo, con frecuencia, infiel, es un diálogo entretejido de llamadas, reclamos y bendiciones. Hasta la manifestación de Jesús que, como dice el texto, es la Verdad. Ésta es la piedra angular del mensaje, sobra la que se apoyan después las reflexiones y la invitación final del Papa a “promover un periodismo de paz ”. “Yo soy la verdad” (Jn 14, 6) no es una afirmación conceptual o un conocimiento abstracto. En Cristo las dos naturalezas, la humana y la divina, no se confunden sino que se “co-pertenecen” en una unidad personal. La revelación de Dios en Cristo custodia la alteridad devolviendo así la verdad señalada por la relación. Sólo esto libera al hombre: “La verdad los hará libres” (Jn 8, 32).
Por lo tanto una fuerte llamada a la calidad de las relaciones que llega del marco bíblico.
En la perspectiva relacional se comprende de modo claro cuánto pueda construir la comunicación y cuánto pueda matar. Caín y Abel, como también la Torre de Babel, son la demostración evidente de esto. Y no sólo… Hay un hermoso texto de Dostoievski, que el Santo Padre cita en el Mensaje: “Quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás.
Luego, como ya no estima a nadie, deja también de amar, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos; y por culpa de sus vicios, se hace como una bestia. Y todo esto deriva del continuo mentir a los demás y a sí mismo” (Los hermanos Karamazov, II, 2). Interroguémonos, por lo tanto, acerca de la calidad de nuestra relación con los demás y con nosotros mismos. “La comunicación humana – recuerda el Papa – es una modalidad esencial para vivir la comunión”. Pero si nuestras relaciones están envenenadas, ¿qué comunión podremos vivir?
Además, complican las cosas las falsas noticias, las llamadas fake news. ¿También ellas son causa de este envenenamiento?
Las falsas noticias son uno de los elementos que envenenan las relaciones. Son noticias de sabor verdadero, pero de hecho son infundadas, parciales, cuando no son incluso falsas. En las falsas noticias el problema no es la falta de veracidad, que es muy evidente, sino la verosimilitud. En su Mensaje el Santo Padre se refiere a esto ampliamente, recordando la estrategia utilizada por “la serpiente astuta”, de la que habla el Libro del Génesis, “la cual, en los albores de la humanidad, fue la artífice de la primera fake news (Cfr. Gn 3, 1-15), que llevó a las trágicas consecuencias del pecado, y que se concretizaron luego en el primer fratricidio (Cfr. Gn 4) y en otras innumerables formas de mal contra Dios, el prójimo, la sociedad y la creación”.
Cuesta reconocer las falsas noticias porque tienen una fisionomía mimética: es la dinámica del mal que se presenta siempre como un bien fácilmente alcanzable. La eficacia dramática de este tipo de contenidos está precisamente en el hecho de desenmascarar la propia falsedad, en el hecho de parecer plausibles para algunos, obrando sobre competencias, expectativas, prejuicios enraizados dentro de grupos sociales más o menos amplios. Por esta razón, las falsas noticias son especialmente insidiosas, dotadas de una capacidad de toma y de cabida lamentablemente notables. Aspectos agudizados por el papel de las redes sociales en la detonación y en la propagación que, unidos a una utilización manipuladora, terminan por desembocar en formas de intolerancia y odio.
¿Cuál es el antídoto contra el veneno de las falsas noticias?
Las falsas noticias, de hecho, nacen del prejuicio y de la incapacidad de la escucha. “El antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad – escribe el Santo Padre en el mensaje – es dejarse purificar por la verdad”. Sólo así podremos contrastar, desde su nacimiento, prejuicios y sorderas que no hacen más que detener toda forma de comunicación, encerrando a todos en un círculo vicioso. La capacidad de escucha y, por lo tanto, de diálogo exige una madurez humana capaz de favorecer adaptaciones a las diversas e imprevistas circunstancias.
La comunicación no es sólo transmisión de noticias: es disponibilidad, enriquecimiento recíproco, relación. Sólo con un corazón libre y capaz de escucha, atento y respetuoso, la comunicación puede construir puentes, ocasiones de paz sin fingimientos. Todo esto nos exhorta a no rendirnos en la búsqueda y en la propagación de la verdad, sobre todo en la educación de los jóvenes. Como recordaba Pablo VI (Cfr. Mensaje de 1972: “Los instrumentos de comunicación social al servicio de la verdad”): “El hombre, y mucho más el cristiano, no abdicará jamás de su capacidad de contribuir a la conquista de la verdad: no sólo la abstracta o filosófica, sino también la concreta y diaria de los sucesos particulares; si abdicase, dañaría de esa forma la propia dignidad personal”.
¿De qué modo los periodistas y las instituciones pueden poner en práctica este mensaje?
Ante todo creo que sea útil reconducir al centro del debate la responsabilidad de la comunicación. Este valor, junto a la libertad de expresión, es capaz de hacer de la misma comunicación un lugar de escucha, de diálogo e incluso de disentimiento, si bien en las formas de la normal dialéctica de la interacción. Por lo tanto, partiendo de los requisitos de base requeridos por la deontología profesional, es necesario reconstruir el contexto a fin de que los hechos referidos posean una luz auténtica sin sombras de verdades a medias o de verosimilitudes. En este proceso pienso que tantos los ciudadanos como las instituciones deban encontrar nuevas formas de alianzas que van desde la escuela hasta la política.
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