Jurkovič: gran sintonía entre Francisco y Martin Luther King
Alessandro Gisotti – Ciudad del Vaticano
Mañana, 4 de abril, se cumplirá el 50º aniversario del fallecimiento de Martin Luther King, líder afroamericano y premio Nobel de la paz, quien fue asesinado en Memphis, en Tennessee, mientras estaba comprometido en una campaña en favor de los trabajadores afroamericanos. Pocos días después, a la hora del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Pablo VI – quien lo había recibido en la Ciudad del Vaticano en 1964 – expresó su dolor por el asesinato “de un inerme y cristiano profeta de la integración racial”.
La figura del pastor afroamericano también es fuente de inspiración para el Santo Padre Francisco, quien hizo referencia a esta personalidad en el histórico discurso que pronunció en el Congreso de los Estados Unidos de América el 24 de septiembre de 2015 y quien – hace menos de un mes – recibió en audiencia a Bernice Albertine, la hija menor de Martin Luther King, que también está comprometida en favor de la no-violencia y contra todo tipo de discriminación.
Para una reflexión sobre la herencia de Martin Luther King en el ámbito de la defensa de los derechos humanos, hemos entrevistado al arzobispo Ivan Jurkovič, Observador de la Santa Sede ante la Oficina de la ONU en Ginebra.
Cincuenta años después de la muerte de Martin Luther King, ¿cuál es, según su opinión, la herencia más importante que ha dejado en la defensa de los derechos humanos?
R. – Indudablemente se trata de una personalidad monumental en la historia de la defensa de los derechos del hombre. Se podría decir, sin dudas, que con él comienza un “período nuevo”, acompañado también por un desarrollo general de la sociedad, de la democracia, etc. Probablemente, permanecerá para siempre entre los grandes del Siglo XX, a quienes hay que decir que se añadieron otros: ha sido acompañado por otros ejemplos. En todo caso hay que reconocer que con él comienza una época nueva.
Hablando ante el Congreso de los Estados Unidos, en el año 2015, el Papa Francisco afirmó que “el sueño de Martin Luther King sigue inspirándonos”. ¿Cuáles son, según su opinión, los puntos de contacto entre el Papa y el líder afroamericano?
R. – Pienso que lo primero que ha sido reconocido objetivamente, que es visible, es que se trata de dos expresiones culturales no occidentales, europeas. Se trata de dos personas que han dirigido la atención universal a una nueva visión del mundo. Ciertamente, Martin Luther King lo hizo en defensa de los derechos humanos de la población afroamericana; mientras el Papa, en cambio, trae una nueva visión de la Iglesia. Todo esto, indudablemente, para decir que se trata de dos principios que son reconocidos como típicos, tanto por Martin Luther King como por todas las personalidades de inspiración cristiana: el primero es la no violencia, un principio que se ha vuelto tan problemático hoy, frente a las tantas acciones violentas que vemos a nuestro alrededor. Y después el principio de la fraternidad universal: considerar a todas las personas como destinatarias de la misma fraternidad.
En varias partes del mundo vemos que renace el racismo y las discriminaciones… ¿Qué puede hacer la Santa Sede y qué está haciendo, también en las Naciones Unidas, sirviéndose precisamente del ejemplo de un hombre como Martin Luther King?
R. – Lo que hay que decir – lo que se ve en las Naciones Unidas – es que cuestiones tan esenciales tienen necesidad de una continua atención y esta atención no puede ser sólo burocrática, de las personas que trabajan y están implicadas en el trabajo, sino también por parte de diversas personalidades. La visibilidad sólo se alcanza a través de los personajes: los grandes temas de la humanidad deben ser defendidos por las grandes personalidades. El Papa Francisco lo hace – lo hace de manera espléndida – y todos reconocen este papel suyo que se ha ganado en tan breve tiempo. El Papa cree que el único futuro digno de la persona humana es el que incluye a todos. Y debemos perseguir y defender esta visión, que también es la de Martin Luther King: todos podemos ser felices, pero esto sólo se produce si todos son incluidos, desde el último hasta el más privilegiado y viceversa.
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