#GiovanniXXIII: un balance sobre la peregrinación. Entrevista al Cardenal Parolin
Alessandro Gisotti – Ciudad del Vaticano
El Cardenal Pietro Parolin presidirá esta tarde en Sotto il Monte, en la diócesis italiana de Bérgamo, la celebración conclusiva de la histórica peregrinatio de los restos de San Juan XXIII a su tierra natal. El Secretario de Estado se detiene con Vatican News sobre la importancia de este evento y sobre la actualidad de la figura y del Magisterio del Papa Roncalli.
P.- La peregrinación a su tierra natal ha demostrado la devoción y el gran afecto que la gente tiene aún hoy por San Juan XXIII, a 50 años de su muerte. ¿Por qué según usted?
R.- Creo que la gran devoción y el afecto que la gente continúa a demostrar con respecto a San Juan XXIII se deban a la misma razón por la cual el Papa, su figura, ha entrado inmediatamente en el corazón de los fieles, después de su elección a la Cátedra de Pedro. Identificaría esta razón fundamentalmente con su bondad: de hecho, lo llamaban “el Papa bueno”. En su rostro sereno, sonriente y acogedor, se podía ver casi un reflejo de la bondad de Dios. Y esto la gente lo ha captado inmediatamente. Una bondad que se dirigía sobre todo a los pequeños, a las personas casi al margen de la sociedad, o por lo menos no tenidas en consideración: pensemos en los niños, con la visita al Hospital Niño Jesús, pensemos en los encarcelados, con su visita a la cárcel Regina Coeli. Pensemos también en los alejados. Este deseo de encontrar a los alejados, aquellos que no estaban en la Iglesia, aquellos que no compartían la vida, que no compartían la enseñanza. Creo que es ésta la clave de lectura del hombre y del sacerdote, del obispo y del Papa. Juan XXIII, realmente, ha sido una gran luz. Los Santos son siempre una gran luz que el Señor ha encendido en las tinieblas de nuestro mundo y que continúa a iluminar todavía nuestra humanidad.
P.- Cardenal Parolin, ¿qué recuerdos tiene de la figura del Papa Roncalli? ¿Qué representa este Papa Santo en su vida de cristiano y en el servicio a la Santa Sede?
R.- Fue el primer Papa que conocí, después de la edad de la razón. Recuerdo sobre todo la gran melancolía, el sentido de pesadumbre que se percibía casi de manera palpable en ocasión de su muerte. Yo tenía entonces ocho años y comenzaba a darme cuenta de las cosas. Noté precisamente esta atmósfera, este clima: era como si estuviera muriendo uno de la propia familia, como si estuviera muriendo un papá, porque todos nosotros lo sentíamos como tal. Éste es el recuerdo más directo y más vivo que tengo del tiempo del Papa Juan. Además, naturalmente, también a través de la televisión que en aquel entonces comenzaba a difundirse – aunque no como en nuestros días – fue posible seguir algunos momentos, sobre todo aquellos concernientes el Concilio Vaticano II.
Por lo que respecta mi vida, creo que la figura del Papa Juan XXIII es una figura de gran inspiración para el servicio que doy a la Iglesia, para el cual he sido llamado, porque me parece que lo podemos definir un poco – como alguien lo hizo – “el hombre del encuentro”. Creo que la diplomacia es justamente esto: el intento de superar todas las barreras y de encontrarse para afrontar juntos los problemas de la humanidad de hoy. Por lo tanto, en este sentido, ha sido y continúa a ser una inspiración para mí. Esta capacidad de simpatía humana y cristiana que te hace entrar rápido en relación con tu interlocutor. Hay que decir que todo esto ha sido sostenido por una gran espiritualidad. Quien lee “El periódico del alma” – yo he tratado de leerlo desde cuando era seminarista – se da cuenta cómo estas actitudes del Papa Juan se fundaban sobre una relación personal, viva y completamente abandonada con el Señor.
P.- Juan XXIII, el Papa del Concilio, el Papa de la paz. Según usted, ¿cuál es el mensaje más actual para el presente que nos ofrece Angelo Roncalli para la Iglesia y para el mundo?
R.- Creo que toda la vida del Papa Juan ha sido un mensaje: lo fue el Concilio, más allá de lo que son sus documentos, las consecuencias que ha traído a la vida de la Iglesia. Lo fue, sobre todo, - y usted lo recordaba – también la Encíclica Pacem in Terris, que ha verdaderamente impresionado a todos en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Creo que la enseñanza principal del Papa Juan que debemos atesorar es precisamente, el buscar más lo que nos une que lo que nos divide.
Creo que es una enseñanza, una llamada, una exhortación de particular actualidad dentro de la Iglesia hoy, y fuera de la Iglesia, en un mundo que tiende siempre más a la fragmentación, que tiende siempre más a dividir a las personas, a los grupos, a las sociedades y a los Estados, a crear tensiones. Es esta confianza recíproca, esta actitud de confianza en las personas que permite encontrarlas por aquello que son en su realidad, y esta búsqueda de aquello que nos es común, para partir de allí y luego para afrontar también eventuales diferencias y buscar de hacerlas converger en una unidad superior que permite afrontar y resolver los grandes problemas de hombre de hoy.
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