Veritatis Splendor, Mons. Fisichella: quien critica al Papa no es fiel a la tradición católica
Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano
La Carta Encíclica Veritatis Splendor reflexiona sobre cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia y explica las "razones de una enseñanza moral fundada en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica viviente".
"Es necesario – se lee en el documento- que el hombre de hoy se vuelva de nuevo hacia Cristo para obtener de Él la respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo". En esta entrevista con Vatican News, Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, recuerda los aspectos más destacados de esta encíclica y subraya que no existe ningún pretexto para desafiar el Magisterio del Papa Francisco a la luz del magisterio anterior".
R.- Veritatis Splendor, la encíclica de Juan Pablo II, en un cambiante contexto cultural muy determinado por un secularismo y, en consecuencia, también por un fuerte relativismo filosófico, presenta - como también indica el título de una obra de Von Balthasar "Puntos fijos" - los puntos fundamentales que permanecen como las referencias para la doctrina cristiana.
A propósito de puntos fijos, ¿qué quiere decir el Papa Juan Pablo II cuando habla de verdades inmutables, de normas morales universales?
R.- En primer lugar, cuando hablamos de la verdad, debemos tener siempre un concepto dinámico. La verdad no es una dimensión fija. La verdad para los cristianos es, por encima de todo, esa Palabra viviente que el Señor nos ha dejado. No olvidemos que dice Jesús: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Por lo tanto, la dimensión de la verdad se abre a un encuentro personal: es la verdad del Evangelio, es la verdad representada por la persona de Jesucristo. Todo eso que es el contenido que Jesús quiso transmitir a sus discípulos y que de los apóstoles llega hasta nosotros, es una verdad que se abre cada vez más a un descubrimiento del misterio que se ha revelado. Hay algunos puntos fundamentales que permanecen como hitos en la enseñanza dogmática y moral de la Iglesia. Estos son elementos que permanecen en su inmutabilidad. Obviamente, todo esto requiere de los teólogos - como también sostiene la encíclica Vertiatis Splendor - una gran obra de interpretación. La norma inmutable se basa en la verdad del Evangelio. Ese principio de instancia que es insertado, permanece en su validez, en su criterio de juicio que continuamente, sin embargo, debe ser abierto por el descubrimiento de la verdad de la Palabra de Dios.
Entonces nos enfrentamos a un dinamismo de verdades permanentes firmemente vinculadas a la tradición. Entonces hay una continuidad que se renueva siempre...
R. - Absolutamente. La Iglesia Católica no puede aceptar, en mi opinión, una idea de la verdad cerrada en sí misma. La verdad, por su propia naturaleza, se refiere a la fidelidad y también a la libertad: "La verdad os hará libres". Una verdad que se abre cada vez más es una verdad que hace que incluso cada creyente, cada hombre, descubra una libertad más profunda. Sin embargo, esto también requiere lealtad. El vínculo entre fidelidad y verdad es un vínculo típico de la concepción bíblica de la verdad.
Esta lectura de la verdad, por lo tanto, requiere fidelidad. Algunos sectores de la Iglesia critican al Papa Francisco porque, en su opinión, se desvía de la doctrina católica y se refieren, en concreto, a la Veritatis Splendor. ¿Qué responder?
R.- El magisterio nunca debe utilizarse instrumentalmente para hacer un contraste en el desarrollo de la doctrina. Cuando hay un uso instrumental, temo entonces que no exista el deseo de un descubrimiento de la verdad y que tampoco haya una fidelidad a la tradición de la Iglesia. Creo que no existe ningún pretexto para desafiar el Magisterio del Papa Francisco a la luz del magisterio anterior.
Por el contrario, debemos reiterar cuánta continuidad hay en el desarrollo. Creo, de igual modo, que también es importante leer detenidamente toda la enseñanza del Papa Francisco y no únicamente alguna intervención: el mosaico viene dado por el conjunto de los azulejos, no por un solo azulejo.
El magisterio del Papa Francisco es, entonces, un mosaico que no puede leerse solo mirando las piezas individuales. ¿Cuál es entonces el rostro general de este magisterio, de esta enseñanza tan elevada del Papa Francisco?
R.- El de una gran apertura en la obra de evangelización. Ese de no anticipar la norma al anuncio. Creo que los elementos deben ser necesariamente estos: el encuentro con la persona de Jesús, el anuncio constante que la Iglesia debe hacer, que los pastores están llamados a hacer para llegar a todos.
Esta es la idea de la Iglesia en salida y, por lo tanto, también la capacidad -como se dice en Evangelii Gaudium - de acompañar a nuestro contemporáneo, de caminar junto a él para comprenderlo, para entender realmente cuáles son las instancias y a veces también tal vez, dar un paso hacia atrás. Por lo tanto, esta dimensión emerge junto con la necesidad de misericordia. El Jubileo de la Misericordia fue el signo concreto de cómo el Papa Francisco identifica y dirige su Pontificado.
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