Sínodo: La Iglesia ayude a los jóvenes a realizar sus sueños
Isabella Piro - Ciudad del Vaticano
¿Cuán dispuesta está la Iglesia a dejarse "perturbar" por los sueños de los jóvenes y a caminar con ellos para realizarlos, con novedad y belleza? Esto es lo que se pregunta el Sínodo hoy, al concluir la reflexión sobre la tercera parte del Instrumentum laboris. La Iglesia necesita - se lee en algunos de los 14 Informes de los Círculos Menores- una conversión pastoral y misionera que no sea un mero ejercicio técnico, sino una exigencia de la sequela Christi; una conversión orientada a la renovación de la propia Iglesia para aspirar a ser más, a servir más. El sueño del Sínodo, en efecto, es una Iglesia más conforme al Evangelio. Y una contribución esencial a esta conversión viene precisamente de los jóvenes: ellos - subrayan los Padres sinodales - no deben ser sólo el "receptor" preferencial de la acción pastoral, sino también protagonistas y participantes activos en los procesos de toma de decisiones, con vistas a la corresponsabilidad y la colegialidad, porque tienen algo valioso que ofrecer, con lo que el Señor puede obrar milagros.
Los desafíos de los jóvenes de hoy
Sin embargo, los jóvenes de hoy se enfrentan a numerosos desafíos: la marginación, especialmente de las mujeres víctimas del machismo y desigualdad; las adicciones; la cuestión de las personas homosexuales que deben ser acompañadas pastoralmente, para que crezcan en la fe y no sean discriminadas, porque la Iglesia se opone a la discriminación de cualquier persona o grupo; el desempleo; las cuestiones éticas sobre el tema de la sexualidad y el aborto, que deben ser profundizadas para evitar confusiones; la influencia del ocultismo; la tragedia de los abusos, de frente a los cuales la Iglesia puede y debe ser reformada, para que sea verdaderamente un ambiente seguro y digno de confianza. Frente a esto, nota el Sínodo, la Iglesia tiene la tarea prioritaria de transmitir el don de la fe a través del acompañamiento, el discernimiento y la integración, centrándose en la primacía de la escucha del Evangelio y buscando formas más eficaces de confrontación con los jóvenes, como la música o el deporte. La Iglesia -dice el Sínodo- debe estar "en salida" y es urgente una nueva espiritualidad misionera.
La pastoral juvenil no debe ser separada de la pastoral familiar
La reflexión sobre la familia es también central, la "pequeña Iglesia", escuela de amor y humanidad, punto de partida para llegar a Cristo: por eso, dicen los Padres sinodales, la pastoral juvenil no puede ser considerada como algo separado de la pastoral familiar. Junto a la familia, la parroquia también debe ser repensada como un lugar de escucha, de comunión y de misión: se necesitan comunidades fraternas, alegres, contagiosas -explica el Sínodo- donde los jóvenes puedan asumir sus responsabilidades, quizás experimentando el fracaso, que, sin embargo, si están bien acompañados, es siempre una fuente de crecimiento. En resumen, los Padres señalan que los jóvenes deben acostumbrarse a poner su confianza en Dios, gracias a un cuidado pastoral de fraternidad, declinado en formas específicas como el oratorio o el servicio.
Es necesaria una "ciudadanía digital" responsable
También hay que prestar especial atención al mundo digital, tanto por sus aspectos positivos en el campo de la evangelización, como por los aspectos negativos, como la pornografía y el ciberacoso, en respuesta a los cuales el Sínodo pide la elaboración de protocolos adecuados para la promoción de una "ciudadanía digital" responsable. Y aun más: los Círculos Menores recuerdan la necesidad de animar a las escuelas y universidades católicas, capaces de una formación integral de la persona que sea de calidad, interdisciplinaria y promotora de la "cultura del encuentro", porque la educación es un acto de amor y fermento de comunión.
Compromiso con la justicia social
Los Informes de los Círculos Menores se centran también en la urgencia de un mayor compromiso con la justicia social: la opción preferencial por los pobres - lugar teológico de encuentro con Dios- coincide a menudo con la de los jóvenes, a menudo indigentes. Y es en este contexto que los jóvenes católicos pueden crear una alianza ecuménica e interreligiosa en diálogo con los no creyentes, porque sólo partiendo de los pobres se puede soñar con un mundo más justo. La formación de los jóvenes en la Doctrina Social de la Iglesia, su "inculturación" -añaden los Padres-, se hace también esencial para combatir, por ejemplo, la corrupción y promover la paz y la salvaguardia de la Creación. Los jóvenes, en efecto, pueden ser constructores de la civilización del amor, guardianes de la casa común, transformando desde adentro, con los valores del Evangelio y la misericordia de Dios, el mundo de la política, de la economía, de la salud, de los medios de comunicación. Esencialmente se trata de comprometerse a "santificar" el ámbito secular.
Los jóvenes, "apóstoles de los migrantes"
El Sínodo pide que se preste más atención a los cristianos víctimas de persecución, cuyos testimonios se han escuchado en el Aula estos días, así como a los migrantes, que deben ser acogidos, protegidos e integrados. Al mismo tiempo, el Aula sugiere que se promueva su ayuda en patria a través de las Iglesias particulares. En este contexto, los jóvenes pueden ser un apoyo válido, convirtiéndose en verdaderos "apóstoles de los migrantes" porque entre ellos, a menudo, hay muchos jóvenes. El Aula se detiene también en las diversas expresiones de la piedad popular -por ejemplo, las peregrinaciones- porque a veces ayudan a los jóvenes a hacer un viaje de descubrimiento de la doctrina y de la moral cristiana, gracias a la "fuerza evangelizadora" que ellas encierran.
La llamada a la santidad
A continuación, el Sínodo reflexiona sobre la llamada a la santidad: los jóvenes anhelan la santidad de vida y desean recibir consejos prácticos que les ayuden en este camino. Por eso es importante no descuidar la dimensión espiritual, porque permite a los jóvenes discernir el camino que Dios abre ante ellos. Por una parte, se necesitan compañeros competentes que ayuden a los jóvenes a tomar las decisiones correctas; por otra, se necesita desarrollar un estilo de vida cristiana propio de los jóvenes: por ejemplo, un estilo de oración, una lectio divina o un modelo de celebración eucarística específico para ellos. Es necesario, en efecto, enseñar a los jóvenes que la Misa es un encuentro con Dios, un momento en el que son conmovidos por Cristo. Y como lugar privilegiado de evangelización, el misterio eucarístico, con su encanto, debe hacerse más accesible a los jóvenes, gracias a un lenguaje adecuado, musical, artístico y poético. Finalmente, varios informes muestran que el Sínodo es sólo el comienzo de un proceso que, como una llama, debe ser llevado a cabo, alimentado y difundido a nivel local.
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