Mons. Coleridge: En el altar ponemos nuestros fracasos, traiciones y nuestra fe en Jesús
Ciudad del Vaticano
Compromiso de la Iglesia
Mons. Coleridge en la misa de clausura del Encuentro para la Protección de los Menores, afirmó: “Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para hacer justicia y sanar a los sobrevivientes de los abusos; los escucharemos, creeremos en ellos y caminaremos con ellos; nos aseguraremos de que todos aquellos que han cometido abusos nunca más puedan ofender”.
Para el obispo australiano, esto será posible si. En primer lugar, dejamos que sean las Palabras de Jesús transfigurado se queden en nosotros. Solos con él, confrontados, presentes, silentes.
En segundo lugar, constata que “Los pastores de la Iglesia, como David, han recibido el don del poder, pero el poder de servir, de crear, un poder que está con y para, pero no por encima, como dice Pablo, que "Dios ha dado para nuestra edificación y no para nuestra ruina" (2 Co 10,8).
El poder es para servir
Hay varias maneras de usar el poder. La que nos enseña Jesús es sirviendo a los más débiles, no sirviéndonos de ellos. Estos son los peligros que corremos al detentar poder: “El poder es peligroso porque puede destruir; y en estos días hemos reflexionado sobre cómo en la Iglesia el poder puede destruir cuando está separado del servicio, cuando no es una forma de amar y cuando se convierte en poder que está por encima de todo”, recalcó el obispo.
El ejercicio del poder, insiste Mons. Coleridge, es una responsabilidad: “El Señor nos pide que seamos "misericordiosos como el Padre es misericordioso". Sin embargo, incluso si deseamos una Iglesia verdaderamente segura, e incluso después de todo lo que hemos hecho para asegurar esto, no siempre hemos escogido la misericordia del hombre en el cielo. A veces hemos preferido la indiferencia del hombre de la tierra y el deseo de proteger la reputación de la Iglesia y también la nuestra. Hemos mostrado muy poca misericordia y por esta razón recibimos la misma, porque la medida con la que demos será la medida con la que se nos devuelva. No nos iremos impunes, como dice David, ya hemos tenido el castigo”.
Conversión: Cristo presente en las víctimas
Coleridge hace un llamado profundo a la conversión de la Iglesia y de todos sus miembros: “Sólo esta conversión nos ayudará a ver que las heridas de los maltratados son nuestras, que su destino es nuestro, que no son nuestros enemigos, sino los huesos de nuestros huesos, la carne de nuestra carne (cf. Gn 2, 23). Ellos son nosotros y nosotros somos ellos”.
Actuar ante los retos del futuro
Mons. Coleridge , finaliza la homilía haciendo un intenso llamado a la acción: “Si podemos hacer esto y más, no sólo conoceremos la paz del Señor Resucitado, sino que nos convertiremos en su paz en una misión hasta los confines de la tierra. Sin embargo, sólo podemos llegar a ser paz si primero nos convertimos en sacrificio. A esto decimos sí con una sola voz, mientras que en este altar ponemos nuestros fracasos, nuestras traiciones, toda nuestra fe, esperanza y amor en ese único sacrificio de Jesús, víctima y vencedor, que "enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá más muerte, ni dolor, ni pena, ni llanto, ni dolor, porque las cosas del pasado han pasado" (Apocalipsis 21, 4).
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