Mons. Auza: para enfrentar terrorismo necesaria educación eficaz
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
A todos nos han horrorizado los recientes ataques contra judíos en Pittsburgh, Poway y París, contra musulmanes en Christchurch, Queens, Quebec City y Londres, contra cristianos en Sri Lanka, en el Sahel, en algunas regiones de Nigeria, en Irak y en Siria. Sabemos que también hay muchos casos documentados de ataques contra otros creyentes religiosos. El hecho de que muchos de estos actos de violencia hayan sido perpetrados contra los creyentes cuando se reúnen para orar en sus casas de culto los hace particularmente viles: lo afirma el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, en el marco del evento titulado “Lucha contra el terrorismo y otros actos de violencia basado en la Religión o Creencia: Fomento de la tolerancia y la inclusión”, que tuvo lugar este 24 de junio en Nueva York.
Instrumentos internacionales insuficientes
En su intervención Mons. Auza destacó la dirección “correcta” que ha tomado la comunidad internacional llamando la atención sobre los ataques a través de la resolución 73/285 en el Plan de Naciones Unidas para salvaguardar los lugares religiosos. Sin embargo, señaló que “ni siquiera los mejores instrumentos internacionales son suficientes”. Es necesario, dijo, “centrarse en la responsabilidad y las acciones de los Estados para proteger a todos sus ciudadanos por igual, así como para abordar con vigor los factores culturales necesarios para promover la tolerancia y la inclusión”.
Separación positiva y respetuosa de la religión y el Estado
Siete pasos destacó el prelado en relación al camino a seguir. En primer lugar indicó la necesidad de promover el derecho “a la libertad de conciencia, religión y creencias”, puesto que “la falta de respeto” a la garantía de dichas libertades, “fomenta un entorno en el que los demás derechos de los creyentes, incluido el derecho a la vida, se violan con mayor facilidad”. Mons. Auza habló también de “garantizar la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, independientemente de su identidad religiosa o étnica, como exigencia básica de justicia”; y de la importancia de una “separación positiva y respetuosa de la religión y el Estado”, puesto que si las competencias de ambos son “confundidas o mezcladas”, “la religión- dijo citando a Papa Francisco – corre el riesgo de ser absorbida por la administración de los asuntos temporales y tentada por el encanto de las potencias mundanas que de hecho la explotan”.
No se culpe a las religiones mismas por la locura homicida
El cuarto paso enunciado por Auza fue aquel de “hacer un llamamiento a todos los dirigentes políticos, sociales y religiosos para que condenen el uso de la religión para incitar al odio y la violencia o para justificar actos de opresión, exilio, asesinato o terrorismo”. Una condena que, sin embargo, debe asegurar también “que no se culpe a las religiones mismas por la locura homicida, sino que la culpa sea de quienes malinterpretan o manipulan las creencias religiosas para cometer maldad, supuestamente en nombre de Dios, con fines políticos o ideológicos”.
Educación eficaz que entrene al diálogo
Haciendo presente que en declaraciones de algunos altos funcionarios, líderes nacionales y medios “los ataques contra los cristianos siguen sin ser reconocidos”, señaló que para enfrentar el mal del terrorismo y los actos de violencia contra los creyentes religiosos, hay que “tener el valor y la franqueza de llamar a las cosas por sus propios nombres”. Y en los dos últimos puntos indicó las necesidades de “un compromiso real con el diálogo intercultural e interreligioso” y de “una educación eficaz”. Porque “la sociedad cosecha lo que siembra”, dijo, es “esencial” que “la enseñanza en escuelas, púlpitos y a través de Internet no fomente la intransigencia y la radicalización extremista, sino que entrene al diálogo a los estudiantes, la reverencia por la dignidad de los demás, la reconciliación, la justicia y el respeto por el estado de derecho”.
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