Comisión vaticana COVID-19: abrazar la familia humana
Ciudad del Vaticano
El 20 de marzo de 2020 el Papa Francisco pidió al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (DSDHI) crear una Comisión, en colaboración con otros Dicasterios de la Curia Romana y otros organismos, para expresar la preocupación y el amor de la Iglesia por la entera familia humana ante la pandemia del COVID-19, sobre todo mediante el análisis y la reflexión respecto a los desafíos socioeconómicos del futuro y la propuesta criterios para afrontarlos.
Comunicar la esperanza
Tal como se lee en la página web oficial del DSDHI, se ha establecido una Comisión de la Santa Sede para el COVID-19 "en respuesta a la preocupación del Santo Padre, la cual que contempla la actividad de cinco Grupos de trabajo con estos objetivos: actuar ahora para el futuro; mirar al futuro con creatividad; comunicar la esperanza; buscar el diálogo y la reflexión común; apoyar para custodiar".
Los objetivos de los grupos de trabajo, que se presentaron al Santo Padre el 27 de marzo de 2020, serán coordinados por una Dirección, que informará directamente al Papa, la cual está compuesta por el Prefecto del DSDHI Cardenal Peter Turkson, el Secretario del mismo, Mons. Bruno-Marie Duffé y el Rev. P. Augusto Zampini, Secretario Adjunto.
Escuchar a las Iglesias locales
El Grupo 1 de esta Comisión Vaticana COVID-19, cuya tarea es escuchar a las iglesias locales en los desafíos que enfrentan, especialmente en el campo de la salud, deseaba escuchar las voces de la vida consagrada frente a esta pandemia porque en realidad, la vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como un don precioso y necesario también para el presente y el futuro del Pueblo de Dios, porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión ( cf.Es. Ap.Vida consagrada 3).
En este sentido, el Papa Francisco declaró en el Ángelus del 2 de febrero de 2014: "Las personas consagradas son signo de Dios en los diversos ambientes de vida, son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, son profecía del compartir con los pequeños y los pobres. La vida consagrada, así entendida y vivida, se presenta a nosotros como realmente es: un don de Dios, un don de Dios a la Iglesia, un don de Dios a su pueblo. Cada persona consagrada es un don para el pueblo de Dios en camino.”
Abrir los horizontes de la sociedad
En estos tiempos oscuros de sufrimiento - añade la nota del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral- la vida consagrada, con sus múltiples carismas de vida espiritual y apostólica dados por el Espíritu Santo, invita a la Iglesia local, pero también a la sociedad, a abrir sus horizontes.
Y como parte de esa apertura y acercamiento a la realidad de la vida consagrada, el DSDHI escuchó la realidad de algunas congregaciones religiosas en los Estados Unidos (9 de junio) y en América Latina (30 de junio) cuyo carisma es el cuidado de la persona. Estas congregaciones hablaron de sus desafíos, de las buenas prácticas que han podido poner en marcha y también de la esperanza.
Además propusieron 4 verbos para construir el futuro hacia una mayor humanidad a imagen y semejanza de Cristo.
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