Santa Sede y China: razones para un acuerdo sobre el nombramiento de obispos
Andrea Tornielli
El Acuerdo Provisional sellado el 22 de septiembre de 2018 entre la Santa Sede y la República Popular China, relativo al nombramiento de obispos, entró en vigor un mes después de su firma y, por lo tanto, expirará el 22 de octubre próximo. Firmado en Pekín, preveía una duración de dos años ad experimentum, antes de una eventual confirmación definitiva u otra decisión. El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, explicó recientemente que la intención es proponer una prórroga a las autoridades chinas, continuando la adopción del Acuerdo en forma provisional, "como se ha hecho en estos dos primeros años, a fin de verificar posteriormente su utilidad para la Iglesia en China". A pesar de la lentitud y las dificultades, agravadas en los últimos diez meses por la pandemia, Parolin dijo: "me parece que se ha marcado una dirección que vale la pena continuar, luego ya veremos".
Desde el primer comunicado, publicado conjuntamente por la Santa Sede y el gobierno chino el 22 de septiembre de 2018, se especificó con claridad inmediatamente la materia propia del Acuerdo, que no se refiere directamente a las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y China, ni al estatuto jurídico de la Iglesia Católica china, ni a las relaciones entre el clero y las autoridades del país. El Acuerdo Provisional se refiere exclusivamente al proceso de nombramiento de obispos, una cuestión esencial para la vida de la Iglesia y para la comunión de los pastores de la Iglesia Católica China con el obispo de Roma y los obispos del mundo. Por consiguiente, el objetivo del Acuerdo Provisional nunca ha sido meramente diplomático y menos aún político, sino que siempre ha sido genuinamente pastoral: su finalidad es permitir que los fieles católicos tengan obispos que estén en plena comunión con el Sucesor de Pedro y que, al mismo tiempo, sean reconocidos por las autoridades de la República Popular China.
El Papa Francisco, en su "Mensaje a los católicos chinos y a la Iglesia Universal", en septiembre de 2018, inmediatamente después de la firma del Acuerdo Provisional, recordó que en los últimos decenios, las heridas y las divisiones en el seno de la Iglesia Católica en China se habían polarizado "sobre todo, en torno a la figura del obispo como guardián de la autenticidad de la fe y garante de la comunión eclesial". Las intervenciones de las estructuras políticas en la vida interna de las comunidades católicas habían provocado la aparición del fenómeno de las llamadas comunidades "clandestinas", que trataban de escapar al control de la política religiosa del gobierno.
Consciente de las heridas de la comunión de la Iglesia causadas por las debilidades y los errores, pero también por la indebida presión externa sobre las personas, el Papa Francisco, después de años de largas negociaciones iniciadas y llevadas a cabo por sus predecesores, restableció la plena comunión con los obispos chinos ordenados sin mandato pontificio. Una decisión tomada después de reflexionar, rezar y examinar cada situación personal. El único propósito del Acuerdo Provisional, el Pontífice dejó claro, es “sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China”.
Los dos primeros años han traído nuevos nombramientos episcopales con el acuerdo de Roma y algunos obispos fueron reconocidos oficialmente por el gobierno de Pekín. Los resultados -también a causa de la pandemia que, de hecho, ha bloqueado los contactos en los últimos meses- han sido positivos, aunque limitados, y sugieren seguir adelante con la aplicación del Acuerdo durante otro período.
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