Desarrollo Humano Integral: 30° Boletín de la Sección Migrantes y Refugiados
Nuevos programas asistenciales en tiempos de pandemia
La pandemia ha puesto en crisis el sector humanitario, al requerir medidas humanas y económicas extraordinarias. No obstante, las organizaciones humanitarias católicas han puesto en marcha nuevos programas a través de los cuales se brinda asistencia a los refugiados y a las personas desplazadas por la fuerza.
Caritas Internationalis ha puesto en marcha un programa trienal para ayudar a los refugiados burundeses en el campamento de Mahama en Ruanda. El objetivo del programa es el de ayudar a las mujeres a crear pequeñas empresas. Según Ngarambe Vanson, miembro de Cáritas Ruanda que forma parte del personal del campamento, si las mujeres que residen en el campamento consiguen generar ingresos, podrán alcanzar una cierta autonomía, recuperar su dignidad y cuidar de su familia. El programa también suministra herramientas agrícolas y semillas, y ayuda a los ancianos. Además, algunos mediadores han sido capacitados para ofrecer una formación específica sobre consolidación de la paz dentro del campamento y ayudar a las personas que padecen enfermedades mentales. El trabajo de Cáritas y la generosidad de los donantes han ayudado a las personas desplazadas a mejorar su calidad de vida, incluso en estos tiempos difíciles cuando sus pequeñas empresas se han visto negativamente afectadas por la pandemia del COVID-19.
La Comisión Católica Internacional de Migraciones (CCIM), en colaboración con la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de los EE.UU. puso en marcha un nuevo programa para el año 2020/2021 en Jordania, que proporciona asistencia humanitaria a personas vulnerables y en situación de riesgo, tanto en las comunidades de origen de los refugiados como en las de acogida. En Jordania, la CCIM trabaja activamente por la erradicación del matrimonio infantil y la violencia y las desigualdades basadas en el género. Las actividades de capacitación en destrezas para la vida diaria, forman a las jóvenes supervivientes y a las niñas que corren el riesgo de contraer matrimonio, puesto que refuerzan sus capacidades de resiliencia. Además, la organización católica sigue llevando a cabo algunas de sus actividades ordinarias, como la prestación de servicios de apoyo psicosocial y de la salud mental y sus clases de alfabetización en árabe e inglés. Este año, la CCIM ha adaptado espacios acogedores para la infancia para responder a las necesidades psicosociales de los niños mediante actividades orientadas a reforzar las capacidades de resiliencia de unos 4.500 niños. Por último, gracias a la puesta en marcha de programas de generación de ingresos, los beneficiarios participan en cursos de formación profesional que les ayudan a desarrollar sus habilidades, competencias sociales y a incrementar sus posibilidades de empleo. Cada estudiante que se gradúe, recibirá al final del programa un kit personalizado que incluye los materiales esenciales para iniciar actividades empresariales.
En Bangladesh, Cáritas, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) y Catholic Relief Services (CRS) se han unido en un nuevo proyecto para ayudar a miles de refugiados rohingyas. Las tres agencias católicas pusieron en marcha el “Multipurpose Adolescent Center” para promover el desarrollo psicológico de niños y adolescentes.
También proporcionará asesoramiento y programas de formación profesional a los adolescentes, servicios de guardería, ayuda a las mujeres embarazadas y a los niños con dificultades especiales. El proyecto, iniciado a raíz de un taller realizado en Cox’s Bazar, en noviembre de 2020, está dirigido a niños de 12 a 18 años y se desarrollará hasta abril de 2021, prorrogándose ulteriormente si la situación lo exige. Inmanuel Chayan Biswas, responsable del programa especial de emergencia humanitaria de Cáritas, explicó que el JRS se encarga de financiar aquellos proyectos que conciernen principalmente a la protección de los derechos de los refugiados, mientras que CRS se dedica sobre todo a proporcionar cobijo a los refugiados y apoyo logístico en casos de desastres naturales. CRS también brinda apoyo técnico y asesoramiento. Además, según el padre Jerry Gomes, jesuita de Bangladesh que representa al JRS en el país, JRS financia 11 instalaciones adaptadas a las necesidades de los niños y ya ha garantizado la educación primaria a unos 4.000 refugiados.
En defensa de las víctimas de las crisis humanitarias
Como el Papa Francisco ha destacado en varias ocasiones, múltiples crisis afligen a este mundo herido y a la humanidad, y si queremos salir de la pandemia mejor que antes, es necesario abordar todos los males que afectan a nuestra sociedad. Por esta razón, es importante seguir concienciando a las personas sobre las numerosas crisis humanitarias que existen en todo el mundo, junto con la emergencia pandémica.
“Estamos realmente inmersos en una profunda crisis humanitaria y necesitamos solidaridad”, dijo Luiz Fernando Lisboa, obispo de la diócesis de Pemba en Mozambique, al pedir ayuda (EN; IT; FR) para miles de familias desplazadas en Cabo Delgado. Muchas personas están indocumentadas y han llegado casi sin nada. “Hay mucha gente a la que cuidar y que necesita de todo, pero ahora mismo estamos atendiendo las necesidades más básicas, es decir, ofrecemos alojamiento y comida”, añadió, en compañía de un equipo de voluntarios (entre los que se encuentran miembros de Cáritas Pemba) que acogen y ofrecen ayuda a las personas desplazadas. “Es una situación muy difícil ya que todavía hay cientos de personas que duermen en la playa. Han recibido alimentos y té, pero no un plato de comida caliente”. Además, un equipo compuesto por agentes que han recibido una formación especial, está haciendo un seguimiento a través del cual ofrece apoyo psicosocial: “La Diócesis de Pemba está formando a sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral laicos en materia de asesoramiento postraumático, para que puedan visitar a las familias y a los centros de desplazados internos y brindarles asistencia”. Por último, Mons. Lisboa expresó su agradecimiento a los agentes, a las organizaciones y a los grupos que han estado ayudando a las familias desplazadas en Cabo Delgado, dando las gracias “a todas las personas que se han preocupado por nuestra situación”.
“Como guías espirituales, pastores del pueblo de Dios y conciudadanos, expresamos nuestra profunda tristeza por la guerra entre hermanos que estalló en nuestro país vecino, Etiopía”, afirmaron los obispos de Eritrea en un comunicado sobre el conflicto entre el gobierno de Addis Abeba y las autoridades regionales de la región etíope de Tigray. “La guerra es contra la vida y contra el desarrollo”. Por lo tanto, los obispos hicieron un llamamiento a la paz y al diálogo: “Por eso, en nombre de Dios y por el bien de los pueblos involucrados, pedimos el cese inmediato de las hostilidades”.
Mientras tanto, Abba Mussie Zerai, sacerdote de la Eparquía de Asmara, comprometido con la protección de los migrantes, pidió el reconocimiento de la condición de refugiados de los eritreos en Tigray. Como explicó a la Agencia Fides en Tigray miles de eritreos deambulan a menudo muertos de hambre y están expuestos a todas las formas de explotación y abuso. Esta situación está aumentando la desesperación y crean las condiciones para quienes trafican con seres humanos. Abba Mussie pidió a la Unión Europea que “invierta recursos para dignificar la acogida de estos refugiados eritreos en Etiopía, garantizando el acceso al derecho de asilo, acceso al estudio, asistencia médica, trabajo (…). Ésta es la mejor manera de ayudar y acoger a los refugiados cerca de su hogar. De lo contrario, el éxodo a Europa se incrementará con el triste recuento de muertos en el desierto y en el mar Mediterráneo”.
Los obispos José Mazuelos y Bernardo Álvarez han publicado una Carta Pastoral titulada: “Escuchar el eco de Lampedusa en las Islas Canarias”. Los cuatro apartados de su carta abordan el drama de los inmigrantes, la globalización de la indiferencia, y el llamamiento a ser buenos samaritanos y “todos hermanos”. Los autores reiteran los cuatro verbos que sintetizan los programas animados por la parábola del Buen Samaritano, es decir: acoger, proteger, promover e integrar. “Donde muchos ven un emigrante, el cristiano ve a un hermano con una vida marcada por el dolor y el sufrimiento que busca la esperanza de alcanzar una vida mejor. No debemos olvidar que sólo cuando cesen las actuales injusticias y las crisis humanitarias podremos regular los flujos migratorios. Además, hay que evitar migraciones no necesarias, creando en los países de origen posibilidades concretas de vivir con dignidad. Hasta entonces, es necesario aumentar y simplificar la concesión de visados, abrir corredores humanitarios, garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales, ofrecer oportunidades de trabajo y formación, promover la reagrupación familiar, proteger a los menores, garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social”, recoge el documento. Ante la llegada de miles de inmigrantes a las Islas Canarias, los obispos locales invitan a los fieles católicos y a la sociedad en general a tomar conciencia de la situación de pobreza y vulnerabilidad que viven estas personas. Todos deben asegurarse de que nadie se sienta marginado o despreciado, sino que todos experimenten la acogida, la atención y el respeto que como seres humanos se merecen.
Voces de la Iglesia
En un vídeo mensaje del 25 de septiembre, con ocasión de la 75ª Asamblea General de las Naciones Unidas, el Papa Francisco pidió reformas, fortalecer el multilateralismo, la cooperación y el respeto por la dignidad humana. También expresó el deseo de la Santa Sede de que la ONU sirva “como signo e instrumento de unidad entre los Estados y de servicio a la entera familia humana”. El Santo Padre señaló que una “gran falta de respeto por la dignidad humana” subyace en lo que él define la cultura del descarte. Citó como ejemplo las persecuciones religiosas, las crisis humanitarias, el uso de armas de destrucción masiva, el desplazamiento interno, la trata de personas y el trabajo forzado, y el gran número de personas que se ven “obligadas a abandonar sus hogares”, todo esto es “intolerable, sin embargo, es hoy una realidad que muchos ignoran intencionalmente”. El Papa siguió analizando las devastadoras consecuencias de la crisis del COVID-19 en los niños, incluidos los menores migrantes y refugiados no acompañados, señalando que los casos de abuso y violencia infantil han aumentado dramáticamente. Por último, el Santo Padre insistió en el hecho de que “de una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores”. En esta coyuntura crítica, “nuestro deber es repensar el futuro de nuestra casa común y proyecto común” fortaleciendo el multilateralismo y la cooperación entre los Estados.
En un mensaje para la Jornada Internacional de la Paz, celebrada el 21 de septiembre, Barani Edwardo Hiiboro Kussala, obispo de Tombura-Yambio en Sudán del Sur, se unió al Santo Padre en “su deseo de paz, en su oración por la paz y en su trabajo por la paz para el mundo y especialmente para nosotros aquí en Sudán del Sur”. Para obtener la paz, “primero debemos enamorarnos de Dios”, dijo Mons. Hiiboro. Luego, continuó explicando que es necesario amar a los seres humanos, “creados por Él a su imagen”. Mons. Hiiboro hizo hincapié en los males del tribalismo: “Independientemente de ser miembros de nuestras diferentes comunidades étnicas, todos nos sentimos atraídos por el hecho de que Dios nos creó a todos a su imagen. Por eso, en nombre de tu tribu no puedes humillar a otra tribu y en nombre de tu tribu no puedes oprimir a otros seres humanos. Estamos todos unidos por este denominador común que es nuestro Dios creador y que también son todos los seres humanos creados a Su imagen. Todos tenemos derecho al respeto y todos tenemos derecho a vivir juntos”.
Marie Dennis de Pax Christi Internacional es una experta que ha sido invitada a integrar la Comisión COVID-19, que trabaja para imaginar el mundo post-virus. En una entrevista concedida a Vatican News, explicó que la Iglesia, gracias a su enseñanza social “puede ayudar a generar y valorar ideas que puedan dar forma a un futuro más justo y sostenible”. Según ella, el COVID-19 saca a la luz la profunda injusticia y violencia que hace que demasiadas personas, comunidades y naciones sean mucho más vulnerables que otras. Sin embargo, cree que “las semillas de la no violencia han sido sembradas por todos aquellos que de alguna manera están respondiendo solidariamente al sufrimiento causado por el COVID-19. Estas semillas, alimentadas y cuidadas con amor, pueden dar lugar a una globalización de la solidaridad arraigada en la no violencia, que promoverá una paz justa y sostenible”. Según Marie Dennis, el futuro estará determinado por la calidad, metodología y contenido de la educación que ofrecemos a las generaciones más jóvenes. En ese sentido, señala la profunda desigualdad de oportunidades educativas dentro y entre muchos países del mundo y cómo el COVID-19 ha empeorado esta desigualdad. “Cambiar la inversión económica del gasto militar en inversión en la educación parecería una forma obvia de invertir en un futuro justo, pacífico y sostenible”. La Iglesia católica ha desempeñado un importante papel a la hora de garantizar la educación en las comunidades vulnerables y desfavorecidas. “La contribución de las escuelas católicas a la paz y el bienestar de las comunidades divididas y los países abrumados por la violencia es inmensa”, explicó, “tienen especial mérito aquellas escuelas en las que la integridad absoluta de cada adulto y el respeto por cada estudiante se consideran un modo de vida, y en las que el plan de estudios incluye un profundo análisis de la no violencia como modo de vida y como medio para transformar el conflicto”.
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