Desarrollo Humano Integral: 33° Boletín de la Sección Migrantes y Refugiados
Asistencia a las personas desplazadas por la fuerza
Durante los últimos once años, dos conflictos sangrientos han causado profundas heridas a las poblaciones que residen en las regiones fronterizas entre Camerún y Nigeria, dado que están muriendo personas inocentes, los niños se ven obligados a abandonar la escuela y muchas familias tienen que abandonar sus hogares.
En el norte: Debido a los ataques perpetrados por Boko Haram, personas procedentes del noreste de Nigeria se trasladan cada día a la región norte de Camerún, donde también muchos cameruneses son desplazados por la fuerza. El campamento de Minawao, construido en 2015 en el lado de Camerún para acoger a refugiados nigerianos, ahora también aloja a desplazados internos cameruneses. La diócesis de Maïduguri (Nigeria) ha construido una capilla en el campamento, donde el obispo Oliver Doeme, que está a cargo de la diócesis de Maïduguri, y el obispo Bruno Ateba, que está a cargo de la diócesis de Maroua-Mokolo (lugar en el que se encuentra el campamento), atienden a los desplazados internos. Ambos pastores se aseguran de que estas personas sean acogidas en el campamento, disfruten de mayor seguridad alimentaria, reciban medios de subsistencia, atención médica, tengan acceso a agua potable y a servicios de saneamiento y de que sus hijos reciban instrucción.
En el sur: En la otra dirección, dos diócesis católicas nigerianas, la archidiócesis de Calabar, en el estado de Cross River, y la diócesis de Makurdi, en el estado de Benue, están respondiendo a las necesidades de los refugiados de la región anglófona del suroeste de Camerún. Las diócesis de Nigeria y Camerún, con la ayuda de la Comisión de Justicia, Desarrollo y Paz (JDPC), la Fundación católica Cáritas Nigeria y la Fundación para el Desarrollo de la Justicia y la Paz, proporcionan a los refugiados alimentos, agua potable y mosquiteras. Otro tipo de ayuda humanitaria incluye la distribución de ropa, pequeñas sumas de dinero, equipos de emergencia para viviendas, la construcción de instalaciones sanitarias y el acceso a los servicios de salud. Según el P. Emmanuel Bekomson, director de la JDPC, el apoyo humanitario que se brinda a estas poblaciones incluye también el acompañamiento espiritual y pastoral. Asimismo, hizo un llamamiento en el que pedía ayuda para construir un centro donde alojar a los refugiados recién llegados mientras esperan la tramitación de su caso.
¡Estos esfuerzos transfronterizos, en ambas direcciones, son un ejemplo edificante, incluso ideal, de cooperación pastoral!
La situación en el norte de Mozambique es cada día más dramática: se han multiplicado los ataques en la región de Cabo Delgado, haciendo que la población de su capital, Pemba, se duplique. La Comunidad de Sant’Egidio continúa ayudando a los desplazados. El 15 de noviembre, Jornada Mundial de los Pobres, se distribuyeron alimentos, jabón y mascarillas a unas 150 familias, que en su gran mayoría llegaron a Pemba por barco. A su vez, la Comunidad de Sant’Egidio de Nampula, visitó a unas 350 familias desplazadas, que fueron reubicadas en Corrane, llevándoles su amistad, apoyo y asistencia práctica. Mientras tanto, gracias a la donación del Papa Francisco a la diócesis de Pemba, se crearán dos centros de salud para proporcionar cuidados médicos a las personas que huyen de la guerra. “En un gesto de caridad pastoral, el Papa Francisco nos ofreció 100 mil euros para ayudar a los desplazados”, dijo Mons. Lisboa, quien explicó que la decisión de construir los dos centros de salud se tomó tras consultar a los encargados de la asistencia a los desplazados. También hay varias agencias católicas en Portugal, como Cáritas Portugal, la Fundación AIS y la archidiócesis de Braga, que están llevando a cabo campañas para recoger ayuda para los desplazados internos en Pemba.
Con el brote de la pandemia del coronavirus, la situación de la población de Sudán del Sur, ya de por sí desesperada por una guerra que dura casi siete años, ha empeorado aún más con el confinamiento y la falta de comida y de agua. Los misioneros salesianos continúan estando al lado de la población desplazada, ofreciéndoles ayuda material y también acompañamiento espiritual. El objetivo del programa consiste en ofrecer apoyo a los desplazados internos de Tonj y del estado occidental de Bahr-el-Ghazal, que se han quedado sin casa y han tenido que refugiarse en el bosque, sin alimentos, sin protección, ni servicios higiénicos ni medicinas. Los salesianos han distribuido comida, agua, productos de higiene y medicinas a más de 3.500 desplazados internos. Durante estos meses también se realizaron programas de radio para explicar las medidas necesarias para prevenir la transmisión del COVID-19. Esta iniciativa se sumó a la distribución de los bienes de primera necesidad y de medicinas. Entretanto, se están produciendo llegadas masivas de retornados de Sudán del Sur a los condados de Tombura-Yambio. A éstos no se les está proporcionando ninguna ayuda humanitaria. El padre Albert Salvans, de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol y responsable de dos parroquias (Ave María y Santo Tomás) que se enfrentan a dramáticas dificultades, está ayudando en lo que puede para satisfacer las necesidades básicas de estas personas.
Una respuesta a la necesidad de autonomía
Todas las personas tienen el mismo derecho a trabajar, a compartir sus talentos y a ganarse la vida. Por un lado, la propagación del coronavirus ha puesto de relieve las desigualdades sociales y ha hecho que los más débiles sean aún más vulnerables. Por otro, ha destacado el importante papel de las personas desplazadas, en nuestra economía y en nuestra sociedad. Los diferentes agentes católicos se comprometen a brindar oportunidades a los más vulnerables, para que puedan desarrollar su propio potencial y así contribuir a la sociedad. Así trabaja el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) ofreciendo a los refugiados esas oportunidades de desarrollar su potencial y contribuir a la sociedad.
A tal fin, JRS ha puesto en marcha Pathfinder, un programa que responde a la necesidad de proporcionar a los refugiados una formación profesional y vocacional, orientarles laboral y empresarialmente para crear vías para su autosuficiencia y apoyar a nuevas empresas, con el fin de que puedan convertirse en agentes de un cambio positivo y de transformación social. Pathfinder consta de tres pasos y de una fase previa de preparación, en la que se busca evaluar, no solo el contexto de la comunidad de refugiados, sino también el de la comunidad de acogida. El Paso 1 se centra en adaptar las habilidades y aspiraciones profesionales de los refugiados a las necesidades del mercado laboral. El Paso 2 tiene por objetivo formar a los refugiados en habilidades específicas. Por último, el Paso 3, se centra en los vínculos con posibles empleadores para pasantías, redacción de currículos, preparación para entrevistas de trabajo, etc. Los refugiados pueden reafirmar su dignidad y esperanza cuando adquieren los medios para ganarse la vida y mantener a sus familias. Además, unas soluciones más duraderas y sostenibles pueden mejorar la autonomía de los refugiados y aliviar la presión sobre los países de acogida.
En Bangladesh, durante la pandemia, unas 7.500 personas, en su gran mayoría pertenecientes al grupo étnico Garo, perdieron sus empleos y unos 116 empresarios tuvieron que cerrar sus negocios. Los Garo, que habían sido a la vez empleados y trabajadores por cuenta propia, tuvieron que regresar a sus aldeas para ganarse la vida. Cáritas Bangladesh organizó un encuentro para dar aliento a docenas de jóvenes empresarios indígenas que todavía padecen las consecuencias del período de confinamiento impuesto por la pandemia. Se organizó un mercadillo en cuyos puestos presentaron artículos realizados con materiales locales y técnicas tradicionales, por ejemplo, alimentos, ropa, bolsos y adornos, así como servicios de organización de eventos, bodas y salones de belleza. Unos 50 jóvenes empresarios expusieron sus productos y servicios durante el Encuentro de Jóvenes Empresarios 2020, de dos días de duración, en la ciudad de Mymensingh.
Open Doors (Puertas Abiertas), una organización sin ánimo de lucro, cuya finalidad es apoyar a los cristianos perseguidos en más de 60 países, por causa de su fe, inauguró un “centro de esperanza” en Irak, para permitir a las familias cristianas, que huyeron en 2014 tras la llegada del Estado Islámico, regresar a sus hogares en Mosul y a la cercana ciudad de Alqosh. Los Centros de Esperanza son edificios anexos a iglesias locales o situados cerca de ellas. Además de colaborar en la reconstrucción de casas, destinando fondos y proporcionando mano de obra, fortalecen a la comunidad cristiana a través de la provisión de una ayuda práctica, la participación en proyectos de desarrollo socioeconómico y el establecimiento de escuelas. Asimismo, promueven la revitalización espiritual mediante la organización de sesiones de estudios bíblicos y actividades para niños y jóvenes. Este proyecto se puso en marcha poco antes del llamamiento que el Papa Francisco dirigió a la comunidad internacional, para ayudar a fomentar la paz en Siria e Irak y ayudar a los cristianos a permanecer en sus tierras. “Es necesario lograr que la presencia cristiana, en estas tierras, siga siendo lo que siempre ha sido: un signo de paz, progreso, desarrollo y reconciliación entre las personas y los pueblos”. Por último, el Papa animó a todas las agencias católicas comprometidas en las ayudas humanitarias y que asisten a los migrantes y a las personas desplazadas, independientemente de su fe u origen.
Interviniendo en el Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones, celebrado en Ginebra el 26 de noviembre de 2020, el arzobispo Ivan Jurkovič describió a los migrantes como trabajadores esenciales en medio de la pandemia. “Es lamentable que, si bien la fuerza de trabajo de los migrantes tiene una gran demanda, a menudo son rechazados y sometidos a actitudes de utilitarismo por muchas personas dentro de las sociedades que los reciben”, afirmó. Mons. Jurkovič, el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, dijo que esta triste realidad es una “contradicción evidente, resultado de poner los intereses económicos por encima de los intereses de la persona humana”. Si queremos que los migrantes puedan contribuir de manera significativa a nuestras sociedades, culturas y economía, tenemos que ofrecerles la oportunidad de integrarse. De hecho, “lo cierto es que la migración desempeñará un papel cada vez mayor en nuestras sociedades. Por lo tanto, ha llegado el momento de repensar los parámetros de la coexistencia humana a través de las lentes de la fraternidad humana y de la solidaridad”, señaló Mons. Jurkovič.
Fratelli tutti: un camino hacia la fraternidad común
“Estamos todos en el mismo barco: Cultivar la resiliencia en una comunidad global”, es el título de la intervención del Cardenal Michael Czerny, Subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en el webinar organizado por el Lay Centre de Roma, con el fin de “cultivar la resiliencia entre generaciones”. El Cardenal Czerny señaló que en este contexto de pandemia, todas las vidas son más precarias. Estamos todos en el mismo barco. La vida en este barco es precaria porque, en lugar de comportarnos como hermanos, nos atacamos los unos a los otros y también a nuestro entorno natural. Por ello, el Papa Francisco trabaja arduamente en la Laudato si’ y en Fratelli tutti, para invertir esta tendencia al conflicto, y nos invita a avanzar con decisión hacia algo nuevo, algo que nos puede llevar a una mayor resiliencia para nuestras comunidades. Para lograr este objetivo, señaló el Cardenal, es necesario perseguir el bien común. Esto requiere perdonar y superar los diversos conflictos que, aunque inevitables, nunca deben conducir a la violencia, sino al diálogo y finalmente a la reconciliación. En una sociedad que prefiere la división y la enemistad, concluyó, Fratelli tutti es una urgente llamada a la amistad social y a la fraternidad. ¿Quién va a dar el primer paso? La respuesta es: “Las religiones al servicio de la fraternidad en nuestro mundo” como sugiere el capítulo 8. “De nuestra experiencia de fe y de la sabiduría acumulada a lo largo de los siglos, y también de las lecciones aprendidas de nuestras muchas debilidades y fracasos, nosotros, los creyentes de las diferentes religiones, sabemos que nuestro testimonio de Dios beneficia a nuestras sociedades y nos ayuda a reconocernos como compañeros de viaje, verdaderos hermanos y hermanas”.
Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, analiza Fratelli tutti en su blog y encuentra en ella una propuesta para reconstruir el mundo, a partir de las relaciones sociales rotas o inexistentes, de la miseria, de la explotación de la Tierra que crea una herencia envenenada para las futuras generaciones. La propuesta del Papa es unirse a los demás “para tejer una nueva manera de hacer la historia”. Según el Papa, esto exige una nueva economía, que no produzca miseria para muchos y riqueza para unos pocos. Es necesario “promover y fomentar modelos de desarrollo, progreso y sostenibilidad en los que las personas, y especialmente los excluidos (y entre ellos también la hermana Tierra), ya no tengan una presencia meramente nominal, técnica o funcional, sino que se conviertan en protagonistas”. El proceso que Francisco inició con su Encíclica, representa un nuevo acercamiento a la fraternidad. “La fraternidad, que brota de la conciencia de ser una única humanidad, debe penetrar en la vida de los pueblos, en las comunidades, entre los gobernantes, en los foros internacionales. Esto ayudará a entender que sólo nos podremos salvar juntos, a través del encuentro y la negociación, dejando de lado nuestros conflictos y buscando la reconciliación”. Para Riccardi, ésta es la única alternativa a un mundo en el que las desigualdades son evidentes y reina la violencia, donde la Tierra se empobrece y millones de personas terminan viviendo sumidas en la pobreza.
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