Cuarta predicación de Cuaresma del Cardenal Cantalamessa
Vatican News
Esta mañana a las 9.00, al igual que los viernes anteriores, tuvo lugar en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, la cuarta predicación de Cuaresma a cargo del Cardenal Raniero Cantalamessa. En esta nueva cita de meditación en preparación a la Pascua, a la que asistió el Papa Francisco, junto a los Cardenales, Arzobispos, Obispos, Prelados de la Familia Pontificia, con los empleados de la Curia Romana y del Vicariato de Roma y los Superiores generales o los Procuradores de las Órdenes religiosas pertenecientes a la Capilla Pontificia, el Predicador de la Casa Pontificia abordó el tema de la persona de Jesús de Nazaret.
A partir de los Hechos de los Apóstoles, que narran el episodio de la llegada del rey Agripa a Cesarea, a quien el gobernador Festo le presenta el caso de Pablo custodiado por él, a la espera de juicio, el Cardenal Cantalamessa explicó que este detalle, aparentemente secundario, “se resume la historia de los veinte siglos que siguieron a ese momento”.
Jesús de Nazaret está vivo
Y precisamente sobre esto el Predicador propuso su última meditación, es decir, “¡que Jesús de Nazaret está vivo!”. Que “no es un recuerdo del pasado”; “un personaje, sino una persona”, que “vive según el Espíritu”, es decir, de “una forma de vivir más fuerte que según la carne porque le permite vivir dentro de nosotros, no fuera, o al lado”.
En su reexamen del dogma, el Cardenal Cantalamessa recordó asimismo la “etapa fundamental” del Concilio de Éfeso, en 431, en el que se definió el título de María Theotokos, “Madre de Dios”. Y explicó que su objetivo final sólo se logró en el Concilio de Calcedonia en 451, “con la fórmula de la cual retomamos la parte relativa a la unidad de Cristo”:
Después de recordar que para la recepción completa de la definición de Nicea se necesitó un siglo, el Predicador afirmó que “para la recepción completa de esta otra definición hicieron falta todos los siglos siguientes, hasta nuestros días”. De hecho, prosiguió:
La Iglesia lee la Escritura de una manera siempre nueva
El Purpurado destacó “para revitalizar el dogma”, su dimensión subjetiva y existencial, para lo cual se refirió a San Gregorio Magno y a San Ireneo, quien escribió que “la verdad revelada”, “es como un licor precioso contenido en una vasija valiosa”, que por obra del Espíritu Santo, “siempre rejuvenece y rejuvenece incluso al jarrón que la contiene”. De manera que “la Iglesia es capaz de leer la Escritura y el dogma de una manera siempre nueva, porque ella misma es hecha nueva por el Espíritu Santo”.
Hoy nadie niega que Cristo sea una persona
“El dogma de la única persona de Cristo – dijo el Predicador – es también una estructura abierta, es decir, capaz de hablarnos hoy, de responder a las nuevas necesidades de la fe, que no son las mismas que en el siglo V. Hoy nadie niega que Cristo sea una persona”. Y agregó textualmente:
Lo más importante hoy en día, sobre el dogma de Cristo ‘una persona’, no es tanto el adjetivo ‘una’, cuanto el sustantivo ‘persona’. No tanto el hecho de que sea ‘uno e idéntico a sí mismo’, ‘unus et idem’, cuanto que sea una ‘persona’. Esto significa descubrir y proclamar que Jesucristo no es una idea, un problema histórico y ni siquiera sólo un personaje, sino una persona ¡y una persona viva!
Tras agregar que “esto es, de hecho, de lo que carecemos y de lo que necesitamos mucho para no dejar que el cristianismo se reduzca a la ideología, o simplemente a teología”, el Predicador prosiguió con el Nuevo Testamento en el momento en habla del célebre “encuentro personal con el Resucitado que jamás haya sucedido sobre la faz de la tierra: el del apóstol Pablo”. Y dijo:
La persona es ser-en-relación
Reflexionando sobre el concepto de persona en el ámbito de la Trinidad, el Cardenal Cantalamessa explicó que San Agustín y santo Tomás de Aquino, llegaron a la conclusión de que “persona”, en Dios, significa “relación”. Y agregó que la “persona es persona en el acto en que se abre a un ‘tú’ y en esta confrontación adquiere conciencia de sí. Ser persona es ‘ser-en-relación’”. Lo que también es válido para las personas divinas de la Trinidad, que son “relaciones puras” o como se dice en teología, “relaciones subsistentes”; pero vale también para toda persona en el ámbito creado.
Además constató que “desgraciadamente, para la gran mayoría de los cristianos Jesús es un personaje, no una persona”. Y dijo que “si permanecemos en el nivel de la fe objetiva, sin desarrollar una relación existencial con él, él permanece externo a nosotros, toca nuestra mente, pero no calienta el corazón. Sigue estando, a pesar de todo, en el pasado; entre nosotros y él se interponen, inconscientemente, veinte siglos de distancia”.
Evangelii gaudium
Y glosó la invitación que el Papa Francisco planteó al comienzo del número 3 de su Exhortación apostólica Evangelii gaudium:
Cristo, persona divina
Dando un paso más allá, el Predicador destacó que “nunca seremos lo suficientemente agradecidos a los Padres de la Iglesia por haber luchado, a veces literalmente hasta casi la sangre, para mantener la verdad de que Cristo es ‘una sola persona’ y que esta persona no es otra que el Hijo eterno de Dios, una de las tres personas de la Trinidad”.
Dios es amor
“El misterio más grande y más inaccesible para la mente humana – afirmó el Purpurado – no es, en mi opinión, que Dios sea uno y trino, sino que Dios es amor”.
Por lo tanto, continuó el Predicador, “nuestra relación personal con Cristo es esencialmente una relación de amor”. Y “consiste en ser amado por Cristo y amar a Cristo”. Algo que vale para todos, “pero asume un significado particular para los pastores de la Iglesia”.
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
El Cardenal Cantalamessa concluyó destacando “la consecuencia de todo esto para nuestra vida, en un momento de gran tribulación para toda la humanidad como es el presente”. Por esta razón afirmó que estamos invitados, “a mirar con ojos de fe al mundo que nos rodea y que nos da aún más miedo ahora que el hombre ha adquirido el poder de desestabilizarlo con sus armas y sus manipulaciones”.
“Dentro de una semana – finalizó el Predicador de la Casa Pontificia – será Viernes Santo e inmediatamente después el Domingo de Resurrección. Al resucitar, Jesús no regresó a la vida de antes como Lázaro, sino a una vida mejor, libre de toda inquietud:
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