Falleció el cardenal Martínez Somalo: el hombre que los Papas querían a su lado
Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
"Gran dignidad" y "solemne sobriedad". Esta es la imagen de las cualidades de un cardenal descrita por un Papa. Cuando, poco antes del 31 de marzo de 2007, fecha de su 80º cumpleaños, Eduardo Martínez Somalo, entonces cardenal camarlengo de la Iglesia católica, escribió a Benedicto XVI para informarle que renunciaba a su cargo por límite de edad; el Papa le envió una carta que revelaba, tras la forma, el fondo de una gran estima.
El ahora Pontífice emérito incluye en esas pocas líneas, fechadas el 4 de abril de 2007, una serie de sustantivos y adjetivos - "diligencia", "competencia", "amor", gastados al servicio de la Santa Sede-, además de señalar aquellas actitudes de solemne sobriedad y dignidad mostradas por el camarlengo en su momento, con la muerte de Juan Pablo II, se convierte en la máxima autoridad pro tempore de la Iglesia, que todo lo que se dice en esa carta confirma el "sincero aprecio" hacia un sacerdote y un obispo que permaneció "íntimamente ligado" a la misión en la Sede Apostólica.
De la "Urbi" al "Orbi"
Y es que la historia del cardenal Martínez Somalo -fallecido a los 94 años la mañana de este 10 de agosto en el Vaticano, donde residía- ha sido un continuo "elástico" desde y hacia Roma, desde los albores de su ministerio, cuando antes de su ordenación sacerdotal fue enviado desde España -era originario de Baños de Río Tobía, en la provincia de La Rioja- para culminar sus estudios en el Pontificio Colegio Español y en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde se licenció en Teología y Derecho Canónico.
En Roma, el futuro cardenal también fue ordenado sacerdote en 1950, regresó a su diócesis natal de Calahorra y La Calzada-Logroño y partió de nuevo a Roma, esta vez para asistir a los cursos de la Pontificia Academia Eclesiástica, la escuela de los futuros diplomáticos de la Santa Sede. En agosto de 1956 entró por primera vez en la Secretaría de Estado, donde llegó a ser jefe de la sección española, por lo que en agosto de 1968 estuvo al lado de Pablo VI en la peregrinación apostólica a Colombia para el 39º Congreso Eucarístico Internacional.
Crecen las responsabilidades
Pasaron 14 años en el Vaticano, y en abril de 1970 fue nombrado consejero de la Delegación Apostólica en Gran Bretaña. Pero sólo seis meses después, en octubre, la Secretaría de Estado lo quería de nuevo en sus filas como asesor y luego como colaborador directo del entonces sustituto, el arzobispo Giovanni Benelli. Pasaron otros cinco años de servicio a la sombra de San Pedro -en los que monseñor Martínez Somalo siempre encontró la manera de repartirse entre las oficinas vaticanas, donde muchos apreciaban también su sentido del humor, y su cercanía a la gente, en particular al mundo del sufrimiento- hasta que el 12 de noviembre de 1975 llegó el momento de dejar Roma. Pablo VI lo nombró arzobispo y lo envió como nuncio apostólico a Colombia, pero incluso en este caso la Santa Sede volvió a llamarlo después de sólo cuatro años.
Su etapa como purpurado
Esta vez fue Juan Pablo II, en mayo de 1979, quien le nombró sustituto de la Secretaría de Estado, cargo que ocupó hasta 1988, cuando el Papa Wojtyla lo creó cardenal. Ese mismo año también fue nombrado Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cargo que el Cardenal Martínez Somalo dejó en 1992 para dedicarse a dirigir la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, de la que pasó a ser Prefecto Emérito en 2004.
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