Monseñor Ali: Necesitamos crear redes para ayudar a las víctimas de abusos
Renato Martinez - Ciudad del Vaticano
“Este va a ser un evento muy importante para crear lazos, para saber que en este trabajo de prevención y de acompañamiento a las víctimas, es necesario que todos nos unamos, que formemos redes de ayuda y para eso vamos como Comisión Pontificia, para hacernos presentes en Polonia para este Encuentro tan significativo para todas las Iglesias que están en la Europa Oriental”, lo dijo Monseñor Luis Manuel Ali Herrera, Obispo Auxiliar de Bogotá, Secretario de la Conferencia Episcopal de Colombia y miembro de la Comisión Pontificia de Protección de Menores, en el marco de la Conferencia de las Iglesias del Centro y del Este de Europa, sobre el tema: "Nuestra misión común es proteger a los hijos de Dios", evento organizado por la Comisión Pontificia de Protección de Menores y la Conferencia Episcopal de Polonia, del 19 al 22 de septiembre en Varsovia, Polonia.
Crear lazos para ayudar a las víctimas
El Obispo Auxiliar de Bogotá, dialogando con nuestro colega, el Padre Manuel Cubías, explicó que se han generado muchas expectativas sobre esta Conferencia, sobre todo, por el esfuerzo que esta realizando la Iglesia para crear ambientes donde se protejan a los menores y personas vulnerables. “Este va a ser un evento muy importante para crear lazos – afirmó Monseñor Ali Herrera – para saber que en este trabajo de prevención y de acompañamiento a las víctimas, es necesario que todos nosotros nos unamos, que creamos unas redes de ayuda y para eso vamos como Comisión Pontificia, para hacernos presentes en Polonia para este Encuentro tan significativo para todas las Iglesias que están en la Europa Oriental. Además, para aprender de ellos, saber que hay iniciativas interesantes que debemos conocerlas, exteriorizarlas y también enriquecernos de todo el trabajo que se está haciendo en estos países y en todas estas Iglesias”.
¿Qué redes y practicas existen ya en la Iglesia Latinoamericana que permitan ser un espacio donde se cuide a los menores y personas vulnerables?
R.- En estos últimos años, sobre todo, las Conferencias Episcopales Nacionales en todo el territorio de Latinoamérica y El Caribe han implementado sus líneas guías. También, las Conferencias Episcopales han implementado Comisiones Nacionales y Regionales con profesionales, sacerdotes, digamos con personas que trabajan en este campo del acompañamiento de menores de edad y personas vulnerables y ellos han realizado equipos en cada una las Iglesias locales. Además, es importante señalar todo el trabajo que se está realizando desde el CELAM. Por ejemplo, hace 2 meses tuvimos un Curso de formación de Obispos de Latinoamérica y El Caribe. De igual manera tengo que reconocer el liderazgo que tiene la CLAR, es decir, el Consejo de Religiosos Latinoamericanos que, con el liderazgo de la Hermana Liliana Franco, ha motivado en todas estas provincias regionales en Latinoamérica un trabajo para la protección de los menores y las personas vulnerables. Por último, desearía resaltar todo el trabajo que está realizando SEPROME, de la Universidad Pontificia de México, que ha realizado cursos de formación en toda Latinoamérica y ha creado redes en Argentina, en Chile, Colombia, en Venezuela junto con las Conferencias Episcopales y las Conferencias de Religiosos en todas las Naciones para ir formando nuestros líderes y a nuestros laicos y religiosos y sacerdotes en la prevención y también en el acompañamiento de las víctimas.
¿En América Latina, cómo se va dando el proceso de escucha y de atención a las víctimas? ¿La Iglesia se ha convertido en un espacio donde poder sanar las heridas?
R.- Sin duda alguna, sobre todo, el liderazgo lo tienen las Iglesias locales y también las Comunidades Religiosas locales. Se ha implementado varias oficinas que, en algunas Naciones tiene nombre de “Protección de menores”, en otras “Para la implementación de la cultura del buen trato”, otras tienen el nombre de “Entornos protectores” y desde esas oficinas en las Iglesias locales, pero también como le dije en las Comunidades Religiosas Regionales, allí se ha implementado un acompañamiento a las víctimas, no sólo escucha, sino también de ir acompañando a ellas a las denuncias, tanto civiles como canónicas y después a todo el proceso de justicia y de reparación. Ciertamente falta mucho camino, pero creo que hemos iniciado y sobre todo, hay iniciativas muy interesantes en cada una de las Regiones.
¿Cuál es la realidad de los casos de abusos en América Latina, no solo en el ámbito eclesial, sino también en el seno de la familia y el ámbito civil?
R.- Nosotros somos una cultura, y lo digo hablando de toda la cultura Latinoamericana y El Caribe, que quiere y ama a los niños, a las niñas, y a los adolescentes, y respeta a las personas vulnerables. Pero, sin duda alguna, también hay elementos de esa misma cultura que motiva al irrespeto, a la falta de delicadeza con los menores de edad, por ejemplo, hay ciertas actitudes permisivas en la música, en los bailes, en el lenguaje musical de los jóvenes que no son tan delicados y prudentes cuando se tiene que presentar estas cosas a los niños. Se ve una cierta tolerancia a un lenguaje muy hipersexualizado y todo esto pues genera una falta de respeto a los menores de edad. También se percibe en nuestra cultura Latinoamericana situaciones en las cuales se va tolerando ese abuso desde la familia, de la escuela, desde los contextos sociales y es la razón por la cual la Iglesia Católica tiene que unirse no solamente entre el las diócesis y las Comunidades Religiosas, sino también con las ONGs de la región y con los Estados para que juntos podamos reconocer que la violencia sexual, en abuso sexual, es un problema social.
¿Qué dificultades, obstáculos, considera usted que existen para lograr esta unidad entre la Iglesia, las Instituciones y el Estado, como garantes del cuidado de los menores?
R.- La falta de confianza de unos y de otros, no nos confiamos. Cuando hablamos y cuando tratamos de tocar la puerta, algunas organizaciones no gubernamentales o el Estado, nos dicen “y ustedes que vienen a hacer aquí, que vienen a decirnos a nosotros”. Y lo mismo, algunas veces estas Instituciones vienen a tocar la puerta a las Iglesias, y nosotros decimos, “no, nosotros más bien trabajamos solos”. Creo que es necesario confiar mutuamente y saber qué es un problema tan complejo, tan difícil, que tiene tantas situaciones y causas que es necesario trabajar juntos como sociedad, donde la Iglesia puede aportar muchísimo, pero también, donde la sociedad y las organizaciones no gubernamentales que trabajan con menores de edad en la región, nos pueden aportar mutuamente.
Existen otras formas de abusos, por ejemplo, el bullying, la violencia entre los jóvenes, los novios, entre amigos cercanos, esta es otra expresión muchas veces de peligro que nos acercan al abuso del otro. ¿Cómo se da esto en América Latina?
R.- Se dan mucho, sobre todo, en el lenguaje, en las expresiones, en los gestos. En Colombia decimos “las tomaduras de pelo”, en todo esto se percibe ya una banalización del respeto a la dignidad de las otras personas y eso es evangelización, allí también nosotros como Iglesia, podemos aportar muchísimo, reconociendo que en esa cultura del encuentro, como dice el Papa Francisco, que inicia respetando al otro, pues, estamos generando unos entornos protectores y estos entornos protectores, cómo usted lo acaba de decir, inicia en esos detalles de todos los días y en la manera como me relaciono con los otros, como respeto su forma de hablar, de decir, sus atentos, sus lenguajes, si viene de una cultura rural, o viene de una cultura indígena, el respeto a las etnias o a las minorías, todo esto genera entonces o ambientes tóxicos, que luego van a generar en abusos o en ambientes que propician entornos protectores.
Existen personas que nos preguntan, sobre todo en las redes sociales, y ¿qué hacen con los victimarios? ¿Basta denunciarlos y esperar que cumplan su condena? ¿Hay otras iniciativas para atenderlos, y ayudarlos para después que salgan de la cárcel?
R.- Me parece una muy buena pregunta porque ciertamente ahora también necesitamos implementar el trabajo con los victimarios. Es decir, los victimarios también derecho a su debido proceso judicial, pero también a un proceso de recuperación y de inserción en la sociedad. Hay algunas situaciones muy dramáticas, muy dolorosas y psicológicamente complejas, pero, todos ellos necesitan también un proceso de sanación y de recuperación. Por supuesto que, la injusticia la tienen que pagar, digamos por esa irresponsabilidad, pero también tienen que ser acompañados, no solo de manera terapéutica, sino también espiritualmente.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí