Parolin: "La COP26 deberá afirmar la centralidad del multilateralismo y la acción"
Massimiliano Menichetti - Ciudad del Vaticano
El 26 de octubre, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, hizo sonar una nueva alarma, pidiendo medidas concretas para proteger el planeta: "Vamos camino de la catástrofe climática", dijo, comentando el Informe GAP de emisiones de 2021. La era de las medias tintas y las falsas promesas debe terminar y el momento de cerrar la brecha de liderazgo debe comenzar en Glasgow". Y ayer el Papa Francisco, en un videomensaje a la BBC, de cara a la conferencia que se celebrará en la ciudad escocesa, pidió "decisiones radicales" para sacar a la humanidad de las muchas crisis transversales e interconectadas que está atravesando. En este contexto, entrevistamos al cardenal Pietro Parolin quien encabezará la delegación de la Santa Sede en Glasgow:
- Eminencia, se abre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático Cop26. ¿Cuál es el objetivo de la presencia de la Santa Sede?
La COP26 es la primera Conferencia de la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático que se desarrolla después de la difusión del Covid-19, y además es la Conferencia que debe establecer las modalidades concretas para lograr los compromisos previstos por el Acuerdo de París de 2015. Como es sabido, el itinerario para una implementación eficaz, todavía bajo la sombra de la pandemia, es bastante complejo e incierto.
Es verdad que se comenzó un proceso de transición hacia un modelo de desarrollo libre de tecnologías y comportamientos que inciden en las emisiones de gases de efecto invernadero; la cuestión principal es cuán rápido será dicho proceso y si será capaz de respetar los tiempos planteados por la ciencia. El deseo de la Santa Sede es que la COP26 pueda realmente reafirmar la centralidad del multilateralismo y de la acción, incluso a través de los así llamados actores no estatales. Vista la lentitud del progreso, la importancia de la Conferencia de Glasgow es significativa, en cuanto a través de ella se podrá medir y estimular la voluntad colectiva y el nivel de ambición de cada estado.
- La edición precedente celebrada en Madrid se cerró invitando a “esfuerzos más ambiciosos”. Usted dijo: “es un reto para la civilización”. ¿Qué se prevé ahora?
Vivimos en un momento significativo de nuestra historia. Las respuestas al Covid-19 y al cambio climático pueden dar curso a este deseo expresado por el Papa Francisco en la Laudato si’: «Mientras la humanidad del período post-industrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables de la historia, es de esperar que la humanidad de comienzos del siglo XXI pueda ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades».
Se trata, por tanto, de un reto para la civilización en favor del bien común y de un cambio de perspectiva que debe poner la dignidad humana en el centro de cada acción. Fenómenos globales y transversales como la pandemia y el cambio climático ponen cada vez más de relieve ese cambio de rumbo pedido por el Papa Francisco, que se basa en ser conscientes de que debemos trabajar todos juntos para consolidar la alianza entre el ser humano y el medio ambiente, con una particular atención a las poblaciones más vulnerables.
-En la encíclica Laudato si’ Francisco sostiene una ecología integral en la cual el cuidado de la creación, la atención a los pobres, el compromiso en la sociedad y la construcción de la paz resultan inseparables. ¿Cuáles son las urgencias?
En la actualidad resulta profundamente evidente cómo la degradación ambiental y la degradación social están fuertemente interrelacionadas. Este también es uno de los conceptos clave de la ecología integral: «paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo».
Por este motivo, es importante que de la COP26 emerja una clara respuesta colectiva, no sólo para favorecer las actividades de mitigación y de adaptación al cambio climático por parte de todos los países, sino también para ayudar a los más vulnerables a afrontar los daños y las pérdidas que derivan de dicho fenómeno, que lamentablemente ya son una realidad en numerosos contextos.
- Es constante el llamamiento del Papa a adoptar comportamientos y acciones formados en base a la interdependencia y la corresponsabilidad, en un mundo en el que “todo está conectado” y en el que los objetivos para reducir la contaminación y para la ecosostenibilidad fijados en el Acuerdo del 2015 en París todavía parecen lejanos. ¿Qué caminos hay que recorrer?
Durante el encuentro con los líderes religiosos y los científicos que se celebró el pasado 4 de octubre para enviar un Llamamiento conjunto a la COP26, el Santo Padre ha resaltado la importancia de adoptar una mirada abierta a la interdependencia y al compartir. «No se puede actuar solos, es fundamental el compromiso de cada uno por el cuidado de los demás y del ambiente, el compromiso que lleve a un cambio de rumbo que es muy urgente y que se debe alimentar también de nuestra fe y espiritualidad […]. Este compromiso se debe solicitar continuamente al motor del amor», que ha de reavivarse día a día.
Es un reto que se pone ante la necesidad de contrastar esa “cultura del descarte” que prevalece en nuestra sociedad y que se nutre de lo que el Llamamiento conjunto denomina “las semillas de conflicto: avidez, indiferencia, ignorancia, miedo, injusticia, inseguridad y violencia”. El itinerario —dirigido tanto a conseguir los objetivos de la ecosostenibilidad como a luchar contra la degradación socioambiental— debe surgir de esta conciencia de pasar de una “cultura del descarte” a una “cultura del cuidado”. Sólo de este modo podrá ser realmente eficaz lo que se escribió en el Acuerdo de París.
- El Santo Padre, mirando a lo que ha definido como “transición ecológica” que estamos viviendo, ha hablado de “giro obligatorio”, guiados por la esperanza de que “siempre podemos cambiar de rumbo”. ¿Qué se espera concretamente de esta Conferencia de las Naciones Unidas?
Los datos más recientes que provienen de varios Organismos científicos internacionales no son nada alentadores sobre el camino que está haciendo la comunidad internacional para conseguir los objetivos del Acuerdo de París. Esto manifiesta las dificultades de este cambio de rumbo, pero contextualmente evidencia cada vez más la urgencia del mismo. Tenemos los medios y los recursos para dicho cambio; lo que todavía parece faltar es una clara voluntad política.
Este cambio de dirección se debe hacer involucrando a todos; ninguno puede quedarse atrás ni menos aún puede evitar involucrarse con conciencia ante este gran reto. Los jóvenes son los primeros que se dan cuenta. Como dice el Llamamiento que han firmado los líderes religiosos: «hemos heredado un jardín, no debemos dejar un desierto a nuestros hijos». La COP26 representa un momento importante para reafirmar de forma concreta los modos en que estos deseos se pueden realizar.
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