"El archivo del teólogo" se abre por primera vez
Isabella Piro - Ciudad del Vaticano
"Prelado encargado de asistir a la Penitenciaría Mayor, examinando los casos más complejos sometidos al Tribunal y proponiendo su resolución": así se define el teólogo de la Penitenciaría Apostólica. Su archivo, o más bien la documentación relativa a sus actividades, está ahora abierto a la consulta, ofreciendo documentos que abren nuevas vías de investigación sobre la labor del Tribunal, vista "desde dentro". El archivo, de hecho, permitirá reconstruir la formación cultural y el método de trabajo de los teólogos, miembros de la Compañía de Jesús, componiendo eventualmente un verdadero "tratado de práctica teológica y jurídica". Las particularidades del archivo serán descritas con detalle el viernes 22 de octubre por el actual teólogo de la Penitenciaría, el jesuita Padre Ján Ďačok, que intervendrá en la última jornada del VII Simposio organizado por el propio Dicasterio y que se celebrará en Roma, en el Palacio de la Cancillería.
Fuentes no publicadas
Centrado en el tema "Penitencia y penitencia entre revoluciones y restauraciones (1789-1903)", el coloquio gira en torno a dos temas principales: la evolución de las formas de penitencia y de espiritualidad penitencial durante el "largo siglo XIX", es decir, entre la Revolución Francesa (1789) y la muerte del Papa León XIII (1903), y el papel de la Penitenciaría Apostólica en el seno de la Curia Romana y de la Iglesia de la época, fuertemente marcada por las convulsiones políticas, sociales y religiosas. Una operación que será posible gracias al "Archivo del Teólogo" y sus fuentes hasta ahora desconocidas.
El siglo XIX, un siglo dilatado y complejo
El largo siglo XIX fue un siglo 'dilatado'", explicó el cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor, que intervino el jueves 21 de octubre en la apertura del Simposio, "un periodo significativo y complejo en la vida de la Iglesia, marcado por profundas transformaciones y fuertes contrastes". Esa época, en efecto, fue "el teatro de batalla del choque entre la Iglesia católica y la civilización moderna surgida de la Revolución", un duro enfrentamiento librado sobre todo "en el terreno filosófico y religioso" para frenar "la tendencia a la secularización y la eliminación de lo sobrenatural por parte de la Ilustración". La Revolución Francesa, el ascenso de Napoleón Bonaparte, el exilio de los Papas, las revueltas del Risorgimento, (Resurgimiento) recuerda el cardenal, marcaron ese "complejo y fascinante periodo histórico, en el que la Iglesia experimentó el paso del Antiguo Régimen", preparándose para afrontar "los retos de los nuevos tiempos, moviéndose entre innovaciones y restauraciones en el camino de la contemporaneidad".
La amorosa acogida del penitente
En este contexto, subraya la Penitenciaría Mayor, el sacramento de la confesión surge como "uno de los lugares privilegiados de expresión religiosa de los fieles en el siglo XIX", gracias también a figuras como San Alfonso María de' Liguori, referente indiscutible de la teología moral católica de la época; el Cura de Ars, nacido Juan María Vianney, una personalidad "luminosa"; los sacerdotes piamonteses Giuseppe Cafasso y Juan Bosco. Todos ellos, explicó el cardenal Piacenza, fueron "ejemplos admirables de un nuevo grupo de confesores que promovieron una renovada acción pastoral que privilegió, en el sacramento de la reconciliación, la acogida amorosa del penitente", junto con el inicio de "un camino de conversión y sanación espiritual".
El Jubileo de 1825 y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Esta renovada acción pastoral, añadió el cardenal, se inscribe en la "inclinación general hacia la expiación y la penitencia" que impregnó todo el siglo XIX, como reacción a "los excesos profanatorios y las convulsiones políticas" que estaban surgiendo y que llevaron a la Iglesia a "hacer penitencia, a convertirse a Dios y a pedir perdón por los pecados cometidos, tanto a nivel personal como colectivo". Esta inclinación dio lugar a dos acontecimientos importantes: el Año Santo de 1825, el único Jubileo celebrado en Roma en todo el siglo XIX, y el renacimiento de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, gracias a Santa Margarita María Alacoque y marcado por la construcción de la Basílica de Montmartre en París: inaugurada en 1891, desde entonces es escenario de adoración eucarística perpetua día y noche.
El papel de la Penitenciaría Apostólica
En cuanto a la actividad de la Penitenciaría Apostólica, el cardenal Piacenza destacó que durante "los años tormentosos" de la ocupación napoleónica de Roma (1808-1814), fue "la única entre los dicasterios de la Curia Romana que garantizó la continuidad de su trabajo, gracias a la fidelidad y el valor de sus funcionarios ante las cuestiones más graves del momento", como "la constitución civil del clero, la secularización de los religiosos o la enajenación de los bienes eclesiásticos". Más tarde, en el periodo de la Restauración, la Penitenciaría fue igualmente importante "para curar las heridas y restablecer el orden, con vistas a una 'restauración de las almas'". De ahí el deseo del cardenal Piacenza de que el VII Simposio sea una oportunidad para que los creyentes "reconozcan en la Iglesia una realidad a la vez humana y divina, pecadora en su fragilidad y al mismo tiempo santa, porque fue elegida por Cristo para transmitir su Evangelio y conducir a la humanidad a la redención".
Pecado, misericordia y reconciliación en el arte
Uno de los aspectos más destacados del Simposio fue la charla del maestro Marco Frisina y la doctora Adele Breda, de los Museos Vaticanos, que se centró en aquellas obras de arte figurativo, literatura y música del siglo XIX vinculadas a los temas del pecado, la misericordia y la reconciliación.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí