Monseñor Peña Parra en Ecuador: Sacerdotes felices al servicio de la evangelización
Vatican News
Muchas veces el clero diocesano es utilizado solo con el único fin de responder a las necesidades de determinadas Iglesias. De este modo, un sacerdote "ejerce su ministerio tratando de satisfacer las necesidades del momento, las más urgentes". Pero esta perspectiva eclesial, que no tiene en cuenta los carismas individuales, "corre el riesgo de consumir la vida de ese sacerdote en la entrega generosa a lo que se le pide, impidiéndole realizar y vivir lo que el Señor le ha llamado al concederle esa gracia particular". Con esta reflexión sobre la identidad y la misión del sacerdote, Monseñor Edgar Peña Parra, Sustituto para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, se dirigió a los miembros de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, reunidos la mañana del martes 26 de abril en Quito, tal como lo dio a conocer el diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, en su edición de este 27 de abril de 2022.
Encuentro con las autoridades civiles y religiosas del país
Tras salir de Roma el domingo 24, el Prelado se encuentra en el país latinoamericano hasta el jueves 28 de abril, según anunció la cuenta de Twitter de la Secretaría de Estado @TerzaLoggia. Después del encuentro con el Presidente de la República de Ecuador, Guillermo Lasso, entre los primeros momentos oficiales de la visita -que tiene lugar con motivo de la inauguración de la renovada sede de la Nunciatura Apostólica- se realizó el encuentro con los Pastores ecuatorianos, encabezados por Monseñor Luis Gerardo Cabrera Herrera, Arzobispo de Guayaquil, y Monseñor Alfredo José Espinoza Mateus, Arzobispo de Quito, Presidente y Vicepresidente, respectivamente, de la Conferencia Episcopal.
Reflexión sobre la identidad y la misión del sacerdote
Precisando las coordenadas del ministerio sacerdotal, Monseñor Peña Parra instó a invertir la perspectiva a veces dominante: "No son las urgencias pastorales las que deciden la suerte de un sacerdote, sino que es el carisma de un sacerdote el que inspira las decisiones que debe tomar una Iglesia". De este modo, dijo, "estamos inevitablemente llamados a repensar nuestra vida eclesial, trabajando para que sea guiada y sostenida sobre todo por personas que, siendo cada vez más ellas mismas, puedan sentirse felices en su misión". Y es precisamente "la felicidad en el ministerio el primer ingrediente de toda evangelización".
Un sacerdote que cumple con su deber, pero no es feliz es un contra-testigo. Debemos pensar mucho más -exhortó el Prelado- en lo que puede hacer feliz a la persona que nos ha sido confiada, es decir, debemos preguntarnos qué hace esa persona, qué la hace plenamente ella misma, qué puede ayudarla a expresar el don que el Señor le ha dado". Un "cambio de perspectiva" que, según el Sustituto, debe acometerse con "urgencia", ya que "puede ser también un antídoto importante contra las terribles experiencias de contratestimonios, abusos y escándalos que surgen en el seno de la Iglesia, en gran parte debido a la infelicidad de las personas implicadas". De hecho, "en la raíz de muchos casos de abuso y escándalo está la frustración, que se ha ido acumulando con el tiempo". Como Iglesia podemos evitarlo "no sólo invirtiendo más y mejor en formación, sino también ocupándonos de responder a la pregunta: ¿hemos dado a las personas que nos han confiado las condiciones para ser felices?". Además, una lógica empresarial "no siempre puede ser útil en una lógica eclesial. La eficacia", dijo, "no siempre se corresponde con los movimientos del Espíritu".
A continuación, Monseñor Peña Parra ofreció una reflexión sobre el hecho de que la Iglesia no existe principalmente "para resolver problemas", sino para ser una extensión de la misericordia de Dios, de su paternidad, de su maternidad. "Qué hermoso sería -comentó- que, al pensar en la Iglesia, pensáramos sobre todo en este doble aspecto, el de la paternidad que se manifiesta en la misericordia y el de la maternidad generadora que tiene en María su icono más precioso y más eficaz": Ella es ciertamente "la imagen de cómo debe ser la Iglesia".
En los últimos años, añadió el Arzobispo, el Papa Francisco "nos ha acostumbrado a pensar en nuestro papel en una relación cada vez más estrecha con el pueblo de Dios". Al Pontífice le gusta repetir que el verdadero pastor es el que "sabe vivir en medio de su pueblo". Y fue precisamente a partir de esta imagen que el sustituto comenzó a ofrecer su reflexión. En efecto, se corre el riesgo de vivir en medio de la gente de manera superficial y habitual, no habitando la realidad "sin dejarse condicionar por las ideologías dominantes" y por ese "espíritu mundano contra el que tantas veces luchó Jesús al predicar el Evangelio". Un riesgo que también atañe a la Iglesia, cuando "se mantiene alejada de la realidad" o permanece "cómoda en los espacios que ha conquistado a lo largo del tiempo".
Al fin y al cabo, el mundo tiende a mirar la realidad clasificándola en sus esquemas. La lógica de la Encarnación, en cambio -recordó el prelado-, parte siempre de la realidad, es decir, se deja evangelizar ante todo por los hechos tal como son". Y así también "nosotros, como Iglesia, podemos decir que vivimos entre la gente si somos capaces de dejarnos evangelizar por la realidad misma, es decir, si hacemos nuestras las palabras que leemos en la Gaudium et spes". En este sentido, señaló el Arzobispo, la primera actitud de un pastor es precisamente la de "saber mirar y saber escuchar". Mirar y escuchar debe preceder siempre a hablar, advirtió el arzobispo, recordando el pasaje de Evangelii gaudium en el que el Papa Francisco pide "practicar el arte de escuchar, que es más que oír", a la hora de comunicarse con los demás, pero también valorar la escucha que "nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra justa que nos saca de la tranquila condición de espectadores".
Por ello, el Sustituto subrayó que la mirada y la escucha deben "ser el fundamento de nuestro anuncio, de lo contrario lo que decimos puede no captar la realidad tal y como es". Por otra parte, es el propio Jesús quien enseñó este método: "Cuando hablaba a los pescadores, utilizaba su imaginación, hablaba del mar, de los peces, de las redes"; y también sabía utilizar "imágenes y disfraces capaces de transmitir el mensaje del reino de Dios cuando hablaba a los pastores o a las mujeres del pueblo". Se trata, al fin y al cabo, de "la extraordinaria riqueza de su vida oculta durante treinta años en Nazaret, que nunca debemos olvidar".
Durante esos años, comentó el Arzobispo, refiriéndose al libro Vida de Jesús de Luigi Santucci, el Señor "observaba la vida de los hombres, escuchaba el sonido del mar y del viento, aprendía, simplemente, sobre la vida". Por eso, cuando "predicaba sabía hablar a la gente, llegando a su vida concreta y tocando lo más profundo de su ser".
Esta capacidad de "saber habitar la realidad para asumirla en el lenguaje es el verdadero fundamento de toda evangelización". Y también "nosotros, en este momento, formamos parte de la historia y estamos llamados a comprender su imaginario para poder anunciar la buena noticia del Evangelio que no cambia". A este respecto, por utilizar una metáfora evangélica, puede decirse que "la levadura sólo tiene sentido cuando se introduce en la masa, porque sólo entrando en ella puede hacerla crecer"; por el contrario, la levadura que "se retira y permanece fuera de la realidad conserva su potencial benéfico, pero corre el riesgo de no actuar nunca sobre él".
El Papa nos recuerda constantemente que "nunca debemos cultivar una imagen de la Iglesia y una experiencia de fe que se contente con espacios reservados o, peor aún, privilegiados". A continuación, el Sustituto nos invitó a reflexionar sobre la relación entre el obispo y los sacerdotes, tomando como punto de partida una frase muy ilustrativa de San Ambrosio: Ubi episcopus, ibi ecclesia, "Donde está el obispo, está la Iglesia". Estas palabras no deben entenderse en el sentido de que el obispo "agota en sí mismo toda la experiencia eclesial", ya que no coincide con la totalidad de la Iglesia, sino que la hace tal. Donde hay un obispo, de hecho, "existe esa atracción que construye la comunión y la hace posible". En este sentido, el ministerio episcopal "nunca puede ser un ministerio de autosuficiencia que no tenga en cuenta los demás carismas y dones que el Señor ha dado al santo pueblo de Dios". Y no se trata de "simples relaciones humanas, sino de un hecho teológico: el obispo lo es en la medida en que está íntimamente unido a sus sacerdotes y a todo el pueblo de Dios al que sirve".
Esto es especialmente cierto para los sacerdotes y los diáconos, que "son los primeros colaboradores del obispo": no pueden "ser considerados como simples ejecutores de las instrucciones que se les dan desde arriba", sino que contribuyen a la alegría del pueblo, haciendo posible que el obispo "sea plenamente pastor, porque sin los sacerdotes sería un pastor al que le faltan manos", necesarias para poder "indicar, sostener, guiar, defender y consolar al santo pueblo de Dios".
En este sentido, el prelado recordó una reciente reflexión del Papa Francisco sobre la figura de los sacerdotes; y de ella extrajo una lección también válida para el ministerio episcopal. En cuanto a la cercanía del obispo, el Pontífice destacó que "la obediencia no es un atributo disciplinario, sino la característica más fuerte de los lazos que nos unen en la comunión". Sobre todo, es importante recuperar la "identidad paternalista y no paternalista de la figura del obispo". La paternidad, de hecho, como enseña el Papa, "no surge simplemente del lugar que ocupa en la Iglesia, sino que es una autoridad que se gana en el terreno, una autoridad que viene de abajo". Cuando un obispo "no es padre, se convierte inevitablemente en un mero administrador, en un gestor, y todo ello transforma la experiencia eclesial" en una realidad meramente humana que ya no se ocupa de la "santificación" y de la "transmisión del Evangelio", sino sólo de la "gestión de problemas más o menos importantes".
A continuación, Monseñor Peña Parra ofreció algunas reflexiones sobre la relación entre el obispo y el pueblo de Dios, afirmando estar convencido de que "un buen servicio para el crecimiento de los laicos consiste en diseñar itinerarios formativos capaces de dar a nuestro pueblo las categorías adecuadas que le ayuden concretamente a pasar de ser simple beneficiario a protagonista de la misión evangelizadora".
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