Gallagher: soberanismo y conflictos impiden un nuevo renacimiento
Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
Ante el papel cada vez más periférico y marginal de Europa, "un continente cada vez más envejecido, con poco relevo generacional y recursos naturales limitados", ¿es posible imaginar un nuevo renacimiento europeo en el mundo? Con esta dramática pregunta, monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, abrió ayer su intervención en la conferencia "Un nuevo renacimiento para Europa: el papel de la investigación y la educación", que se celebra en Teramo hasta el 1 de octubre. Más gravosa que la pregunta es la respuesta, a la luz de las consecuencias de la pandemia y de la guerra en Ucrania: "Las perspectivas que se abren ante nosotros en los próximos meses parecen muy alejadas, en sus premisas, de lo que podría llamarse un renacimiento". Y no sólo por una recuperación en riesgo, sino porque, explica Gallagher, citando a Francisco: "No podemos salir igual, o salimos mejores, o salimos peores".
El renacimiento parte de la persona humana
No hay verdadero renacimiento si la persona humana no está en el centro, porque los "renacimientos" europeos siempre han tenido lugar a partir de la persona y su libertad. Gallagher habla de los "cambios de época", recordando de nuevo las palabras del Papa, que han afectado a la historia europea a lo largo de los siglos, vinculados por ciertas similitudes, desde la "afluencia de nuevas poblaciones al continente, hasta la definición de nuevos acuerdos geopolíticos y económicos". Una misma similitud histórica si nos fijamos en crisis como la de Ucrania, que pone de manifiesto "la debilidad del multilateralismo y del derecho internacional en el que se basa y que ha permitido, aunque con dificultades y entre altibajos, la estabilidad y la paz en el mundo y, especialmente, en Europa". El camino hacia la paz "pasa necesariamente por el restablecimiento de la justicia y la reafirmación del derecho", prosigue el secretario vaticano, preguntándose, sin embargo, en qué debe fundarse la paz, sin la cual sería vano "dar vida a un nuevo renacimiento europeo". La paz, continúa explicando, no puede ser fruto de una imposición, mirando también a la llamada "disuasión nuclear", repetidamente estigmatizada por el Papa, y la paz ni siquiera puede ser fruto de un cálculo utilitario de orden económico, porque se basa en un frágil equilibrio ya que "la conveniencia económica de la guerra supera a la de la paz".
La acción de los padres fundadores de Europa
La historia europea nos habla de un largo tiempo de paz, mantenido gracias a la acción de los Padres Fundadores de la Europa moderna, que dejaron de lado "reivindicaciones y revanchismos para dar vida a un proyecto común de solidaridad y apoyo mutuo". Ahora, "el conflicto de Ucrania y la creciente tentación de los soberanismos" ponen en tela de juicio "el equilibrio logrado hasta ahora" y muestran "cómo una paz verdadera y duradera, premisa indispensable para un nuevo renacimiento europeo, no puede reducirse a una mera ausencia de guerra, determinada por equilibrios de poder o conveniencias económicas". La paz, como un nuevo renacimiento, requiere "investigación y educación", incluso frente a la "falta de perspectiva general" que genera, sobre todo en los jóvenes, un sentimiento de desconfianza". De ahí la necesidad planteada por Gallagher de hablar más de la solidaridad intergeneracional también en Europa, ya que "las generaciones necesitan reconectarse", teniendo en cuenta que "ningún futuro se construye verdaderamente sin la paz, que para ser tal debe estar anclada en la verdad, la justicia y la caridad".
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