Sandri: Que los monasterios difundan la llamada de Cristo a la unidad
Tiziana Campisi - Vatican News
San Nilo de Rossano, "hombre del Espíritu, siempre supo buscar la fuente de agua viva", "fue la luz del Evangelio y el perfume de Cristo para quienes lo buscaron y conocieron" y "su testimonio nos pide que sigamos caminando, sin detenernos, buscando siempre hacer la voluntad del Señor". Así lo subrayó ayer el cardenal Leonardo Sandri, Prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, durante la homilía de la Divina Liturgia en rito bizantino, celebrada en la Abadía Territorial de Santa María de Grottaferrata, con motivo de la solemnidad del monje basiliano que vivió entre los siglos X y XI, que fue ermitaño, abad y amanuense y que fundó una comunidad en la localidad de la periferia de Roma poco antes de su muerte.
Los herederos de la espiritualidad de San Nilo
Los monjes de San Nilo, basilianos, ofrecen hoy sus oraciones por el Papa, explicó el cardenal, y "acompañados y sostenidos por su paternal solicitud", se comprometen a salvaguardar la tradición litúrgica propia de la abadía y a "interceder por la unidad entre la Iglesia católica y las del mundo ortodoxo bizantino". El auténtico monacato debe mostrar la luz del Señor Resucitado en el rostro de sus discípulos, añadió el cardenal Sandri, y "ser casi una encarnación viva de la palabra de Jesús en la Última Cena ut unum sint!, 'que sean uno'".
Que las comunidades monásticas promuevan la unidad entre las Iglesias
"Que no ocurra que las comunidades monásticas se conviertan en centros de rígida intransigencia desde los que se difundan anatemas a todo el mundo", llegó a advertir el Prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, "o en un obstáculo para todos aquellos pasos que líderes proféticos y sabios han querido dar entre sí en los últimos años". Entre esos pasos, el cardenal recordó el abrazo en el Santo Sepulcro de Jerusalén entre Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, "un gesto repetido muchas veces por sus sucesores hasta el Papa Francisco, con Su Santidad Bartolomé" o con otros jefes de las Iglesias ortodoxas. A continuación, el cardenal Sandri habló de una unidad "casi completamente desgarrada" en el mundo de las Iglesias bizantinas que no están en comunión con Roma. "Un hecho que nos hace sufrir también a nosotros", dijo, "y que impone una súplica más al Señor para que vuelva su mirada desde el cielo, vea y visite la viña que ha plantado, y la llene de su bendición".
El Espíritu Santo el apoyo de todo hombre
Y sobre el tema de la unidad de la Iglesia, el cardenal señaló que las actitudes del corazón del monje que siente su anhelo y sufre cuando es herida, "ofreciendo su oración y la intención de conversión continua", no son "mero esfuerzo humano o buena voluntad, sino fruto del Espíritu". Esto requiere un profundo examen de conciencia sobre el propio modo de "ser discípulos cada día, sobre aquellos deseos que contrastan con el seguimiento de Cristo y sobre aquellas tensiones que son fruto de la envidia y que en las comunidades cristianas y monásticas pueden sembrar la división o el escándalo". Sobre todo, concluyó el cardenal Sandri, es necesario interrogarse sobre la raíz del propio pecado y de la propia miseria y rezar al Paráclito para que "nos ilumine y nos muestre el camino, sea nuestro Abogado y Consolador, para que no nos desanimemos y recuperemos siempre las fuerzas".
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