Estudio 9. Noel Díaz: “Que ninguno se pierda y todos se salven”
Vatican News
“Que ninguno se pierda y todos se salven”, este es el lema del Apostolado “El Sembrador Nueva Evangelización” (ESNE), que nació según lo explica su Fundador, Noel Díaz, con el objetivo de “llevar a todo hombre, a toda mujer, católicos bautizados, a un encuentro con Jesús”. Porque en la conversión está la vida.
En el programa de Estudio 9 de este 18 de noviembre, nuestro colega el padre Felipe Herrera-Espaliat dialoga con Noel Díaz, sobre los orígenes de este apostolado, la misión de anunciar y hacer posible que todo hombre tenga un encuentro con Jesús, y su cercanía con el Papa Francisco.
¿Cuál es el origen de El Sembrador? ¿Cómo nació este apostolado?
El Sembrador nace en una comunidad parroquial. Yo después de haber estudiado la Palabra de Dios por algunos años – porque quería conocer porque era católico – inicié a compartir la Buena Nueva en esa comunidad. Ahí empieza a crecer lo que es El Sembrador Nueva Evangelización. Pasan los años y la parroquia era un lugar donde había crecido mucho la comunidad y dijimos tenemos que hacer más y entramos a los medios de comunicación y así fueron pasando los años. No solamente es un medio de comunicación de televisión, de radio, tenemos muchas estaciones de radio, también hacemos misiones de eventos de evangelización para jóvenes, para matrimonios, para mujeres, eventos generales, inclusive por muchos años hicimos para niños y todo con el propósito de evangelizar. Aparte de eso, también llevamos a cabo misiones fuera del país de Estados Unidos. Este es un canal hecho por migrantes en Los Ángeles, California, donde inicia este apostolado.
¿Cuál es el corazón del apostolado?
Nuestro lema es: “Que ninguno se pierda y todo se salve”, y nuestro objetivo es “llevar a todo hombre, a toda mujer, católicos bautizados, a un encuentro con Jesús”. Porque en la conversión está la vida.
¿Qué nos puedes decir sobre tu infancia y tu madre?
Mi madre era mujer muy pobre, soltera, con muchos momentos de su vida muy difíciles. Nací en una casa de cartón, ahí en uno de los barrios muy pobres de Tijuana, en la zona norte en aquel entonces. Y de ahí surge la decisión de mi madre de tener un objetivo en su vida, eso lo mencionaba ella porque había venido sufriendo soledad. Ahí es donde comienzan, por decirlo así, la historia de mi vida, boleaba, lustraba zapatos – una las cosas que le impactó al Santo Padre fue que un padre argentino le platico la historia de cómo logré hacer la primera comunión sabiendo que mi madre había dicho que no lo podía hacer porque no tenía para comprarme un pantalón negro y una camisa blanca – a los pocos días yo me encontraba en las calles lustrando zapatos, llegando a las tiendas, a ver si me alcanzaba para poder comprar la camisa y el pantalón. Y llegó el 10 de mayo, Día de las Madres en México y este es uno de los días más feliz de mi vida porque pude recibir el Cuerpo de Cristo.
Esa historia marcó mi vida, porque yo digo que de ese momento se sembró también una semilla en mi corazón, el Señor por la fe, porque prácticamente fue el primer encuentro con Jesucristo donde yo sentí una paz enorme y creo yo de que fueron pasando los años y yo creo que ahí había ya una semilla que tenía que dar fruto tarde o temprano.
¿Cuál es esa experiencia fúndante que permite que crezca el sembrador?
Mi madre antes de que yo naciera, plática ya que cada semana la sacaban de Estados Unidos y ya se volvía a regresar. En aquel entonces, había un alambre para pasar, ella fue inmigrante ilegal por mucho tiempo. A mí me tocó dos ocasiones donde estábamos en EEUU y la migración nos encontró y tuvimos que salir, pero gracias a Dios, las dos veces que yo salí con mi madre, ahí también veo la gracia de Dios, no nos llevaron en el autobús, como a mucho se los llevaban, nos dejaban salir voluntariamente y no más que cuando cruzábamos la frontera, tenía que firmar mi mamá y mi mamá era tan honesta, que otros se quedaban, mi mamá no, le decían tiene 2 meses para salir y salíamos a la frontera firmada y ya nos vamos a México.
Desde niño mi mamá me traía a Estados Unidos y yo hablaba el inglés. Entonces, yo soñaba que el día que tuviera 18 años me vendría a Estados Unidos a trabajar y ver un futuro. Y de 17 años me fui a Estados Unidos y ahí comienza mi ilusión de lograr lo que muchos quieren lograr en un país donde hay muchas oportunidades y después me traje a mi madre, pero fue pasando el tiempo en lograr las cosas materiales, pero la vida no es solamente lo material, me empezó a ir muy bien en las empresas hasta que llegó un momento de crisis. Decía en un libro un padre, no recuerdo el nombre, que antes de una conversión hay una crisis.
Yo pase una crisis, ¿quién soy yo, de dónde vengo, a dónde voy, que estoy haciendo aquí? Y me refugié en lo espiritual y ahí tuve tres años de estudios bíblicos con un sacerdote español, padre Santiago Merino, en paz descanse. Y de ahí despertó mi deseo de decir, porque los católicos no conocemos porque somos católicos, y quién es Jesucristo y empecé a pensar, deberíamos de conocer más las Sagradas Escrituras. Cuando llego un momento empecé a sentir el llamado, que el Señor me decía, sírveme, así como tú has conocido que otros conozcan, pero le sacaba vuelta porque me estaba yendo muy bien en lo económico. Pero Dios me llamaba, sobre todo, cuando había un problema de una persona y me platicaba y yo le hablaba del Evangelio, al final las conversaciones terminaban. Yo quiero ir a donde tú vas y yo no iba a ningún lugar solamente iba a misa y ahí es donde el Señor me hablaba, ¿cuándo vas a servir? ¿Cuándo vas a hacer algo más que ir a misa?
Y llegó una semana donde un compañero de trabajo a la hora de la comida me dijo, “te quiero confesar algo, esta noche me voy a quitar la vida, soy alcohólico y he decidido ya no estar aquí y, pero a ti te confío porque no voy a escribir nada”. Ese día yo sentí que tenía una responsabilidad muy grande, le empecé a hablar desde el Antiguo Testamento, yo creo tratándole de convencer de ese no era el camino. Me dijo, “pruébame que realmente que Dios existe”. Entonces, le llamé a un cuñado mío, que ya estaba involucrado en las cosas de Dios y le dije si había un lugar donde hoy pueda llevarlo y me dijo a la parroquia de San Vicente. Saliendo del trabajo lo lleve, oraron por él y se soltó llorando como un niño y me dijo “a dónde me vas a llevar el siguiente día”. Ahí dije, ya no puedo como Jonás sacarle la vuelta a Dios. Entonces, ahí en esa misa, en la consagración, el 31 de marzo me rendía a Cristo y aquí estoy, dime qué quieres que haga, no sé dónde empezar y ahí fue el inicio a los pocos días.
Estuve en una casa donde se reúne un grupo de personas a hacer oración, a rezar y ahí empiezo a abrir la Biblia y yo como ya sabía un poco y allí donde comienza la casa empieza a llegar, eran cuatro o cinco personas, después 10, 20, 30, 40. Después un párroco se da cuenta de Santo Tomás el apóstol, y me dice que vaya a hablar con él, hablo con él y me dice por qué no te vienes aquí y allí es donde comienza El Sembrador.
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