Cristianos en Medio Oriente: Gugerotti reivindica defensa de derecho a la ciudadanía
Francesca Sabatinelli - Nicosia
Gratitud por un encuentro exigente, que no debe permanecer aislado, sino convertirse en un estilo, y que 'nos ha permitido rezar juntos y escucharnos como verdaderos hermanos y hermanas. Y esto es la Iglesia". Así clausuró el Prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, monseñor Claudio Gugerotti, el simposio "Arraigados en la esperanza", promovido por ROACO (Conjunto de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales) el 23 de abril en Nicosia, en la isla de Chipre, para celebrar el décimo aniversario de la exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente, firmada por Benedicto XVI el 14 de septiembre de 2012 en Harissa, Líbano.
Durante los cuatro días que duró el evento, más de 250 representantes de las Iglesias católicas de la zona -entre patriarcas, obispos, sacerdotes, representantes de institutos religiosos y movimientos laicos- se reunieron y debatieron sobre el documento postsinodal, analizando cada punto a la luz de los cambios que se han producido desde entonces, especialmente desde una perspectiva geopolítica: de la Primavera Árabe al fundamentalismo, del terrorismo islámico a las guerras y la violencia que han devastado países enteros. El prefecto habló entonces de la gran vitalidad expresada por las Iglesias orientales, que, dijo, "están vivas y fuertes", y que quieren ser "santas, testigos, libres, activas y vibrantes". "Se intenta eliminarlos de todas las maneras posibles, pero no lo consiguen, añadió a continuación, "porque el Espíritu Santo está con ustedes".
Monseñor Gugerotti, ¿qué emergió durante el Simposio?
Básicamente, lo que más surgió fue la importancia del Oriente cristiano en estas tierras como fenómeno original, incluso a menudo anterior a la llegada del islam. Por tanto, todas las dificultades que haya habido, o pueda haber todavía, en nombre de las diferencias religiosas, no están motivadas por el hecho de que los cristianos sean vencedores, porque son dos entidades que han estado presentes desde los orígenes del período histórico y, por tanto, en esencia, una copresencia. Lo que ellos reclaman, lo que la Iglesia reclama para ellos, lo que los Papas han reclamado siempre, es la plenitud de derechos para los cristianos que son, a todos los efectos, ciudadanos de esta región. Este es un primer punto que se reiteró, pero que ya estaba en el documento del Papa Benedicto VXI.
La segunda cuestión es el futuro de estas poblaciones y de esta fe, porque la situación de guerra, de escasez, de crisis, de fundamentalismo, de matanzas, de masacres, ha llevado a muchos a abandonar esta tierra, a emigrar a otros lugares. Por tanto, la presencia cristiana ha disminuido considerablemente, pero nuestra pregunta es -y esto concierne también a la Congregación-: ¿cómo ayudar a los fieles de estas Iglesias que se han marchado al extranjero? ¿Cómo sensibilizar a los obispos latinos para que se hagan cargo de estas numerosas familias que se encuentran en sus territorios, para ayudarles a mantener la fe y también la moral tan sólida que caracteriza a estas poblaciones?
La tercera cosa se refiere entonces a la ayuda, al apoyo económico que, en parte, seguirán prestando estos organismos, en parte también el Dicasterio para las Iglesias Orientales, pidiendo, sin embargo, como condición indispensable -en la situación actual tanto de las instituciones de ayuda como de nuestro dicasterio después de la reforma de la Curia romana- que se sea extremadamente transparente en el modo de utilizar el dinero. El cuarto punto, que también me parece muy importante, es que quedó muy claro que los jóvenes que se quedaron quieren tener voz en la gestión de la Iglesia, no quieren socavar a los sacerdotes y a los obispos, sino que quieren tener un papel en la dimensión de proyecto de la Iglesia, de sus respectivas Iglesias, y no ser sólo los beneficiarios de un servicio que cae de arriba.
¿Cree que fue un momento importante que dará sus frutos?
Creo que la reunión siempre es un gran acontecimiento y siempre es una gracia. Nos reunimos, rezamos, que es otro elemento fundamental. Cuando se reza juntos también se facilita encontrar soluciones juntos, porque Jesús es uno, no depende de rituales que son formas culturales de interpretar la unicidad de Cristo y su mensaje para esos pueblos concretos. Por tanto, oración, pero también confrontación, discusión, aunque con situaciones muy diferentes, porque el cristianismo del Golfo no es el cristianismo de Irak, ni el cristianismo de Irak, ni el cristianismo del Líbano. Cada uno tiene sus características específicas, aunque hay algunos elementos que los unen.
Uno de los puntos que surgió con fuerza es la importancia de la ciudadanía y la necesidad de abandonar la convicción de ser una minoría.
El problema de ser minoría no viene de ellos, viene de la sensibilidad islámica, que sostiene que los que no son musulmanes, en un eventual contexto islámico, tienen el estatus de los llamados dhimmi es decir, con algunos privilegios, si son cristianos o judíos, pero también con algunos derechos menos. Allí donde se aplica la sharia, es decir, la ley musulmana, evidentemente se produce a menudo lo que consideramos una discriminación. Donde en cambio los países han adoptado códigos occidentales, exigimos que se respeten. Por ejemplo, Túnez, Argelia, Turquía, en sus épocas más recientes, se han remitido a Constituciones de países occidentales. Así, pues, pedimos que se respeten estas Constituciones que se han adoptado, incluso en sus consecuencias. No se trata de ninguna polémica, se trata simplemente de la defensa del derecho de ciudadanía, por el que nuestros cristianos son ciudadanos de un país en pie de igualdad con los que no son cristianos.
El Simposio no irá seguido de un documento final, ¿por qué?
Hemos decidido que el Simposio no vaya seguido de un documento final porque se trata de una confrontación-diálogo que luego se deja a las Iglesias que lo realicen, no es la Santa Sede la que toma el timón y explica a los Patriarcas lo que deben hacer. Son los Patriarcas los que escuchan a su propio pueblo -y al pueblo de los demás Patriarcas- y solos, o juntos, deciden poner en marcha tal o cual iniciativa para hacer frente a la situación actual de los cristianos en Oriente Próximo. Así pues, la impresión fue buena, en el sentido de que la gente se sintió muy libre, plantearon muchas cuestiones, incluso se dieron nombres y apellidos cuando fue necesario, y aunque no se dieran nombres y apellidos seguían entendiéndose.
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