El Papa tiene grandes expectativas por el encuentro con los jóvenes
Massimiliano Menichetti
Los jóvenes que ya llegaron a Lisboa, esperan a Francisco para vivir juntos la 37ª Jornada Mundial de la Juventud, la primera después de la pandemia del Covid-19. Francisco parte para Portugal con la certeza de que estos "encuentros tienen una gran fuerza en sí mismos, incluso la fuerza de cambiar, para alguien, su vida".
Así es como el cardenal Parolin – comparte con los medios de comunicación vaticanos – el pensamiento del Santo Padre que se encontrará, escuchará y hablará con los jóvenes procedentes de todo el mundo para esta gran fiesta de la fe. El Santo Padre estará en la capital portuguesa del 2 al 6 de agosto, será el 42º viaje internacional precisamente con motivo de la JMJ. El secretario de Estado vaticano exhorta también a todos aquellos que no podrán participar físicamente en las Jornadas a "sentirse implicados y plenamente protagonistas" y explica que la etapa en Fátima fue deseada para estar cerca de los enfermos y de los que sufren y para rezar por la paz.
Eminencia, Francisco estará con los jóvenes de la JMJ en Lisboa, Portugal. ¿Cómo se está preparando el Papa para este encuentro?
El Santo Padre tiene muchas expectativas para esta próxima Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, y ya en varios videomensajes ha invitado a los jóvenes a unirse a él en esta peregrinación y a preparar este acontecimiento eclesial, prepararlo sobre todo con la oración. Reza, el Papa, por todos los jóvenes que ya se han puesto en camino hacia Lisboa estos días, con la convicción, la certeza de que estos encuentros, estas reuniones tienen una gran fuerza en sí mismas, incluso la fuerza de cambiar, para alguien, su vida. Él mismo dijo hace poco: "¡Se crece mucho en Jornadas como ésta!
Así, el Santo Padre se prepara con gran ilusión para la próxima Jornada Mundial de la Juventud y anima a los jóvenes a tener la misma actitud ante todos los momentos que vivirá con ellos. Hace unas semanas recibió también, como primicia, digamos, la mochila que los jóvenes peregrinos recibirán después en Lisboa.
Las Jornadas Mundiales de la Juventud tienen su origen en una intuición de San Juan Pablo II. ¿Qué significado tiene este encuentro mundial en el 2023?
Yo diría que la elección de Juan Pablo II fue sin duda una elección profética, una intuición profética, que decía precisamente que la Iglesia quiere acompañar a los jóvenes, quiere acompañarlos para anunciarles el Evangelio, para facilitarles el encuentro con Cristo; que la Iglesia debe sentirse cada vez más comprometida, a nivel mundial, a favor de los jóvenes, a favor de sus angustias y de sus preocupaciones, de sus esperanzas y para corresponder también a sus expectativas, siempre en esta perspectiva del encuentro con Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Por tanto, esta intuición profética me parece que se manifiesta en toda su actualidad incluso en nuestros días. Esta intuición profética conserva toda su actualidad incluso hoy, porque quiere reafirmar el compromiso de la Iglesia con las jóvenes generaciones. Nuestro mundo, que está experimentando profundos cambios, que ha conocido la trágica experiencia de la pandemia del Covid y que vive múltiples conflictos, hoy, en todo el planeta, es más necesario que nunca que los jóvenes se encuentren con el rostro de Jesucristo, conozcan su Palabra de salvación y se hagan sus discípulos. Por eso, la Jornada Mundial de la Juventud sigue siendo un importante instrumento y una ocasión de evangelización para el mundo juvenil.
Y también tiene un aspecto de fraternidad universal, el hecho de que estos jóvenes, procedentes de diferentes países y, por tanto, con diferentes culturas, lenguas, estilos de vida, puedan encontrarse e intercambiar sus experiencias, intercambiar sus dones. Así que debemos estar agradecidos de que esta experiencia se haya desarrollado durante cuarenta años y de que hoy tenga una gran oportunidad de influir en la vida de los jóvenes.
¿Qué puede aprender la Iglesia de los jóvenes de hoy?
Creo que la Iglesia tiene ante sí el gran reto de la transmisión de la fe, la transmisión de la fe al mundo en general. Y creo que en esta tarea que tiene la Iglesia, los jóvenes tienen algo que decirnos.
En el mundo actual, no son pocos los que no conocen a Jesucristo o tal vez lo han rechazado, por lo que crece el número de los que han perdido la fe y actúan como si Dios no existiera. El Papa ha hablado a menudo de esta ruptura en la transmisión de la fe entre generaciones del pueblo de Dios, explicando que es un tanto normal que se sientan casi desilusionados con la Iglesia y dejen de identificarse con la tradición católica. Cada vez hay más padres que no bautizan a sus hijos, que no les enseñan a rezar o que se van a otras comunidades de fe (EG 70).
Aquí, esta situación, de la que debemos ser conscientes y tomar en consideración, toca de cerca la existencia de los jóvenes, que traen consigo muchos interrogantes, muchas dudas y muchas preguntas a las que no saben cómo responder. Por tanto, lo que los jóvenes piden a la Iglesia es que ésta renueve su ímpetu apostólico y, sin miedo, emprenda ese camino de conversión pastoral y misionera, tan deseado por el Santo Padre.
Es necesario ser creativos, es necesario encontrar el coraje y el lenguaje adecuado para presentar a Jesucristo a los jóvenes de hoy, en toda su frescura, en toda su actualidad, de tal manera que también los jóvenes de hoy, que tienen sensibilidades, estilos, maneras de hacer diferentes de las de sus coetáneos del pasado, puedan encontrarlo y vivir una profunda experiencia de fe, y de esta profunda experiencia de fe surja luego el deseo de compartirla con todos sus coetáneos. Por tanto, una invitación a no quedarnos quietos dentro de nuestros muros, sino a volvernos verdaderamente misioneros hacia los jóvenes e implicarlos más en este camino de fe.
Son tantas las crisis que atraviesa el mundo: guerras, pobreza, indiferencia, abandono, egoísmo, secularismo... ¿Pueden los jóvenes superar estos desafíos?
Sí, y creo que la indicación nos viene en el Mensaje que el Santo Padre dirigió a los jóvenes para la JMJ, donde presenta a la Virgen que, después de la Anunciación, se levanta de prisa y va (Lc 1, 39) a ver a su prima Isabel, para ayudarla en sus necesidades. Aquí, pues, la Virgen nos muestra, muestra sobre todo a los jóvenes, el camino de la cercanía y del encuentro. Y yo creo que los jóvenes, precisamente cuando siguen estos caminos, estos caminos de proximidad y de encuentro, tienen en sí mismos la capacidad de afrontar y de ayudar a resolver y a superar los muchos desafíos de nuestra sociedad.
Tengo en mente testimonios de tantos jóvenes que, al igual que la Virgen, no tuvieron miedo de abandonar sus comodidades para hacerse cercanos a los necesitados, no se encierran en sí mismos sino que eligen utilizar sus talentos, sus dones, sus capacidades, lo que han recibido para los demás y buscan a través de opciones, que también pueden parecer bastante limitadas, opciones más bien pequeñas, hacer crecer el bien en el mundo. Creo que ésta es la contribución que los jóvenes pueden aportar a los grandes desafíos de nuestro tiempo.
La etapa de Fátima se ha añadido a la JMJ. ¿Cuál es el significado de esta visita al Santuario de Nuestra Señora?
Es una visita importante en la que el Santo Padre se encontrará con los jóvenes enfermos y rezará con ellos el Santo Rosario. Un momento intenso. Creo que el Papa quiere reiterar el mensaje de la Virgen a los tres pastorcillos cuando se apareció en el lejano 1917. Eran palabras de consuelo, eran palabras de esperanza en un mundo en guerra, no muy distinto de la realidad que estamos viviendo hoy. Y la Virgen invitaba a los pastorcillos y, a través de ellos, a los hombres, a rezar y recitar, en particular, el Santo Rosario con gran confianza para obtener la paz en el mundo.
Por eso el Papa Francisco, que siempre lleva en su corazón el drama de los implicados en los conflictos, con esta visita al Santuario de Fátima durante la JMJ, nos pide que no perdamos el ánimo y perseveremos en la oración y en el rezo específico del Santo Rosario.
La JMJ puede y debe ser un momento de escucha. ¿Qué cree que puede nacer de este encuentro?
Ahí está la gracia de Dios actuando en el corazón de los hombres y en el corazón de los jóvenes, pero quisiera subrayar que hay tres momentos de encuentro que me parecen muy importantes. El primero es la escucha del Señor, de su llamada. Un momento particularmente significativo en este sentido es la Vigilia, la celebración vespertina del sábado, durante la cual vivimos también un tiempo de adoración eucarística. Encontrar al Señor presente en la Eucaristía, y dejarse encontrar por Él presente en la Eucaristía, significa estar dispuestos a escuchar también su Palabra: se produce un encuentro que puede cambiar realmente la vida de muchos jóvenes.
El segundo momento de escucha es el de escuchar al Papa. Sabemos hasta qué punto el Papa tiene la capacidad de entrar en contacto y sintonizar con los jóvenes, hasta qué punto es capaz de hablarles, de darles palabras que puedan sacudirlos, animarlos, estimularlos a dar lo mejor de sí mismos. Incluso el encuentro con el Sucesor de Pedro, como testigo y maestro de la fe, puede convertirse en un punto de inflexión en la vida de los jóvenes.
Y el tercer momento es cuando los jóvenes se encuentran y se escuchan entre sí: cada Jornada Mundial de la Juventud es también una oportunidad para encontrarse, como he dicho, con jóvenes de otros países, para descubrir cómo viven sus coetáneos su diversidad y cómo pueden enriquecerse mutuamente.
¿Qué decir a los muchos jóvenes que no estarán en Lisboa, aunque lo deseen?
Sí, sabemos que mientras se celebra la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa también habrá actos allí y será posible seguir la JMJ a través de los medios de comunicación. A los que no puedan – por diversas razones – ir a Lisboa, los invito a unirse espiritualmente al Papa y a sus compañeros que están en Portugal y a vivir con fuerza, aunque sea desde la distancia, esta experiencia rezando con ellos y por ellos, por los que están en Lisboa. Y así, ¡que ellos también se sientan parte viva de esta JMJ!
Quisiera concluir diciendo que, como ha dicho el Santo Padre, las Jornadas Mundiales de la Juventud no son "fuegos artificiales", es decir, momentos de entusiasmo, quizá de gran entusiasmo, que sin embargo permanecen cerrados en sí mismos: no bastan, sino que deben integrarse en la pastoral juvenil ordinaria. Por tanto, antes de cada JMJ debe haber un trabajo pastoral por parte de las diócesis y de las parroquias, llamadas a preparar los encuentros mundiales, que luego debe tener continuidad. Creo que en este momento todos los jóvenes, incluso los que no pueden estar físicamente presentes en Lisboa, deben sentirse implicados y plenamente protagonistas.
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