La Santa Sede: Los derechos humanos y el cuidado de la creación están conectados
"La universalidad de los derechos humanos y la responsabilidad universal de cuidar", este fue el título del evento de alto nivel organizado por la Misión Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales en Ginebra y celebrado el 8 de diciembre. Los motivos eran dos: conmemorar el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) y presentar la Exhortación Apostólica del Papa Francisco sobre la crisis climática Laudate Deum. La iniciativa fue copatrocinada por la Misión Permanente de la Orden de Malta, la Fundación Caritas in Veritate, la Comisión Católica Internacional de Migración y el Foro de Ginebra de ONG de inspiración católica.
Balestrero: El derecho a la vida debe defenderse en todas las etapas
El arzobispo Ettore Balestrero, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, que moderó la reunión, abrió los trabajos reconociendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos como la "piedra angular de la vida y el trabajo de las Naciones Unidas", que reconoce la "dignidad intrínseca de la persona humana y protege y promueve formalmente los derechos humanos que de ella se derivan". El prelado subrayó que las raíces de estos derechos humanos "se encuentran en la dignidad de la persona humana creada por Dios" y destacó la interconexión de las relaciones en este planeta, afirmando: "Estamos llamados a vivir en una relación correcta con Dios, unos con otros, con nosotros mismos y con toda la creación, nuestra casa común".
A continuación, el arzobispo subrayó que "el derecho a la vida, consagrado en el artículo 3 de la Declaración Universal, debe ser defendido en todas las etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, especialmente cuando la vida es más vulnerable: en la enfermedad o la dolencia, en los conflictos y las guerras, en los lugares de trabajo y a lo largo de los muchos caminos de nuestro mundo, cuando las personas huyen de los conflictos, los desastres y los efectos del cambio climático". Además, monseñor Balestrero calificó Laudato si' de "toque de clarín" para responder a los "ataques a nuestra casa común que afectan a las vidas humanas". A continuación, el observador permanente de la Santa Sede reiteró la advertencia del Papa Francisco sobre la respuesta de la comunidad internacional a la crisis climática, que "no ha sido la adecuada, mientras el mundo en que vivimos se derrumba y puede estar cerca del punto de ruptura".
Valovaya: Es necesario un multilateralismo renovado
Tatiana Valovaya, Directora General de la Oficina de la ONU en Ginebra, elogió la Convención de la ONU sobre Derechos Humanos como "testimonio de nuestro compromiso compartido, que consagra valores comunes que trascienden fronteras, culturas y credos". Teniendo en cuenta el aumento de la desconfianza mundial, la desigualdad, las tensiones geopolíticas y la crisis climática, Valovaya subrayó "la extrema necesidad de un multilateralismo renovado... no sólo como un imperativo diplomático, sino como una necesidad urgente ante las amenazas y oportunidades transnacionales". Compartió su visión de unas Naciones Unidas modernas, encarnadas en la Carta de las Naciones Unidas y la Convención de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, "que sirvan como el foro internacional más adecuado para encontrar la convergencia entre intereses diversos".
Smerilli: Responsabilidad ecológica y justicia social
Al presentar la exhortación apostólica Laudate Deum, la hermana Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, afirmó que los derechos humanos y la protección de la creación son "dos caras de la misma moneda", y añadió que existe un "vínculo profundo y directo entre el cuidado de nuestros hermanos y el cuidado de la tierra: ambos están enraizados en el reconocimiento de la vida como don de Dios". Posteriormente, la religiosa subrayó cómo el "mito del crecimiento ilimitado" y la "falsa lógica meritocrática" han "proporcionado la base sobre la que justificar un pragmatismo económico sin escrúpulos y la explotación temeraria de los recursos naturales".
La Hermana Smerilli también subrayó que "la responsabilidad ecológica está entrelazada con la justicia social y, por tanto, con el respeto y la observancia de los derechos humanos". Haciéndose eco del Papa Francisco, señaló además que "la crisis ecológica es ante todo una crisis de la cultura... consecuencia de la pérdida de la mirada admirativa y agradecida a la creación en su conjunto, como don y herencia que Dios nos ha dado". Lo que se necesita, señaló, es un cambio cultural a través de la conversión personal: tal cambio es la clave para un "replanteamiento prudente y realista del multilateralismo" que permita a los organismos multilaterales alcanzar decisiones vinculantes y controlables y garantizar que estos organismos sean "expresión de la sociedad civil y de otros actores civiles". La Hermana Smerilli concluyó su discurso haciendo un llamamiento a la comunidad internacional para que acepte "nuestra responsabilidad ética hacia las nuevas generaciones y el mundo que les legaremos".
El trabajo contiene la dimensión del cuidado
Al tomar la palabra, Gilbert Houngbo, Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), subrayó que "el cuidado es trabajo y el trabajo es cuidado". Recordó las palabras del Papa Francisco en la 109ª Conferencia Internacional del Trabajo sobre el trabajo en el cuidado de la creación y su naturaleza relacional. Sobre este último punto, Houngbo subrayó que si el trabajo es relacional, entonces "debe incluir la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado. Cuando el trabajo se concibe sin cuidados, "destruye creaciones, pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no respeta la dignidad del trabajo y no puede considerarse decente". Por el contrario, el trabajo impregnado de cuidados tiene el potencial de contribuir "a la restauración de la plena dignidad humana" y a garantizar "un futuro sostenible para las generaciones venideras".
Trabajar por el reconocimiento de los derechos de los migrantes
En el acto también se habló de migración. Amy Pope, Directora General de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), comenzó subrayando que los derechos fundamentales recogidos en la Declaración Universal "no hacen distinción entre quienes tienen un estatus legal, una nacionalidad concreta, quienes viajan con visado o quienes lo hacen en barco a manos de un traficante". El Papa hizo hincapié en la continua relevancia de la DUDH en el contexto del panorama migratorio mundial y lamentó cómo la comunidad internacional "no está a la altura de estas expectativas, en particular cuando se trata de poblaciones migrantes... personas desplazadas o en movimiento". De hecho, las políticas nacionales de muchos países consideran a los migrantes "de alguna manera inferiores" o que no tienen "el mismo valor que los demás seres humanos" o que son desiguales a los demás, ya que "no tienen voto, ni voz, ni derechos".
Su discurso se centró en dos aspectos de la cuestión migratoria: el desplazamiento debido al cambio climático y el número de migrantes que se desplazan por motivos laborales. Concluyó reiterando la necesidad de "reforzar nuestro compromiso con los derechos de los migrantes cuando hablamos de derechos humanos" y de "trabajar por un futuro en el que cada individuo, incluidos los migrantes, tenga su dignidad, bienestar y seguridad, independientemente de su origen y estatus".
Cautela con el "falso cuidado" de la vida humana que la destruye
Por último, el filósofo y dramaturgo Fabrice Hadjadj habló de los tres significados de "cuidado" y de las paradojas de nuestro tiempo en el que "en nombre del cuidado de la vida humana (... ) destruimos la vida humana". La posmodernidad, dijo, es una época "marcada por las herejías del amor y la compasión" según las cuales "la eutanasia es compasión. El aborto es compasión. No tener hijos es compasión, compasión por el planeta".
Hadjadj habló a continuación del deseo de la humanidad de despreocuparse, de tener una vida de "comodidad, éxito, rendimiento" mientras rechaza "el fracaso, la carencia y el sacrificio" y argumentó que "cuidar la vida humana no significa salvar sino atreverse con la vida humana, esperar contra toda esperanza, creer en la providencia y no en una agenda, arriesgarse a una aventura en lugar de descansar en un lecho de rosas artificiales sin espinas".
Comentando el descenso de las tasas de fecundidad en Europa y el aumento de los suicidios entre los jóvenes, señaló que subyace el hecho de que "lo único que proponemos a los jóvenes es proteger su vida cuando en realidad están buscando algo o alguien a quien entregar su vida". Para concluir, reiteró la invitación del Papa Francisco a "seguir el camino de la unidad" y expresó su esperanza de que el evento de Ginebra pueda contribuir al cambio cultural necesario para un "multilateralismo nuevo y eficaz", como subrayó el Papa en su discurso ante la COP28.
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