Ravasi sobre poder y bien común: La enfermedad de hoy es la apatía
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
"Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Este es el punto de apoyo bíblico al que se refiere el cardenal Gianfranco Ravasi, creador del Patio de los Gentiles, que en la mesa redonda celebrada el 24 de abril, en la Pontificia Universidad Lateranense y moderada por monseñor Antonio Staglianò, presidente de la Pontificia Academia de Teología, ilustra la relación entre religión y política que ofrece la Sagrada Escritura.
No confundir laico con laicista
El cardenal, presidente emérito del que fuera Consejo Pontificio de la Cultura, subraya la dificultad del desafío actual de caminar entre un modelo teocrático, con su paralelo estatista, de gestión del poder y un modelo que tenga en cuenta la enseñanza política de Cristo. Por un lado, el verticalismo absoluto que hace derivar el poder de una entidad superior o que confina lo sagrado a un templo intimista sin implicaciones sociales, por otro, la asunción de que es la sociedad humana el verdadero sujeto, en el que existen ciertos valores fundantes propuestos por la religión, ya que el hombre y la mujer son imagen de Dios (incluso la mujer, señala el cardenal, "a menudo lo olvidamos").
Lo que siempre está en juego es, advierte Ravasi, confundir laicista con secularista. Y en este sentido, invita a no olvidar que 'Cristo fue un laico'. Por tanto, es su presencia la que nos permite comprender cómo él mismo dio el impulso para superar el modelo teocrático'.
Política y democracia en una sociedad líquida
Retoma el tema el Presidente Giuliano Amato quien, tras un resumen histórico del proceso de afirmación de la democracia en Occidente, se pregunta cómo proteger el bien común frente al riesgo, inherente al concepto mismo de democracia, de la desintegración del poder. La cuestión es, en esencia, "cómo restaurar una plataforma común de factores de cohesión". Porque la política, si por ejemplo se desacredita la función de los partidos, acaba por verse privada de aquellos elementos que absorben las tensiones entre los intereses individuales.
El sistema de partidos proyecta hacia horizontes de futuro la política, argumenta Amato, que de otro modo se limita a re-accionar, en lugar de actuar, como le sería propio, sobre impulsos que la aplastan sobre las contingencias del presente. "Cuando perdimos las visiones que nos proporcionaban los partidos, las sociedades se hicieron añicos", explica y señala que la individualización de la sociedad líquida contribuyó al fenómeno. "En este contexto, la agregación en los extremos se vuelve aún más nefasta e improductiva", señala y cita, entre otros, el aspecto divisorio de las posiciones en un tema como el aborto. Desde el tratamiento de los impuestos al de los inmigrantes, no es fácil encontrar cohesión", añade, "pero es fundamental".
¿En qué diálogo creemos?
Paolo Flores D'Arcais, director de la revista MicroMega, expresa su discrepancia insistiendo en que la democracia "sólo descansa sobre sí misma" y que "en la discusión para la deliberación que conduce a la norma no puede incluirse el tema de Dios, de lo contrario ya no se trata de ciudadanos". El filósofo señala que en un régimen democrático sólo "cuentan los hechos constatados, el uso de la lógica y los valores constitucionales (los que nos hacen conciudadanos)". También invita a despejar el lenguaje de ambigüedades: "¿A qué Dios nos referimos? ¿Qué concepto de democracia, dado que incluso algunos déspotas hablan de democracia?". El director dice creer en el "diálogo sin diplomacia", el único en el que se sacan a la luz todas las diferencias, so pena de debilitar cualquier acción conjunta.
La "enfermedad" de la apatía y los riesgos de derivas autoritarias
Respondiendo a D'Arcais sobre algunos aspectos relativos al final de la vida y a la autodeterminación, está monseñor Staglianò: "Cuando digo que decido por mí, debo entender que ese 'por mí' es un producto social", dice, mientras que monseñor Patrick Valdrini, profesor de la Universidad de Letrán, habla de la soldadura entre solidaridad y ciudadanía, señalando que "los fieles tienen derecho a ver reconocida una libertad que pertenece a todos los ciudadanos y una cultura adquirida en la Iglesia, sin que esto la separe del resto de la sociedad".
Y si el cardenal Ravasi concluye, de acuerdo con D'Arcais, denunciando una forma particular de enfermedad que él llama apateísmo, o más bien indiferencia, incluso en el ámbito religioso, que se ha convertido en el verdadero enemigo de la democracia, en vísperas del 25 de abril, Día de la Liberación de Italia, monseñor Staglianò, en Vatican News, señala que "dentro de las democracias, el ejercicio del poder se convierte en servicio". Cuando no es así, señala, se convierte en autoritarismo. Y vuelve al valor del bien común: éste "no puede ser la suma de los intereses de los grupos individuales, sino que debe ser confianza social dentro de una convivencia civil pacificada, donde todos los ciudadanos puedan solidarizarse, amarse. Una sociedad democrática que impidiera que el bien humano se expresara no sería tal".
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