El campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza, tras un bombardeo israelí El campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza, tras un bombardeo israelí 

Caccia: con la "solución militar" no habrá futuro para Oriente Medio y Ucrania

El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas reitera el peligro que suponen los conflictos y la violencia y señala la necesidad de tomar otras vías para la desescalada. Alarma por la carrera armamentística, con la vista puesta en la energía nuclear, que "conlleva enormes inversiones que estarían mejor empleadas en programas de desarrollo socioeconómico y de prevención de conflictos".

Deborah Castellano Lubov - Ciudad del Vaticano

Lo que está ocurriendo en Ucrania y Oriente Medio demuestra que la "solución militar" no funciona -los miles de vidas perdidas, familias destruidas, junto con hogares e infraestructuras- y que se necesita otro camino. El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, el arzobispo Gabriele Caccia, en una entrevista concedida a los medios de comunicación vaticanos, esboza las vías necesarias para alcanzar la paz, destacando los instrumentos, también en posesión de la diplomacia internacional, que podrían facilitar la desescalada y que aún no se han utilizado.

Caccia subraya, como ya ha hecho otras veces, la preocupante realidad del actual gasto sin precedentes en armamento en muchos países, señalando que esas inversiones estarían mejor empleadas en programas de desarrollo socioeconómico y prevención de conflictos, la necesidad de restablecer la confianza, las estructuras diplomáticas y la cooperación. También reiteró la gran preocupación de la Iglesia por los peligros de las armas nucleares, que representan "una amenaza existencial para toda la humanidad".

Como Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas desde hace cinco años, indica también lo que considera necesario para que la gran organización internacional desempeñe realmente un papel más eficaz en favor de la paz.

Monseñor Caccia, en el dramático escenario actual, el Papa Francisco sigue haciendo llamamientos a la paz. ¿Cómo es posible, según su experiencia, encontrar los caminos de la paz, en particular en los conflictos de Ucrania y Oriente Medio

Nadie tiene una solución "mágica" para estos conflictos, que surgen de una multiplicidad de causas y de diferentes perspectivas de los protagonistas que tienen la responsabilidad. Sin embargo, es cada vez más importante que repitamos con valentía y convicción que sólo la paz es la solución y que, en cambio, los caminos de la violencia y el conflicto generan muerte, perpetúan la injusticia y engendran odio.Uno se da cuenta, para quedarse con los dos casos de conflictos mencionados, de que la llamada "solución militar" no sólo no funciona, sino que es incapaz de diseñar un futuro diferente. Precisamente esta constatación, que desgraciadamente significa miles de vidas aplastadas, familias destruidas, hogares, trabajo, infraestructuras arruinadas, da lugar paradójicamente a la conciencia de que hay que emprender otro camino y que, así como hay muchas causas que llevan a la guerra, hay otras tantas razones y personas que pueden emprender el camino de la paz. El Papa subrayó que encontrar los caminos de la paz requiere el compromiso sincero de todas las partes implicadas, un diálogo abierto y constructivo y, sobre todo, la voluntad de dejar a un lado las divisiones y trabajar juntos por el bien común, promoviendo la reconciliación y la solidaridad.

En su opinión, ¿existen instrumentos que podrían facilitar la distensión y que aún no han sido utilizados, ni siquiera por la diplomacia internacional?

Todo el capítulo sexto de la Carta de las Naciones Unidas trata del arreglo pacífico de controversias "mediante negociaciones, investigaciones, mediaciones, conciliaciones, arbitrajes, arreglos judiciales, recurso a organizaciones o acuerdos regionales", a lo que se puede añadir toda una serie de iniciativas de carácter humanitario, que pueden facilitar el logro de tales soluciones. Hay, pues, mucho espacio para diversas iniciativas, pero sigue siendo fundamental la voluntad firme y compartida de utilizarlas de conformidad con el derecho internacional, pues de lo contrario es difícil aplicarlas en la práctica.

La guerra ha vuelto a estar de actualidad en los últimos años.También hay guerras olvidadas por los medios de comunicación, en Myanmar, en Sudán, en Siria, en Yemen, en la República Democrática del Congo... ¿Qué es lo que más le preocupa de este clima mundial incandescente, en el que tantos países -según el reciente informe del SIPRI (Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz)- gastan cada vez más en armamento?

Lo más preocupante es el creciente riesgo de "escalada" de los conflictos y la perpetuación del sufrimiento humano. Esta carrera armamentística también conlleva enormes inversiones que estarían mejor empleadas en programas de desarrollo socioeconómico y prevención de conflictos.Más en el fondo, todo esto revela una insidiosa ilusión de que la seguridad se produce por la fuerza y la posesión de armas, mientras que es fruto de relaciones basadas en la confianza mutua y la responsabilidad. En este sentido, el llamamiento del Papa Francisco a la "fraternidad" o a la "amistad social" requiere ciertamente una "conversión" necesaria si se quiere alcanzar el objetivo de la paz.

En varias ocasiones, usted ha advertido del gran peligro de las armas nucleares que poseen varios países. ¿Cuáles son, en su opinión, los riesgos que corre la humanidad en esta etapa de la historia?

La Iglesia católica, fiel a su doctrina sobre la dignidad humana y la promoción de la paz, expresa su profunda preocupación por los peligros de las armas nucleares. 

Estas armas representan una amenaza existencial para toda la humanidad, ya que pueden causar destrucción a gran escala, comprometer el medio ambiente y provocar sufrimientos indecibles a las generaciones presentes y futuras.En este sentido, existe una clara condena no sólo del uso, sino también de la posesión de tales armas, que son moralmente inaceptables, ya que contradicen el principio de proporcionalidad en la defensa y corren el riesgo de infligir daños indiscriminados e irreversibles.Sin embargo, me gustaría añadir que, según el Secretario General de las Naciones Unidas, además del riesgo nuclear, existen otras dos realidades que suponen hoy un peligro global para la humanidad, como son el cambio climático y el desarrollo incontrolado de la llamada Inteligencia Artificial. En estos tres dramáticos frentes, la voz de la Iglesia se hace oír de forma clara y convincente.Sobre la cuestión nuclear, la Santa Sede, además de firmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, también ha promovido el más reciente Tratado sobre la prohibición completa de las armas nucleares, que entró en vigor para los países signatarios en enero de 2021  entró en vigor para los países signatarios. En el ámbito del cambio climático, basta recordar la Encíclica "Laudato si" del Papa Francisco y la más reciente Exhortación Apostólica "Laudate Deum" con vistas a la Conferencia de las Partes celebrada en Dubai el pasado mes de diciembre. Finalmente, sobre el tema de la Inteligencia Artificial, el Santo Padre envió el Mensaje para la Jornada de la Paz el primero de enero de este año y ahora se prepara para asistir a la reunión del G7 el próximo mes en Puglia, en la que se abordará especialmente su dimensión ética.

El Papa Francisco ha dicho que la situación de guerra que viven tantas partes del mundo se debe también al debilitamiento de aquellas estructuras de diplomacia multilateral que vieron la luz después de la Segunda Guerra Mundial.En su opinión, ¿dónde es más evidente este debilitamiento?

La profunda y generalizada erosión de la confianza entre las partes en el contexto de la diplomacia multilateral está a la vista de todos. La confianza mutua entre Estados fomentaría la cooperación, el diálogo abierto y la resolución pacífica de conflictos.Sin confianza, las relaciones internacionales pueden caracterizarse por la suspicacia, la rivalidad y la hostilidad, lo que hace más difícil alcanzar acuerdos y compromisos que promuevan el bien común y una paz duradera. Como ejemplo, cabe señalar el creciente uso del veto y especialmente de los vetos cruzados en el Consejo de Seguridad de la ONU.En poco más de 5 meses se ha utilizado hasta 6 veces: en la era posterior a la Guerra Fría, solo en 2017 se utilizaron más, 7, pero en todo el año.

Usted es Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU desde hace cinco años.¿Qué hace falta para que esta gran organización internacional desempeñe un papel más eficaz en favor de la paz?

En primer lugar, a pesar de las críticas que con razón señalan muchos, me parece que hay que reafirmar con convicción que la existencia misma de esta organización es un gran logro y una gran oportunidad.

Al fin y al cabo, es el único instrumento de que dispone toda la comunidad internacional para poder reunirse, comparar notas y entablar un diálogo permanente y estable.Como en todas las instituciones, son necesarios continuos ajustes para estar a la altura de los tiempos, y en este sentido hay varios procesos que pretenden promover una reforma del sistema.Pero, sobre todo, me parece que los principios de la Carta de las Naciones Unidas conservan toda su vigencia, y tampoco faltan herramientas y mecanismos.Tal vez sea necesario redescubrir el espíritu que animó la creación de esta organización hace casi ochenta años para redescubrir hoy los caminos que pueden conducir a la paz. Me parece que esto es lo que está en juego en la próxima "Cumbre del futuro" que se celebrará aquí, en Nueva York, el próximo mes de septiembre.

 

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14 mayo 2024, 15:21