El objetivo del Sínodo y las reformas "de moda"
Andrea Tornielli
¿Cuál es la prioridad del Sínodo que está por comenzar? ¿Cuál es el objetivo principal y más importante de la reforma en sentido sinodal de la Iglesia? Desde Bruselas, desde la basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg, donde se reunió con obispos, clérigos, religiosos y agentes pastorales, el Papa Francisco esbozó una respuesta relanzando una pregunta. «El proceso sinodal – dijo, motivado por la escucha de un testimonio – debe ser un retorno al Evangelio; no debe tener entre sus prioridades alguna reforma "de moda", sino preguntarse: ¿cómo hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha o se ha alejado de la fe? Preguntémonos todos eso".
Por lo tanto, no son reformas "de moda". No las agendas que – por un lado – abogan por cambios funcionales que terminan clericalizando a hombres y mujeres laicos, ni aquellas que – por el otro – apuntan a restaurar la época pasada en la ola del neoclericalismo: ambas son perspectivas que terminan poniendo en segundo plano la cuestión acuciante y fundamental que Francisco volvió a plantear: la del anuncio del Evangelio en las sociedades secularizadas. Ambas son perspectivas que terminan olvidando el único propósito verdadero de toda reforma en la Iglesia: el bien de las almas, el cuidado del santo pueblo fiel de Dios.
Volviendo a poner en el centro la pregunta del Papa, que fue el motivo del Concilio Ecuménico Vaticano II, y volviendo a poner en el centro el bien y el cuidado del pueblo de Dios, entendemos cómo la sinodalidad es el modo de vivir la comunión en el Iglesia. No es una tarea burocrática adicional para los clérigos y laicos que la adoptan a regañadientes y de palabra, permaneciendo de hecho todavía atados a los modelos de hace un siglo. No es el pasaporte con el que justificar toda iniciativa mundana. Más bien, es la expresión plena de una comunión vivida. Sólo partiendo de la conciencia de que todos somos amados por Dios, sólo viviendo con alegría el Evangelio, podemos dar testimonio de él a nuestros hermanos, conscientes de que - cualquiera que sea nuestro papel en la Iglesia – somos llamados por Otro, y es Él quien guía a su Iglesia.
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