Misa del sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Peña Parra en la Basílica de San Lorenzo en Dámaso Misa del sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Peña Parra en la Basílica de San Lorenzo en Dámaso  

Peña Parra: En las relaciones y en los cargos humildes y alegres como San Francisco

El sustituto de la Secretaría de Estado celebró ayer, 4 de octubre, memoria del Poverello de Asís, la Misa de inicio de año para el personal de la Sección de Asuntos Generales en la Basílica de San Lorenzo in Damaso, Roma. Fue una ocasión para rezar por el onomástico del Papa y agradecerle su servicio: «Pidamos la intercesión del santo para convertirnos en personas magnánimas e instrumentos de Dios que hacen todo sin rivalidades, en un clima de fraternidad».

Vatican News

«¡Paz y bien a todos!» Con la invocación de san Francisco, el sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Edgar Peña Parra, acogió ayer, 4 de octubre, fiesta del Poverello de Asís y patrono de Italia, al personal de la Sección de Asuntos Generales de la Secretaría de Estado reunido para la misa de inicio de año en la basílica de San Lorenzo in Damaso de Roma. Un momento de reencuentro y comunión, tras la pausa de verano, para dar comienzo al nuevo año laboral, que fue también una ocasión para rezar de manera especial por el Papa en su onomástico.

Vocación a la alegría

Dedicada íntegramente a la figura de San Francisco, «uno de los santos más conocidos del mundo cristiano», la homilía del sustituto Peña Parra, que destacó las obras y enseñanzas del santo que pueden servir de inspiración en la actualidad. Ante todo, la «vocación a la alegría», especialmente en un mundo como el actual, «marcado a menudo por la tristeza, sobre todo a causa de las múltiples formas de mal y de sufrimiento que campan a sus anchas entre nosotros», pero también por esa «tristeza interior» que asalta cuando se truncan las esperanzas y los sueños, cuando el futuro parece incierto o se pierde a un ser querido. «La fe, sin embargo -dijo monseñor Peña Parra-, nos recuerda la vocación a la alegría que todos hemos recibido; no significa una vida 'sin problemas' o 'sin sufrimientos', sino que es la certeza de estar acompañados y sostenidos por un amor más grande, el del Señor, incluso cuando tenemos que atravesar la noche oscura del dolor». Esta alegría debe «manifestarse en nuestras relaciones, difundirla en forma de amabilidad y amistad fraterna en nuestras oficinas», añadió el diputado.

La celebración en San Dámaso
La celebración en San Dámaso

Constructores del bien

A continuación, señaló una segunda enseñanza del Poverello, que consiste en «ser constructores». San Francisco no sólo reparó el edificio de la iglesia de San Dámaso, sino toda la Iglesia, que entonces estaba «en ruinas» y necesitaba una «renovación espiritual». ¿Cómo lo hizo? «Con su estilo de vida totalmente inspirado en el Evangelio de Cristo, poniendo la pobreza en el centro, predicando la conversión, recordando la importancia de la paz y la fraternidad». También nosotros, subrayó el sustituto, debemos trabajar por el «bien» y el «crecimiento de la Iglesia»: «Cada uno de nosotros, a su manera, realizando con amor y fidelidad lo que se le ha confiado, puede convertirse en constructor de bien, de esperanza y de amor».

Instrumentos de Dios

«Ser y llegar a ser instrumentos de Dios», es el mandato final. «Las palabras del Santo de Asís pueden inspirar nuestros pensamientos, los deseos de nuestros corazones, las acciones que realizamos, para que se alejen de nosotros las nubes oscuras de lo que envenena nuestros lugares y nuestras relaciones, como la autogloria, la soberbia, el querer prevalecer sobre los demás, la sed de poder, todo aquello que rompe la armonía y destruye la fraternidad», dijo Monseñor Peña Parra. Quien, recordando las mismas palabras de la oración seráfica, rezó: «Donde hay odio cada uno de nosotros puede llevar amor, donde hay guerra llevar paz, donde hay ofensa llevar perdón y así sucesivamente».

Sentirse «pequeño

Concluyendo su homilía, el arzobispo instó a valorar «la gracia de la pequeñez», porque «sólo los pequeños, los que no se sienten llenos de sí mismos y no confían sólo en sus propias fuerzas, pueden gustar la alegría, ser constructores y convertirse en instrumentos de Dios». A esto se unió la invitación a pedir la intercesión de San Francisco para obtener «el don de la mansedumbre de corazón y de la humildad de espíritu, para que en nuestros oficios y en las relaciones cotidianas que intercambiamos, lleguemos a ser personas magnánimas, acogedoras unas con otras, instrumentos de Dios que hacen todo con alegría y sin espíritu de rivalidad y contención, en un clima de fraternidad y amistad».

Por último, al término de la celebración, el diputado quiso agradecer especialmente al personal su generoso servicio.

 

 

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

05 octubre 2024, 14:06